sábado, noviembre 15, 2008

El régimen ataca a docentes y estudiantes
Por Camilo Raigozo

Por un lado paramilitares autodenominados “Águilas Negras”, quienes han declarado públicamente ser defensores del gobierno de Uribe, extendieron a más de 300 sus amenazas a docentes y estudiantes de la Universidad Nacional.

Y por otro lado las instituciones de “seguridad” del Estado han incrementado sus ataques contra personas opuestas al gobierno, a las que señala de ser colaboradores de la guerrilla.

El pasado 14 de noviembre miembros de la Dijin llegaron hasta el colegio distrital Saludcoop Sur, ubicado en el sector de Patio Bonito, localidad de Kennedy en el occidente de Bogotá y detuvieron al profesor Wiliam Javier Díaz.

El docente dicta clases de sociales en bachillerato y cátedras de derechos humanos en la Universidad Distrital.

Por otro lado también fueron detenidos nueve estudiantes, de los cuales dos son de la Universidad Nacional.

En aberrante criminalización de las protestas estudiantiles y sociales, el régimen narco- paramilitar que padece Colombia, los acusa de ser infiltrados de la guerrilla.

Al mejor estilo de la “Santa Inquisición”, la Fiscalía ordenó hace unos días inspeccionar los archivos y bases de datos de todas las plantas de docentes y estudiantes de las universidades Nacional, Distrital, Pedagógica, Libre y el Sena, en la busca de guerrilleros.

Frente a esta arbitrariedad, el ex ministro de Defensa y vocero del Polo Democrático Alternativo, Parmenio Cuellar, dijo que “se trata de un exabrupto por parte de la Fiscalía y es una cacería de brujas donde se busca hacer una redada abstracta en las universidades buscando a aquellos que tienen un pensamiento contrario del Gobierno”.

Agregó que “en ese proceso seguramente los investigadores ya tendrán en su mente a quien perseguir o a quienes capturar”.


viernes, noviembre 14, 2008

Parauribismo/
Paramilitares amenazan a comunidad de la Universidad Nacional
El Gobierno señala y los ejércitos de sicarios actúan de inmediato. Varios estudiantes y profesores son “objetivos militares”
Por Camilo Raigozo

El pasado jueves 13 de noviembre paramilitares autodenominados “Águilas Negras”, quienes han declarado en varias oportunidades ser admiradores, defensores y seguidores del gobierno de Uribe Vélez, amenazaron por medio de un panfleto y por vía telefónica a varios estudiantes y profesores de la Universidad Nacional de Colombia sede Bogotá.

“Última advertencia”, titulan los criminales el panfleto intimidatorio entregado en varias secretarías y decanaturas en la Ciudad Blanca de la capital del país, en el que figuran 32 nombres de estudiantes, profesores y algunos egresados, que serán asesinados junto a sus familias.

Contra la comunidad universitaria el régimen parece estar aplicando la misma estrategia con la que han sido exterminadas comunidades enteras, la cual consiste en calumniar y acusar a las víctimas de ser guerrilleras o auxiliadoras, para asesinarlas después por las hordas paramilitares.

Los ‘paras’ amenazaron a miembros de la Juventud Comunista y de otros movimientos políticos juveniles a quienes acusa de ser auxiliadores de las Farc y de haber apoyado el inconformismo estudiantil contra el estatuto universitario promovido por el gobierno.

Los criminales afirman que los casilleros de las facultades de Sociología, Zootecnia, Derecho y Economía, son depósitos de explosivos, armamento y propaganda de la guerrilla.

Quienes dicen ser defensores del gobierno de Uribe, anunciaron el establecimiento de un toque de queda en la universidad, el cual va de las 6 de la tarde a las 6 de la mañana, a partir del 18 de noviembre.

Organizaciones defensoras de derechos humanos, estudiantiles, sindicales y otras organizaciones sociales, instaron al gobierno para que tome las medidas pertinentes y se evite más derramamiento de sangre.

Igualmente señalaron al régimen uribista de ser el único responsable de lo que le pueda pasar a algún miembro de esta comunidad universitaria.


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Hoy liberales definen sí retiran o no la iniciativa
Si ley de víctimas pasa así, la demandamos: Cepeda
El Nuevo Siglo

Para el presidente del Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado, el Gobierno buscó la tipificación de los afectados de la violencia para perjudicarlos

La aprobación del proyecto que crearía un estatuto de víctimas de la violencia se convirtió en el karma de los afectados por los agentes del Estado.

De acuerdo con lo avalado el miércoles en penúltimo debate en la Cámara, esta población no podrá acceder a una reparación administrativa, a menos que un juez lo determine.

Ante esto, el presidente del Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado, Iván Cepeda, anunció que si el articulado es aprobado tal y como está, será demandado ante organismos internacionales y se buscará el control de legalidad del mismo.

Sin embargo, sólo hasta hoy los liberales, autores del proyecto, definirán si lo retiran o no, como varias organizaciones se los han pedido.

En diálogo con El Nuevo Siglo, Cepeda, hijo del inmolado ex senador de la extinta Unión Patriótica Manuel Cepeda, manifestó que a pesar de la posición del Gobierno frente a este proyecto, esta es “sólo una batalla en una larga lucha por la reivindicación de nuestros derechos”.

El Nuevo Siglo: ¿Qué posición toman las víctimas de crímenes de Estado ante la situación en que quedó el proyecto?

Iván Cepeda: El proyecto está supremamente limitado y en algunos de sus artículos se presenta un franco retroceso en la reparación de las víctimas porque no nos reconoce. El artículo 9 señala claramente que se hará alusión a las víctimas de miembros de la fuerza pública que actúen de manera dolosa, eso es discriminación porque nos excluye de la reparación administrativa.

En el estado en que está el proyecto se excluirá a miles de personas, puesto que solamente en dos años las víctimas se podrían inscribir a la reparación, lo que restringe que otras futuras víctimas se inscriban.

E.N.S.: El representante Guillermo Rivera dijo el miércoles que muchas organizaciones le pidieron retirar el proyecto. ¿Ha pensado en esta alternativa?

I.C.: Aún eso no se decide. Mañana (hoy) tendremos una reunión con el senador Juan Fernando Cristo (autor de la iniciativa) donde hablaremos de este aspecto, pero si se aprueba así demandaremos selectivamente o en su conjunto la ley y la someteremos a un control de constitucionalidad porque así se riñe claramente con la Constitución.

Por ejemplo, el lapso de dos años que pone el Gobierno viola el principio de que los derechos de lesa humanidad no se prescriben porque las víctimas deben en cualquier momento demandar sus derechos.
E.N.S.: Los ponentes uribistas aseguraron que todos los temas en los que hay diferencias se conciliarán antes de la plenaria. ¿Cree que esto sea posible?

I.C.: Nosotros estamos muy escépticos de que el Gobierno nacional quiera mejorar estos aspectos. Hay que decir que el Gobierno tuvo una posición supremamente adversa, pero comenzó el caso de los falsos positivos y el Gobierno cedió en algunas de sus posiciones, pero también eso ha ido en detrimento de la norma.

E.N.S.: Algunos ponentes dijeron que el Gobierno había incluido el tema de las víctimas de Estado para perjudicarlos, ¿qué opina?

I.C.: Sí, esa afirmación es cierta. Hay aspectos en que el reconocimiento es evidentemente formal y limitado, no se reconoce a los agentes de la fuerza pública como victimarios, tampoco a los que son víctimas de los parapolíticos, por ejemplo ellos no podrían ser victimarios.


También, en una de las modificaciones del articulado, se les impondría a los jueces una tasa de indemnización que es claramente diferenciada a las actuales indemnizaciones de las víctimas de los grupos ilegales.

martes, noviembre 11, 2008

La teoría del ‘descarte’
Por: Cecilia Orozco Tascón

Me asusta pero no me extraña la orden que expidió un fiscal antiterrorista para que la Dijín pudiera inspeccionar completas, las bases de datos con nombres, direcciones y otras informaciones privadas de los alumnos y profesores de la universidades Nacional, Distrital, Pedagógica, Libre y del Sena.

La disculpa, violatoria de principios constitucionales, era la de que había que identificar a unos guerrilleros supuestamente infiltrados en los centros educativos, según se desprendía de la memoria de un computador —la biblia moderna—, incautada en un campamento de las Farc.

Ya entrados en gastos, los integrantes del cuerpo investigativo se dieron el lujo de incurrir en otra audacia: el intendente de la Policía comisionado para adelantar la inspección le añadió a la revisión la base de datos de la Universidad Autónoma.

Él también se considera juez y debe ser que sospecha de alguien allá. Con eso basta, en estos tiempos seguros y democráticos.

Digo que me asusto pero que no me extraña. Era previsible que algo así sucediera porque las universidades están en la mira.

Recuerden el “descubrimiento” de los estudiantes encapuchados y la afirmación presidencial que vino a continuación, cuando en una ceremonia de ascensos de la Policía, el Jefe de Estado aseguró que “hay unos grupitos minoritarios de camuflados penetrados por el terrorismo que quieren afectar el derecho (de) los padres de familia… de enviar a sus hijos a la universidad” (2008).

Nadie manipuló al fiscal que dictó la extravagante teoría penal según la cual primero le suprimen a uno sus derechos y después se los devuelven si resulta favorecido en el “descarte”.

Él responde como le toca, al clima supremo del “antiterrorismo”. Por eso, universidades como la de Córdoba pueden darse por bien servidas. Se salvó de este tipo de inquisiciones. En efecto, ella fue absuelta enérgicamente en otro discurso orientador.

Decía que el ‘descarte’ me asusta pero no me extraña. ¿Cómo me voy a sorprender si cuando retrocedo, encuentro varios ejemplos?:

1.– Las detenciones masivas de 2002 y 2003 en municipios cuya población fue enteramente cercada para encontrar a dos o tres supuestos enlaces de la guerrilla. En ese momento indicó el Primer Mandatario:

“La semana pasada le dije al general Castro Castro (ex director de la Policía) que en esa zona (Caldas y Risaralda) no podíamos seguir con capturas masivas de 40 o de 50 todos los domingos, sino de 200, para acelerar el encarcelamiento de los terroristas y golpear a estas organizaciones” (2003).

2.– La historia del espectro electromagnético con el que los cuerpos de inteligencia nos explican que se graba en masa, pero que eso no significa que se “chuce” el teléfono de alguien en particular. Es para ‘descartar’.

3.– La directiva del funcionario del DAS a sus agentes seccionales, de espiar y reportar los movimientos del senador Petro y de los miembros del Polo que se justificó después con que era un método de ‘descarte’.

Sin que nos demos cuenta hemos ido pasando de un Código Penal que establecía responsabilidades individuales, a uno donde quedan las culpas colectivas. Al ritmo que vamos, pronto seremos juzgados no en un tribunal, sino en un estadio.


Cabe más gente, el Estado se ahorra tiempo y ‘descarta’ de una vez la fastidiosa dignidad, la intimidad, la privacidad y el cuentico de la presunción de inocencia.

¿Campaña de desprestigio contra la administración en Bogotá?

Polo. Noviembre 11 - 12:17 p.m. Sin haber cumplido un año al frente de la Alcaldía Mayor, varios medios de comunicación, sectores políticos y algunos analistas han hecho por estos días, sus propios balances sobre la gestión del alcalde Samuel Moreno.

Hay quienes aseguran que detrás de todo esto lo que hay es una campaña de desprestigio o "guerra sucia" contra el Alcalde.

Este es el tema de la encuesta del día de hoy. Los invitamos a participar. Les recordamos que para votar no necesitan inscribirse ni llenar ningún tipo de formulario. Solamente tienen que marcar la opción que, de acuerdo con su percepción, considere es la más acertada
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Sin representación ante el Estado
Por Claudia López

Eduardo Pizarro actúa cada vez más como Ministro del Gobierno y no como presidente de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR).

El doctor Pizarro olvida que la defensa de las posiciones del Gobierno sobre la Ley de Víctimas corresponde a los ministros, mientras que a él le corresponde, no imponer sus opiniones personales, sino hacer recomendaciones fundamentadas al Estado, agenciando los derechos de verdad, justicia y reparación de todas las víctimas, con autonomía frente al Gobierno.

El doctor Pizarro sabe, aunque no lo dice, que la condición de víctima se genera por el daño causado por un hecho violatorio de los derechos humanos, independientemente del agente causante del daño.

Sabe que los Estados democráticos tienen el deber de garantía de los derechos humanos y que, por tanto, si son violados, independientemente de por quién, asumen un grado de responsabilidad política por fallar en su obligación de garantizarlos.

Reconocer que el Estado colombiano no ha tenido una política de violación de derechos humanos y por consiguiente no hay crímenes de Estado, sino violaciones y víctimas de agentes del Estado, no exime al Estado colombiano de su deber de garantía ni tampoco de responder por los actos violatorios de sus agentes.

Sabe también que, no por responsabilidad sino por solidaridad y por reconocimiento de su deber de garante, el Estado puede, como lo ha hecho Colombia, establecer mecanismos administrativos de atención y reparación de las víctimas.

Esos mecanismos administrativos no prejuzgan, establecen o eximen de responsabilidad; operan independientemente de que haya un fallo judicial que determine quién fue el agente causante de la violación y por lo tanto el responsable de reparar.

La reparación administrativa restaura el daño producto de una violación de derechos humanos, no la responsabilidad por ella. Por eso, todas las víctimas tienen derecho en igualdad de condiciones a la atención y reparación por vía administrativa, a la par que a un proceso judicial que determine el agente causante de la violación y responsable de la reparación.

Contrariando su conocimiento y sus respectivos deberes, el Gobierno y el doctor Pizarro quieren excluir a las víctimas de agentes del Estado, como, por ejemplo, las madres de los jóvenes de Soacha, de la reparación por vía administrativa, y les quieren imponer como condición para reconocerlas como víctimas que un juez falle en última instancia -fácilmente en 10 años-,

que sus hijos sí están muertos, que en efecto eso les causó un daño y que fue un agente estatal el responsable, para que puedan acceder a reparación por vía judicial; como si el daño dependiera de quién los mató y no del hecho de que fueron asesinados.

Para el Gobierno y el doctor Pizarro, si esos jóvenes hubieran sido asesinados por guerrilleros o paramilitares, entonces sus familias sí serían víctimas, sí habrían sufrido un daño y sí se les repararía administrativamente. Como sospecha que los asesinaron agentes estatales, propone negarles su condición de víctimas y la reparación del daño hasta que haya una sentencia judicial.

Para rematar, el doctor Pizarro aduce que tal discriminación a las víctimas de agentes del Estado se justifica en virtud del principio de solidaridad, ¡porque no le cabe al Estado colombiano, en ningún caso, el de responsabilidad!

Un mínimo sentido ético y lógico indica que la responsabilidad del Estado crece, en vez de disminuir, cuando las violaciones de derechos humanos son cometidas por sus propios agentes.

En esos casos, el Estado repara no sólo por fallas en su deber de garantía o por solidaridad con las víctimas, sino por el deber de responder por las actuaciones de sus agentes, contrarias a la Ley y a sus propias políticas.


Es lamentable que el Gobierno se niegue a ello, y es inaceptable que el supuesto representante de las víctimas lo justifique. Por fortuna, esa deleznable actitud del doctor Pizarro no representa ni compromete a todos los miembros de la CNRR, que, en otras materias, adelanta una labor admirable.

lunes, noviembre 10, 2008

Parauribismo/
Extradición aleja a las víctimas de la verdad, la justicia y la reparación
Por Gustavo Gallón. Comisión Colombiana de Juristas

El pasado mes de agosto de 2008, el Magistrado de Control de Garantías Álvaro Cerón Coral, designado para los procesos adelantados bajo el procedimiento especial creado en la ley 975 de 2005, citó al paramilitar Salvatore Mancuso Gómez a una audiencia preliminar, en la cual buscaba imputarle los cargos por masacres como la de El Salado (Bolívar), por la cual la justicia ordinaria ya lo había sindicado como presunto autor.

Para lograr la concurrencia del paramilitar extraditado a esta audiencia, el Magistrado se comunicó con el Ministerio de Relaciones Exteriores y con el Ministerio del Interior y de Justicia. Así mismo fueron citados a la audiencia los representantes de las víctimas de aquellos casos cuya autoría pretendía imputarle el Magistrado al paramilitar extraditado.

El primero de septiembre de 2008 comparecieron a la audiencia preliminar de imputación de cargos a Salvatore Mancuso Gómez el Magistrado de Control de Garantías, el fiscal del caso, el agente del ministerio público, el abogado de Mancuso y los representantes de víctimas.

En ese momento se enteraron los intervinientes de la diligencia de que el gobierno colombiano no había solicitado la comparecencia del paramilitar a la audiencia.

El desacato de una orden judicial por parte del gobierno nacional generó que el Magistrado de Control de Garantías anunciara posibles acciones penales o disciplinarias pues la omisión del gobierno constituyó un claro desconocimiento de un requerimiento judicial y una interferencia indebida con la administración de justicia.

El gobierno colombiano había anunciado que las extradiciones no interferirían con los procesos adelantados bajo la ley 975 y se comprometió a realizar acuerdos de cooperación judicial con las autoridades estadounidenses para garantizar que así fuera. Para lograr esto, se anunciaron compromisos de parte de los gobiernos de Colombia y Estados Unidos.

Acordaron, por medio de un intercambio de notas, que las autoridades colombianas encargadas de tramitar las peticiones de asistencia judicial realizadas por autoridades judiciales son la Fiscalía General de la Nación y el Ministerio del Interior y de Justicia, y que la autoridad estadounidense dispuesta para el mismo efecto es la oficina del agregado judicial de la Embajada de Estados Unidos en Colombia, quien deberá enviar las solicitudes que haga el Estado colombiano, en materia de cooperación judicial en relación con los paramilitares extraditados, a la Oficina de Asuntos Internacional del Departamento de Justicia en Washington D.C.

Como se puede ver, el Magistrado de Control de Garantías activó el procedimiento dispuesto por el Estado colombiano para poder adelantar la audiencia preliminar de imputación de cargos y el gobierno colombiano ignoró tal solicitud.

Días después, en una reunión sostenida por la Comisión Colombiana de Juristas con miembros de la Embajada de los Estados Unidos en Colombia, los funcionarios estadounidenses señalaron que dicha citación era desconocida por la Embajada de Estados Unidos en Colombia, confirmando que el gobierno colombiano nunca tramitó la petición del Magistrado.

El anterior no es el único caso de incumplimiento en relación con las obligaciones del Estado colombiano frente a los procesos por crímenes de lesa humanidad contra los paramilitares extraditados.

El 14 de mayo de 2008, el gobierno nacional envió una comunicación a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos manifestando "que cualquier beneficio judicial otorgado en EE.UU. estaría condicionado a la cooperación con los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación". Este compromiso también se ha incumplido.

En los acuerdos firmados entre las autoridades estadounidenses y algunos de los paramilitares extraditados como Ramiro Vanoy, alias "Cuco Vanoy" y Javier Zuluaga Lindo, alias "Gordolindo", quienes ya materializaron los acuerdos a través de sentencias condenatorias, y Diego Alberto Ruiz Arroyave, alias "el Primo" y Diego Fernando Murillo Bejarano, alias "Don Berna", quienes se encuentran en juicio ante jueces estadounidenses, no se impuso como condición para otorgarles rebajas de penas la obligación de contribuir eficazmente con la justicia colombiana.

El caso de Ramiro Vanoy, además de ilustrar el anterior incumplimiento, sirve para demostrar las consecuencias de no haber investigado y sancionado los crímenes de lesa humanidad antes de la extradición de 16 paramilitares a Estados Unidos.

El jueves 9 de octubre de 2008, la publicación electrónica del diario El Nuevo Herald informó que Ramiro Vanoy sería el primer paramilitar extraditado en rendir versión libre desde Estados Unidos.

Según El Nuevo Herald, la diligencia ya había sido programada pero la defensa del paramilitar extraditado se opuso a su realización pues al abogado defensor de este paramilitar le fue negada la visa para que asistiera a dicha audiencia. Como consecuencia de ello, la defensa anunció que alias "Cuco Vanoy" no rendiría ningún testimonio mientras su derecho a la defensa no estuviera garantizado.

El mismo día, pero horas más tarde, la noticia anunciaba lo contrario. Ramiro Vanoy, de 60 años de edad, ya no continuaría en el proceso de la ley 975 de 2005. La razón: el juez norteamericano le impuso una pena de 24 años de prisión, muy superior a la que el paramilitar esperaba.

Ante los medios de comunicación su abogado argumentó que Ramiro Vanoy terminaría su pena a la edad de 84 años en Estados Unidos y por lo tanto no contaba con ningún incentivo para decir la verdad en el proceso de la ley 975 de 2005.

Ese mismo día, el gobierno colombiano reaccionó, a través del Alto Comisionado para la Paz, en una entrevista realizada en el programa de televisión "Pregunta Yamid", del canal Uno, proponiendo que se descuente de la pena privativa de la libertad en Estados Unidos (24 años en el caso de Ramiro Vanoy) la pena impuesta en los procesos penales adelantados bajo la ley 975 de 2005 (que sería de máximo ocho años),

es decir que Ramiro Vanoy al salir de la cárcel estadounidense no tendría que pagar un solo día de pena por los crímenes de lesa humanidad cometidos en Colombia si decide continuar en la ley 975. A juicio del Alto Comisionado, esa sería la mejor garantía y el mejor incentivo para que estas personas revelen la verdad.

El argumento del Comisionado Luis Carlos Restrepo puede sonar convincente, pues plantea una "solución" a la negativa de alias "Cuco Vanoy" de continuar en el proceso, es decir, a su negativa a decir la "verdad" sobre los crímenes que cometió.

Sin embargo, la propuesta del Comisionado desvía la atención sobre las verdaderas causas que generan que la verdad, la justicia y la reparación, por lo menos, en lo que respecta a los crímenes cometidos por este paramilitar, estén en riesgo de quedarse definitivamente en la impunidad.

Esta razón es que los paramilitares, antes de extraditarlos, debieron, si es que seguían delinquiendo, haber perdido los beneficios de la ley 975 de 2005 y haber sido juzgados y condenados en procesos ordinarios en Colombia, con penas mucho más severas que las impuestas en Estados Unidos por delitos de narcotráfico, dada la gravedad de los delitos que en el país cometieron.

Todo lo anterior era de esperarse pues, como reconoció el Fiscal General de la Nación, Mario Iguarán, no hay acuerdos de cooperación concretos entre Estados Unidos y Colombia frente a los paramilitares extraditados.

Esto se traduce en que no hay garantías para las víctimas en el sentido de que no existen recursos eficaces para exigir sus derechos. Por ello, varios meses después de la extradición, ninguno de los paramilitares extraditados ha continuado en los procesos que les venían adelantando autoridades colombianas por crímenes de lesa humanidad.

Pero la propuesta del Comisionado contiene otros elementos que la hacen preocupante. Los casos de Ramiro Vanoy y Javier Zuluaga Lindo, condenados a penas de más de 20 años, no pueden ser tomados como la regla de lo que sucederá con todos los paramilitares.

No hay que descartar que otros de los 16 extraditados reciban penas menores, o incluso que estos dos paramilitares que ya fueron condenados reciban con el paso del tiempo beneficios adicionales. Por ello es muy peligrosa la propuesta del gobierno colombiano de descontar la pena impuesta por los jueces colombianos del tiempo que permanezcan recluidos en prisiones estadounidenses.

No hay que ignorar que la prensa informó que es probable que alias "Don Berna", a pesar de que en los preacuerdos se estipule que su pena estará entre 27 y 33 años de prisión, esté libre de todo proceso por narcotráfico en máximo ocho años de prisión en Estados Unidos.

Como ejemplo de lo anterior, Carlos Mario Aguilar, alias "Rogelio", negoció su entrega a las autoridades norteamericanas en enero pasado y actualmente se encuentra libre en las calles de Estados Unidos. Él era el jefe del grupo de sicarios al servicio de los paramilitares conocido como "la oficina de Envigado", y mano derecha del reconocido paramilitar Diego Fernando Murillo Bejarano, alias "Don Berna".

Además, el embajador de Estados Unidos en Colombia ha ilustrado con la siguiente pregunta "¿Queremos sanciones máximas o queremos colaboración máxima en el futuro?" la posición de su gobierno frente a la posibilidad de que las penas impuestas en su país a los jefes paramilitares extraditados sean reducidas. Para el Embajador, castigarlos severamente impide que colaboren en la lucha contra el narcotráfico.

Esta reflexión es válida para este funcionario, pues a su gobierno le interesan esencialmente los delitos de narcotráfico que tienen que ver con su país. Pero es necesario tomar medidas inmediatamente para que esto no suceda con los comandantes paramilitares recientemente extraditados.

El manejo que el Estado colombiano le ha dado a la extradición desconoce que existen tratados de cooperación judicial como la

Convención Interamericana sobre Asistencia Mutua en Materia Penal, tratado que entró en vigor el 14 de abril de 1996, y que permite, pero sobre todo exige, que los procesos penales en contra de los 16 postulados a la ley 975 de 2005, extraditados a Estados Unidos, no se interrumpan, ni se vean afectados los derechos de las víctimas.

Del mismo modo, se desconocen abiertamente mandatos del derecho internacional de los derechos humanos que buscan evitar que graves crímenes contra la humanidad se queden en la impunidad, entre ellos el "Conjunto de principios para la protección y la promoción de los derechos humanos mediante la lucha contra la impunidad", en particular el principio 19 que señala que "los Estados emprenderán investigaciones rápidas,

minuciosas, independientes e imparciales de las violaciones de los derechos humanos y el derecho internacional humanitario y adoptarán las medidas apropiadas respecto de sus autores, especialmente en la esfera de la justicia penal, para que sean procesados, juzgados y condenados adecuadamente".

Estos instrumentos, que están listos para ser usados por el gobierno colombiano, están siendo ignorados, contribuyendo así a que la extradición a Estados Unidos de 16 postulados a la ley 975 de 2005 impida que se adelanten adecuadamente las investigaciones por los graves crímenes de los cuales son responsables.

El incumplimiento del gobierno colombiano frente a los compromisos que asumió cuando decidió extraditar a un grupo importante de paramilitares, para "evitar" que sus crímenes quedaran impunes, es un mal precedente sobre las posibilidades que tienen las víctimas de exigir justicia frente a los paramilitares extraditados.

Para solucionar esta preocupante situación, el gobierno colombiano debe replantear la decisión de extraditar a más paramilitares y preocuparse por cumplir las obligaciones del Estado, impuestas por el derecho internacional de los derechos humanos.

Es difícil saber cuál es la real intención del gobierno con la masiva extradición de los paramilitares. Puede ser, por un lado, una forma de evitar que los extraditados revelen otros hechos o alianzas que comprometen a más sectores de la sociedad.

Recordemos que Salvatore Mancuso dijo en una audiencia ante la Corte Suprema de Justicia, transmitida desde Estados Unidos, que: "Si no decimos la verdad, toda la verdad, los verdaderos culpables del conflicto van a señalar a la guerrilla y a los paramilitares como los culpables".

O, por otro lado, el gobierno busca favorecer a los paramilitares para que en un relativo corto tiempo queden limpios de penas y procesos tanto por narcotráfico como por crímenes de lesa humanidad.

Los paramilitares extraditados tienen que contar toda la verdad sobre sus crímenes, tienen que reparar a las víctimas y pagar condenas por estos crímenes para poder recibir beneficios jurídicos a cambio.

El gobierno y el Estado colombiano en general tienen la obligación de garantizar los medios necesarios para ello. Así lo ordenó la Corte Constitucional en la sentencia C-370 de 2006 que revisó la constitucionalidad de la ley 975 de 2005.

Hasta la fecha a ninguna víctima le han sido reparados los daños por los crímenes cometidos por los grupos paramilitares, y los 16 paramilitares fueron extraditados precisamente porque no cumplieron con lo exigido en la ley 975 de 2005, es decir, no dijeron la verdad, no hay justicia y no hay reparación por sus crímenes.

La información suministrada sobre lo que está ocurriendo con los paramilitares extraditados permite interpretar que la decisión de extraditar a estos 16 postulados a la ley 975 de 2005 puede ser una fórmula para sustraerlos de su responsabilidad penal, ya sea porque los están alejando de la posibilidad de continuar declarando sobre sus crímenes, como está sucediendo actualmente con las penas impuestas, o ya sea porque les den generosos beneficios, y en corto tiempo estos criminales estén en las calles norteamericanas libres y sin deudas pendientes con la justicia.

Esto, en los dos casos, constituye, conforme al artículo 17 del Estatuto de Roma, una causal para que la Corte Penal Internacional decida incoar una acción que permita subsanar las graves consecuencias que para los derechos de la sociedad vaticina esta extradición.

Probablemente sólo una decisión en este sentido muestre un camino diferente, en el que, sobre la base del respeto a los derechos de las víctimas del paramilitarismo, se evite la impunidad que se avecina y se construyan garantías de no repetición para la sociedad colombiana.

Para mayor información, contactar a: Gustavo Gallón Giraldo, Director CCJ (Tel. 376 8200, ext. 115).

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