martes, mayo 17, 2016

Diálogos de paz
A pesar de los insultos de Uribe las FARC EP insisten en tenderle la mano de la paz
Por: Camilo Raigozo. Notimundo

Luego de conocer la respuesta agresiva, insultante y falaz por parte del presunto cabecilla paramilitar Álvaro Uribe, a su invitación a dialogar serenamente, el máximo comandante de las FARC EP, ‘Timoleón Jiménez’, le envió una segunda carta pública reiterándole la invitación a deponer su rencor y su sed de sangre por el bien de la patria. Lea aquí la respuesta de Uribe.

“Entiendo que a manera de respuesta, el Doctor Álvaro Uribe compendia el conjunto de sus más reiteradas manifestaciones de inconformidad con el proceso de La Habana, por conocidas no menos interesantes. Pero igualmente incisivas y sesgadas”, le insiste ‘Timochenco’ a Uribe.

A continuación el texto integro de la segunda misiva de las FARC EP a Uribe:


Ave María, Doctor Uribe, conversemos
Por Timoleón Jiménez

También conocimos por los medios un comunicado que lleva la firma del Doctor Álvaro Uribe Vélez, y que bajo su encabezado trae como referencia un texto que dice, Carta del médico Rodrigo Londoño(Timoleón Jiménez), cabecilla de las FARC. Pese a que el Presidente Uribe debe saber bien que aquello de médico, referido a mí, no es más que otra tanta de las invenciones del servicio de inteligencia militar, interpreto que intenta responderme, con su ya conocido estilo personal.

Le gente dice dirigirse a Pedro para hablarle a Juan, así que sin falsos orgullos reconozco que el Presidente Uribe se dirige a mí y debo abonarle que por primera vez no leo en sus palabras ningún adjetivo insultante de carácter personal. Algo avanzamos, sin duda. Entiendo que a manera de respuesta, el Doctor Álvaro Uribe compendia el conjunto de sus más reiteradas manifestaciones de inconformidad con el proceso de La Habana, por conocidas no menos interesantes.

Pero igualmente incisivas y sesgadas. No basta, aunque contradigamos un viejo refrán de oscuros orígenes, repetir cien veces algo que no es cierto para convertirlo en verdad. De ello una inmensa mayoría de colombianos se convence cada día más. La exigencia de una previa concentración supervisada, muy probablemente hubiera hecho imposible lo que hoy avanza de manera inexorable. Nunca fuimos una fuerza derrotada, Usted mejor que nadie lo sabe.

Si algo hemos aprendido durante todos estos años de conversaciones con el gobierno nacional, y de interlocución con centenares de personalidades y gentes sencillas de todo el mundo, es que cuando se va a dialogar para consensuar una salida civilizada, resulta imposible imponer las propias aspiraciones. No se trata de renunciar a ideas y principios, pero sí de apelar a la sabiduría de hacer mutuas concesiones en aras de alcanzar el objetivo más valioso, la paz.

La guerra carecería de sentido si su objetivo no fuera la derrota final del adversario, imponerle por la fuerza de las armas la propia voluntad. Eso nos ha llevado a 52 años continuos de cruenta confrontación que nos resultaron insuficientes para vencer al Estado colombiano. Tampoco el Estado pudo reducirnos, pese al apoyo financiero y militar de los Estados Unidos y a la más cerrera voluntad de victoria exhibida por sucesivos gobiernos, particularmente el suyo.

Entonces la vía de las conversaciones para acordar una paz sin vencedores ni vencidos, ya no puede ser la del todo o nada. Hay que escuchar las razones de la contraparte, hacer gala del talento suficiente para comprender que así no se comparta lo expuesto por el interlocutor, es necesario encontrar puntos de acuerdo con él. Lo contrario significa la guerra, y el reconocimiento de su crueldad e inutilidad es lo que nos ha conducido a buscar la paz mediante el diálogo.

Nosotros fuimos constreñidos a aceptar que las conversaciones se produjeran sin cese de fuegos, so pena de que no hubiera mesa de diálogos. Y sabíamos bien que el objetivo del Estado era obligarnos con bombas y metralla a aceptar un sometimiento. La desventaja era doble para nosotros, poníamos los muertos, cualquier acción militar nos sería restregada en la cara, mientras que las autoridades y la gran prensa se regodearían con cada matanza de guerrilleros.

Aún así, fuimos a la Mesa, porque sabíamos que en Colombia habitaba ya el rechazo masivo a la guerra, porque comprendíamos que para el pueblo colombiano no había un bien más supremo que la paz. Usted sabe bien que de entrada el gobierno arrojó el cadáver del Camarada Alfonso Cano a nuestros pies. Ojalá algún día Usted comprendiera la fuerza moral que implica seguir conversando cuando a uno le hacen eso, cuando lo provocan de modo tan bajo.

¿Había una forma más seria de generar credibilidad y confianza en nuestra vocación por la paz? Estamos más que seguros de que así lo entendió la mayoría de la gente en nuestro país y el exterior. Usted, Doctor Uribe, se enfureció muchas veces tras visitar las instalaciones sanitarias de la fuerza pública en medio de la confrontación, lo aterraba el número de bajas del Ejército. Vaya hoy, y repita que las FARC seguimos mintiéndole al país con nuestro cese el fuego unilateral.

Doctor Uribe, para que la ciudadanía en Colombia pueda inferir que las FARC somos ajenas a cualquier delito cometido, necesitamos también de su sensatez, que Usted y los de su movimiento político acepten con cordura realidades incontrastables. Una década atrás, cuando se acercaba el fin de su primer período en la Presidencia, las condiciones de criminalidad, terror paramilitar, falsos positivos y demás eran exponencialmente superiores a lo que vive hoy el país.

Vale la pena empezar por revisar el vocabulario y hacerlo acorde con las cifras reales al respecto. En mi modesto parecer, los colombianos están cansados de sus palabras tan subidas de peso y tono, pánico ciudadano, control territorial terrorista, incremento de la criminalidad, capacidad criminal, tiranía, chantaje, impunidad. No quisiera parecer grosero, cuando pretendo llamarlo al diálogo, pero si nos vamos a eso, qué tal Colombia diez años atrás.

Doctor Uribe, el acuerdo de Jurisdicción Especial para la Paz ha sido aplaudido hasta por la Corte Penal Internacional. Es cierto que resulta imposible dejar satisfecho absolutamente a todo el mundo, pero cuando el gobierno de los Estados Unidos, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el gobierno suizo e incontables estudiosos se pronuncian satisfactoriamente al respecto, no crea Usted que la astucia de las FARC es capaz de engañar a tanto iluso.

Concita permanentemente Usted la inconformidad de las Fuerzas Armadas, echando mano a argumentos que si los examinamos con detenimiento no resisten el mayor análisis. Yo sé que lo que voy a decirle puede parecerle una herejía, pero todo el mundo civilizado reconoce hoy que los encargados de hacer cumplir la Constitución y las leyes, los derechos consagrados por estas, son quienes mayor responsabilidad tienen cuando pasan sobre su deber para violarlas.

En eso consiste un Estado de derecho, entiendo. La legitimidad de cualquier Estado o gobierno deriva del respeto a la legalidad por parte de sus autoridades. Cuando la sal se corrompe no hay nada que hacer. Indudablemente, un importante sector de los mandos militares y policiales se hayan comprometidos en graves violaciones a la ley. Pues bien, la Jurisdicción Especial para la Paz les reserva un trato indulgente a cambio de la verdad sobre lo ocurrido.

¿Por qué razón hay que temerle tanto a la verdad, doctor Uribe? Nosotros vamos a poner la cara y a responder. Y sabemos que si faltamos a la verdad nos esperan hasta 20 años en prisión. Un criterio equivalente se aplicará para las fuerzas armadas oficiales, con quienes incluso se podría ser más estricto por su posición legal. Irlanda del Norte, Suráfrica y otros procesos de reconciliación nos enseñan que la paz es un bien superior por el que valen todos los sacrificios.

Los muertos y los atropellos nos duelen a todos. Nos anima el propósito de ponerles definitivamente fin en nuestra patria. Pero seamos objetivos, no busquemos tan solo la paja en el ojo ajeno. Por eso le insistimos, Presidente. No pensemos sólo en la empresa privada, el interés público cuenta más, sin arrollarla por ello. Con la paz ganamos todos, con ella no habrá perdedores. Ave María, doctor Uribe, conversemos, Usted tiene un puesto en el nuevo país.

Timoleón Jiménez
Comandante Estado Mayor Central de las FARC-EP
La Habana, 16 de mayo de 2016.

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Diálogos de paz
Uribe pateó la mano extendida por las FARC EP con insultos y falacias
Por: Camilo Raigozo. Notimundo

El pasado 14 de mayo, el máximo comandante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia Ejército del Pueblo, FARC EP, ‘Timoleón Jiménez’, le envió una carta pública al presunto cabecilla paramilitar Álvaro Uribe, alias “Sanguijuela”, en la que lo invitó a dialogar y a que participara en los diálogos de paz de La Habana. Lea aquí la carta de 'Timochenko' a Uribe.

Sin embargo la bajeza, la cobardía y la sed de sangre de Uribe y su pandilla, en la está incluido el proparamilitar y actual procurador Alejandro Ordoñez, no solamente le impidieron aceptar la cordial invitación del grupo insurgente, sino que la rechazó mediante improperios y falacias.

“Haber adelantado el diálogo sin cese de actividades crimínales, verificable a través de la concentración supervisada, ha contribuido al aumento de la criminalidad y a la desconfianza en el proceso, ya que, sin esa concentración, se negó a la ciudadanía el derecho de inferir que Farc, con buena fe en la paz, era ajena a cualquier delito cometido”, dice un aparte de la contestación de Uribe.

A continuación la transcripción integral de la respuesta de alias “Sanguijuela” al comandante “Timochenko”:


Los medios de comunicación han informado sobre una carta que me ha dirigido el médico Rodrigo Londoño (Timoleón Jiménez), cabecilla de FARC.

Mis compañeros del Centro Democrático y mi persona, desde 2012, hemos expresado nuestras preocupaciones sobre las condiciones en que se han desarrollado los diálogos de La Habana y los contenidos de los acuerdos.

Haber adelantado el diálogo sin cese de actividades crimínales, verificable a través de la concentración supervisada, ha contribuido al aumento de la criminalidad y a la desconfianza en el proceso, ya que, sin esa concentración, se negó a la ciudadanía el derecho de inferir que Farc, con buena fe en la paz, era ajena a cualquier delito cometido. La exigencia seguramente habría demorado la iniciación del diálogo, pero este habría generado más credibilidad.

A ese aumento de la criminalidad también ha aportado el anuncio de impunidad total, plasmado en el acuerdo de justicia, que ha animado la expansión de los grupos delictivos y el incremento de delitos. Han crecido la extorsión; el control territorial terrorista sobre el pánico de ciudadanos que carecen de confianza en las autoridades; y, el narco tráfico que en los últimos 3 años ha ascendido de 43000 hectáreas de cultivos ilícitos a 159000. En números aproximados, Farc ha pasado de 6800 integrantes a más de 17000; el ELN recuperó la capacidad criminal, sus uniformes sirven a integrantes de Farc y la tiranía de Venezuela lo utiliza para chantajear al Gobierno de Colombia; y, las bandas criminales son cinco veces más grandes.

Si con el solo anuncio la impunidad se ha generado más crimen, qué podremos esperar cuando ya se haya implementado!

Vale recordar que el Gobierno ha aceptado al narco tráfico como conexo con el delito político, por ende sin cárcel ni extradición pero con elegibilidad política. Y en cuanto a las conductas que se aceptarían como atrocidades, el Gobierno dice que no hay impunidad porque los responsables serían investigados, juzgados y les impondrían sentencia. Sin embargo, la aceptación temprana de responsabilidad evitaría la cárcel.

En los anteriores términos el acuerdo genera ejemplo para que haya más violencia y no garantiza estabilidad. La impunidad es partera de nuevas violencias y dificulta el perdón sincero.

Desde la aproximación del Derecho Internacional son evidentes los riesgos de inestabilidad del acuerdo, no porque los guerrilleros de base no vayan a la cárcel, lo cual se acepta, pero si por falta de una reclusión carcelaria a los cabecillas, así sea relativamente corta. Se tipificaría la falta de castigo adecuado, sin que ese requisito lo pueda suplir la restricción de movilidad y de residencia, temas en los cuales la Farc ha contradicho al Gobierno, y presentan una ambigüedad generadora de dificultades posteriores.

La reclusión carcelaria, como parte del castigo adecuado, surge de la Corte Penal Internacional y también de la Convención Americana de Derechos Humanos. No obstante que nuestra democracia, atacada por el narco terrorismo, no es comparable con conflictos entre civiles en armas y dictaduras del continente, debe tenerse en cuenta que las leyes de punto final han sido derogadas, están cuestionadas en sus países o son inaplicadas. En Colombia se avanza hacia una ley de punto final con el disfraz de condena retórica, sin cárcel, a los responsables de atrocidades.

Desde el Derecho Interno la insostenibilidad del texto de La Habana se hace más evidente con el abuso del Gobierno de pretender llevarlo a normas inmodificables de la Constitución por la vía de los convenios de Ginebra, que no son para legalizar al terrorismo sino para humanizar conflictos, inicialmente internacionales.

A lo anterior se suma la elegibilidad política sin importar la atrocidad del delito, en contravía de la prohibición que es tendencia de la democracia, que no se desvirtúa por la discusión judicial en España para permitir que un integrante de ETA sea elegido después de estar varios años en la cárcel.

No es cierto que se proteja a las víctimas. El Gobierno ha permitido que Farc no aporte un peso para repararlas. Además, la impunidad total niega la reparación superior que es el derecho a la no repetición de la violencia.

Invocar el derecho restaurativo en favor de las víctimas para justificar la falta de cárcel a los responsables de atrocidades es injusto y peligroso: sin castigo carcelario, punitivo, se impide la disuasión del criminal que es objetivo del derecho restaurativo.

Nuestras Fuerzas Armadas de la Democracia han sido igualadas con el terrorismo. El acuerdo de justicia pone de igual a igual a los comandantes institucionales con los cabecillas de Farc, cuando la misión de los primeros es la protección de la ley y del ciudadano, y la de Farc es el delito, así lo encubran con la pretensión del derecho a la rebelión.

Sometidos civiles y militares a los jueces escogidos con intervención de Farc, para evitar el riesgo de ir a la cárcel muchos preferirán reconocer un delito incluso no cometido. Hemos insistido en la propuesta de una solución independiente para las Fuerzas Armadas, con alivio judicial y sin impunidad.

Imposible entender que el Gobierno trate a un grupo como actor político y tolere que continúe con el reclutamiento de menores y de jóvenes.

Hemos expresado nuestra preocupación por los riesgos para la economía privada que se derivan del texto de La Habana. Creemos que la pobreza de Colombia no es por culpa de la empresa privada sino por falta de más empresa privada con todas las posibilidades de inclusión. A diferencia de Chávez que inicialmente ocultó su castrismo, Farc presenta el fracasado Socialismo del Siglo XXI como cartabón doctrinario para excusar sus delitos. Las prácticas del Gobierno, restrictivas a la empresa privada, perfilan agravarse con la implementación del texto de La Habana.

Nuestras preocupaciones y alternativas están por escrito, ninguna audiencia han tenido en el Gobierno ni en las mayorías parlamentarias. El Gobierno nos conmina a adherir a La Habana para lo cual no ahorra formas de intimidación.

Recientemente las examinamos en detalle con Kofy Annan, Ex Secretario de Naciones Unidas, quien nos anunció transmitirlas a la Farc. Las hemos hablado en detalle con el doctor Álvaro Leyva, con el señor Aronson, delegado de los Estados Unidos, quienes también pueden ser portadores ante Farc, así no las compartan.

Que el Gobierno imponga los textos de La Habana, fuerce su incorporación a la Constitución y al Ordenamiento Jurídico, valido de simulada juridicidad con notoria ilegalidad y desdén por la democracia, causa incertidumbre política y la posibilidad que cambios en el futuro los deroguen.

La paz no está en discusión, están en discusión su eficacia, su sostenibilidad y el riesgo para nuestra democracia,

Álvaro Uribe Vélez
Montería, Mayo de 2016

domingo, mayo 15, 2016

Diálogos de paz
Con grandeza y generosidad las FARC EP le vuelven a tender la mano de la paz a Uribe
Por: Camilo Raigozo. Notimundo

En una carta abierta el máximo comandante de las FARC EP, 'Timoleón Jiménez', con actitud de grandeza y generosidad, vuelve a tenderle la mano de la paz al presunto cabecilla paramilitar y senador Álvaro Uribe, quien lidera un grupo belicista que se alimenta de la guerra y se opone a la paz entre los colombianos.

"¡Ya nunca más violencia y miedo en nuestra tierra, doctor Uribe Vélez! Por caridad, ¡no más viudas y huérfanos adoloridos!", le pide 'Timoleón Jiménez'. Sin embargo conociendo la bajeza y el espíritu cobarde y pendenciero de Uribe, se prevé una respuesta insultante y agresiva.  

A continuación el texto íntegro de la misiva:


Doctor Uribe, conversemos tranquilamente
Por: Timoleón Jiménez

En 2010, a pocos meses de iniciado el período presidencial de Juan Manuel Santos, tuvimos conocimiento en las FARC del interés del nuevo gobierno por abrir conversaciones de paz con nosotros.

Eso quiere decir que desde los primeros contactos secretos que posibilitaron el encuentro exploratorio, han transcurrido poco menos de seis años. Durante ese trecho ha germinado la esperanza y ya palpita muy cerca la firma de un Acuerdo Final de Paz.

Ha sido un tiempo largo dedicado a la reflexión, a la revisión de conductas, a la aproximación de temas, al estudio, al conocimiento de verdades, al intercambio con las víctimas.

Hemos examinado temas de gran interés con prestantes personalidades nacionales y extranjeras, políticos, filósofos, hombres de Estado, jerarcas de la Iglesia Católica y de otras confesiones, juristas, funcionarios de la Corte Penal Internacional, científicos y excombatientes rebeldes de todos los continentes.

Hemos intercambiado con ex militares nacionales y extranjeros, con oficiales en servicio de la patria, miembros de la Policía Nacional, empresarios del campo y la ciudad, representantes de innumerables organizaciones sociales y políticas, congresistas, directores de medios, funcionarios de la ONU y otras entidades internacionales, regionales y locales.

Hablamos con enviados especiales de los Estados Unidos, la Unión Europea y el Congreso Nacional Africano.

Antiguos jefes de Estado y de gobierno también se han reunido con nosotros. Hemos aprendido de todos y cada uno de nuestros interlocutores, al tiempo que todos han escuchado y recibido nuestras experiencias con bondad y comprensión.

Muchos nos han dado a conocer sus preocupaciones y reservas. Pero en su conjunto ninguno ha dejado de animarnos a perseverar en la búsqueda de la paz por las vías del diálogo y la reconciliación.

Todos nos han repetido la lección, con odios no se llega a ninguna parte. Tenemos muy claro que la pasión y la polarización son malas consejeras, que nadie es dueño de la verdad absoluta, que la paz es una construcción colectiva.

Todos los hombres y mujeres de Colombia debemos aportar a su concreción. La paz no solo debe ser mirada desde la propia experiencia, también es necesario proyectarla con vista a las futuras generaciones, al país mejor del mañana.

En La Habana se acordó un mecanismo especial de justicia, ante el cual todos los vinculados directa o indirectamente al conflicto deberán responder por sus actos. Eso nos incluye a nosotros.A la luz del derecho de los Derechos Humanos, el Derecho Internacional Humanitario y el Estatuto de Roma.

Nos hemos acogido a los principios y estatutos de Naciones Unidas, a los tratados y convenciones internacionales sobre derechos humanos. No hemos evadido nada.

Es por eso que después de todas las tragedias sangrientas ocurridas en Colombia, tras sufrir en carne propia la muerte de propios y extraños, sentimos el derecho de pedir en nombre de la civilización, en nombre de las incontables víctimas, ¡ya no más muerte y horror para la patria!

¡No más guerra, en nombre de nuestros hijos y de los hijos de todos! ¡Ya nunca más violencia y miedo en nuestra tierra, doctor Uribe Vélez! Por caridad, ¡no más viudas y huérfanos adoloridos!

A todos aquellos que por diversas razones se sienten dejados a un lado por los diálogos de La Habana, a usted mismo, doctor Uribe, los invitamos del modo más comedido a deponer prevenciones.

No es justo concluir con tanto desparpajo que los acuerdos alcanzados sin su presencia constituyen una traición a la patria, ni cabe continuar alimentando en la mente de parte importante de la población colombiana el rencor y los ánimos de venganza.

Los ocho años de su gobierno, doctor Uribe Vélez, hubieran podido ser de paz, pero se fueron en la más intensa confrontación de la historia nacional. Cuánta muerte, desolación y miserias ocurrieron por cuenta de ella.

No debe olvidarse que pese a eso no se nos pudo vencer. Y si no se nos derrotó en la guerra que enlutó a Colombia, emerge entonces la opción de la paz, que no es otra cosa que la derrota de la injusticia, la desigualdad y la violencia política.

La paz no apunta contra nadie, contra ningún partido o movimiento político, contra ningún trabajador colombiano, sea este de derecha o izquierda.

Que arroje la primera piedra aquel que habiendo tenido responsabilidades de Estado en el pasado, pueda clamar que no tiene nada que ver con lo sucedido, o que las cosas ocurrieron sin que él se percatara. Presidente Uribe, estamos dispuestos a conversar tranquilamente con Usted sobre el futuro de nuestra nación.

En La Habana, o en lugar de Colombia que usted prefiera, contando desde luego con las garantías de seguridad suficientes para nuestro traslado y estadía en suelo patrio.

Discutamos sobre su llamado a la resistencia nacional contra la paz, producido sin haber escuchado a quienes tanto combatió por tierra, mar y aire sin vencerlos. Nosotros provenimos de la resistencia a la violencia, a la injusticia y la impunidad. Precisemos entonces el significado del término.

Cuánta sangre, cuántas lágrimas, cuánta desolación le han dejado a nuestro país llamados semejantes a los que Usted viene haciendo. Es cierto que siempre se sabe cómo comienzan las cosas, pero nadie es suficientemente sabio para saber cómo van a terminar.

Es fácil azuzar la violencia desde cómodas habitaciones en los barrios altos de la ciudad, cuando los muertos caen en los campos y son hijos ajenos de gentes anónimas.

La resistencia iniciada por Manuel Marulanda Vélez, Jacobo Arenas y cuarenta y ocho campesinos en Marquetalia comienza a quedar atrás por quienes aceptamos convertirnos en constructores de paz y reconciliación.

Lo acordado hasta hoy en La Habana, más lo que se irá anunciado en plazos próximos, conseguirá por fin hacer sonreír a Colombia, sin olvidar su pasado y sus víctimas. La calidad de acuerdo especial configura ni más ni menos que el cimiento del Nunca Más.

Lo queremos a Usted sentado a la Mesa de la Reconstrucción y Reconciliación Nacional. No a la mesa del capricho personal o las exigencias carentes de generosidad.

Continuemos la marcha a partir de lo alcanzado que ya aplauden las naciones de todos los continentes, que responde al derecho de gentes, a tratados internacionales que hacen parte del bloque de constitucionalidad de la República, que aplauden mandatarios de todo el mundo y hasta el Papa Francisco.

Proponemos al país entero un acuerdo político para reordenar entre todos la nación colombiana. Nadie quedaría por fuera, queremos que Usted sea partícipe de él, doctor Uribe, conversemos.

Fue Usted un formidable adversario que nunca nos dio cuartel, pero como ve, seguimos aquí, en la brega, trabajando incansables por la nueva Colombia. Venga esa mano, le extendemos la nuestra con un ramo de olivo. La paz sí que merece dejar atrás orgullos. Resuélvase.

Timoleón Jiménez
Comandante del Estado Mayor Central de las FARC-EP
La Habana, 14 de mayo de 2016.

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