jueves, junio 12, 2008

Pedro Antonio Marín: un hombre llamado ‘ Tirofijo’
Por: Yezid Arteta Dávila*. Ex combatiente de las Farc. EP., abogado y escritor

Cuando un grupo de diputados franceses, durante las negociaciones del Caguán, fueron hasta el campamento de “Tirofijo” para discutir sobre la situación de Colombia, de repente se sorprendieron al observar que el jefe de las FARC se levantó de la mesa, introdujo una mano en el bolsillo de su pantalón de dril, extrajo un puñado de granos de maíz y luego los arrojó a unas gallinas que merodeaban por los alrededores.


Esta anécdota que, relató a la periodista Patricia Lara
[1], el diplomático francés Daniel Parfait, es la metáfora más fiel para definir al hombre que fundó y dirigió por espacio de 44 años a la guerrilla más antigua del hemisferio occidental: el revolucionario Manuel Marulanda Vélez – su nombre de guerra – jamás dejó de ser el campesino Pedro Antonio Marín nacido el 13 de mayo de 1928 en la población cafetera de Génova.

Eran los primeros días del mes de diciembre de 1984 cuando lo conocí en el legendario campamento “La Caucha”. El cuartel lo componía una casa de varias habitaciones, construida en madera aserrada y techada con láminas de zinc, además de cuatro o cinco barracas que alojaban a los guerrilleros.

En aquel lugar, atravesado por una diáfana quebrada que desemboca en el río Duda, se hallaba el mando central de las FARC, el selecto grupo de jefes insurgentes que de acuerdo a los planes aprobados en la Séptima Conferencia realizada en 1982 estaba llamado a dirigir la estrategia de guerra contra el Estado hasta su derrocamiento, y reemplazarlo por un gobierno popular.

Han pasado desde entonces 24 años y la guerra colombiana no parece tener un final cercano. Desde la creación de la República en 1819, Colombia ha parido sólo dos hombres que han combatido de forma casi continua por más de medio siglo.

El primero de ellos fue el aristócrata payanés Tomas Cipriano de Mosquera que se enroló desde los 16 años a las filas del ejército del Libertador, batiéndose en una y otra guerra hasta un poco antes de su muerte.

El otro fue el agricultor Manuel Marulanda Vélez, quien se alzó en armas, casi sin interrupción, contra quince gobiernos, una junta militar y una dictadura. Mosquera y su ejército sedicioso derrocaron al gobierno de Ospina Rodríguez en 1861.

Marulanda murió sin haber visto que su proyecto insurgente se alzara con el poder. Coincidencialmente, ambos jefes militares murieron días antes de cumplir sus ochenta años.

La vida de Marulanda es la historia de Colombia en el último medio siglo. A diferencia de la mayoría de líderes mundiales que mueren asesinados por algún fanático, en el lecho de una sofisticada clínica, en mansiones rodeados por sus más cercanos colaboradores o en una elegante funeraria atestada de familiares que se disputan una jugosa fortuna, “Tirofijo” murió en un cambuche construido con varas, palmas y helechos de la selva, esa misma maraña de árboles milenarios, bejucos y hojarascas que por espacio de varias décadas lo protegieron de los enemigos que lo buscaban incesantemente para matarlo.

No puedo olvidar la impresión que me llevé aquella mañana que arribamos al cuartel general de las FARC en compañía de un guía que arriaba una recua de mulas cargadas con víveres para los guerrilleros, y Camilo, un músico natural de Neiva quien se reincorporaba a las filas luego de haber purgado en prisión una condena por rebelión y que meses después encontraría la muerte en combate en un paraje del Magdalena Medio.

Allí, frente a mis ojos, estaban los que para esos días eran leyenda: Manuel Marulanda Vélez y Jacobo Arenas. Y digo que me sobrecogí porque ya en ese entonces, aún para los que mismos comunistas, “Tirofijo” era un mito que pesaba en el imaginario de los colombianos. Además de los dos históricos jefes insurgentes estaban allí Alfonso Cano y Raúl Reyes.

Yo había decidido en aquel entonces abandonar las luchas universitarias en Barranquilla para unirme a las huestes de las FARC, y fue justamente a Manuel Marulanda uno de los primeros guerrilleros que vi armado: portaba una carabina M-2 de fuego selectivo terciada sobre su hombro izquierdo, el mismo tipo de arma que inmortalizara el “Che” Guevara en la quebrada del Yuro donde fue emboscado y herido.

En Vivir para contarla[2], Gabriel García Márquez relata un episodio del que fue testigo en compañía del fotógrafo Daniel Rodríguez, ocurrido en la región de Villarrica por allá en los años cincuenta cuando se desempeñaba como periodista en el diario El Espectador.

Recuerda el Nóbel la emboscada contra un destacamento de soldados de la dictadura de Rojas Pinilla realizada en un paraje rural del municipio por un embrión guerrillero del Tolima dirigido por un muchacho de veintidós años que hacía “carrera en su ley”.

Cuarenta y tantos años después “Tirofijo” fue consultado en su campamento de guerra acerca de aquel episodio y dijo no recordarlo. No es así, Marulanda lo recordaba todo, simplemente quería minimizar, para no decir que esconder, su papel en la conducción táctica del combate, pues no era amigo de referir sus proezas militares (que se pueden contar por montones) porque su espíritu era de grupo, de acción colectiva.

“Tirofijo” fue dueño de una memoria prodigiosa. Podía recordar en detalles cada roca, cada árbol, cada riachuelo que cruzaba un camino que recorrió hacia montones de años.

Muchos mandos medios llevaron a cabo celadas exitosas contra la fuerza pública empleando estrictamente las instrucciones que les proporcionaba Marulanda, quien les decía en qué lugar debían emboscar a los francotiradores, qué recodo del camino debían sellar para que no escapara la patrulla, dónde ubicar al grupo de asalto o el de corte, en fin, el zorro “Tirofijo” tenía calcada en su memoria el teatro del combate aún cuando estuviera a centenares de kilómetros del lugar o hubiera dejado de transitar por allí cuarenta años atrás.

“Tirofijo” se destacó como un guerrero entregado totalmente a sus hombres. Vivió como un espartano, con lo justo para sobrevivir en las duras condiciones de la guerra de guerrillas, compartiendo con su tropa cada una de las vicisitudes de la trashumancia guerrillera.

Enseñando a cada combatiente desde lo más elemental, tal como la manera en que se debe cortar una cebolla para sazonar la carne de un cerdo, hasta la complejidad de una emboscada cuya relación era de 10 a 1.

“Tirofijo” jamás creo distancias entre él y sus hombres, y así lo recuerdo, cuando una madrugada en La Caucha nos comentaba con lenguaje sencillo, sin pretensiones y arandelas, la decisión de las FARC de permitir la incorporación masiva de jóvenes estudiantes a las estructuras rurales, rompiendo con el viejo mito de que los “urbanos” no eran capaces de asimilar los vórtices de la lucha armada en el campo.

Quienes lo escuchamos con inusual atención, compartíamos la misma ración de arepa y chocolate que él comía, sentados sobre unos troncos fijados en horcones.

Cuando se iniciaron los diálogos en el Caguán con el presidente Pastrana en enero de 1999, más de medio centenar de guerrilleros procedentes de distintos frentes y columnas éramos prisioneros en la Cárcel Nacional Modelo de Bogotá.

Seguíamos los sucesos relacionados con la negociación a través de la televisión, de manera que podíamos ver las imágenes de los voceros de las FARC, y naturalmente la recia figura de Manuel Marulanda. Algunos de los prisioneros hacían notar que “Tirofijo” asistía a cada uno de los eventos luciendo una camisa a cuadros de colores azul y blanco.


Lo más quisquillosos se ruborizaban de este hecho, pues mientras los voceros oficiales vestían diversos y elegantes atuendos, el jefe de un sólido ejercito guerrillero aparecía en escena siempre con la aludida camisa, al parecer la única que guardaba en su mochila de campaña, y reservada para la ocasión.

Este simple hecho que, para algunos prisioneros era motivo de vergüenza, es por el contrario una demostración del hombre ajeno a las veleidades y la vanidad, un jefe revolucionario que le tenía sin cuidado su imagen exterior puesto que para él lo esencial era su pliego de reivindicaciones.

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En estos tiempos de imágenes mediáticas, de poses superfluas y expresiones corporales estudiadas, no hay duda de que el guerrillero más antiguo del mundo era lo opuesto a todo ello, una especie de outsider a su manera.


La muerte de “Tirofijo” se produjo a consecuencia de un infarto cardiaco, tal y como reza el comunicado oficial de las FARC leído en forma grandilocuente por Timochenko uno de sus discípulos que se forjaron en la “Operación Cisne 3”
[3] que se libró en la histórica región del Guayabero.

El cadáver de Marulanda Vélez, ha sido el trofeo más preciado por varias generaciones de militares colombianos, todo oficial o suboficial del ejército soñó alguna vez con “darlo de baja en combate”.


“Tirofijo” demostró ser más listo que sus perseguidores, y vaya que lo fue, pues más de medio siglo peleando y escabulléndose de las trampas que le tendían sus enemigos es, en el terreno militar, una verdadera hazaña, sobretodo cuando la guerra en Colombia ha sido de verdad y no de mentirillas.


Su muerte no deja de ser una representación alegórica de las dos grandes utopías que hoy persisten en Colombia a pesar de la muerte violenta de millares de ciudadanos por razones del conflicto. Una es la quimera que Marulanda ha dejado de herencia a sus sucesores y que pretende imponerse mediante un triunfo militar que le arrebate el poder a la rancia y codiciosa oligarquía colombiana.


La otra es la fantasía de los guerreristas del establishment que sueñan con minar en forma definitiva la capacidad de combate de los alzados hasta verlos forzados a firmar su rendición incondicional. Lograr un punto de encuentro entre estas dos posturas maximalistas podría ser la llave que permita transformar y construir la paz en Colombia.


En un país de saltimbanquis, donde la dirigencia política le tiene sin cuidado realizar cualquier tipo de maroma para obtener sus réditos particulares, una sociedad que reproduce sin vergüenza alguna las más abyectas prácticas arribistas, la figura de “Tirofijo” parecería exótica.


Marulanda fue un hombre testarudo que jamás renunció a su programa de transformación agraria, lo que prueba su tesitura, independientemente de que se compartan o reprochen los métodos empleados para lograrlo.

Es una lastima que la dirigencia del país, obnubilada por los prejuicios de linaje y su arrogancia intelectual, no percibieran que detrás del ejercito que comandaba Marulanda se encontraban unos agravios íntimamente ligados a la tenencia de la tierra y a la persecución por sectarismo político.

Los discursos de la “modernidad” miraron a “Tirofijo” como a un raro animal en extinción, lo trataron de “dinosaurio”, de “chusmero”, de “forajido”, de “antisocial”, de “bandido”, mientras tanto él seguía reclutando campesinos en la frontera agrícola, en la punta de la colonización, en la Colombia de fábulas y mitos, en lo profundo, allá donde la historia se trasmite de modo oral.


Antes de escuchar y corregir los orígenes de las demandas campesinas, los centros de poder se emplearon a fondo por eliminarlo. El resultado es lo que sabemos: una guerra sin cuartel y sin reglas.


En la vida errante del guerrillero, donde se caminan miles de kilómetros durante días y años sin llegar a ninguna parte, el hecho de llevar una libra de más o de menos en la mochila adquiere una enorme relevancia. Menciono este detalle porque marchar al lado de Marulanda implicaba una serie de condicionamientos derivados de la rusticidad, o mejor, de la autenticidad de su carácter.


La columna que caminaba con “Tirofijo” debía cargar un pesado molino para triturar el maíz, pues no permitía que las arepas que consumían él y sus hombres se hicieran con harinas elaboradas. Gustaba de tener animales de huerta en sus campamentos tales como gallinas o cerdos, y escuchar el canto de un gallo rompiendo la madrugada.


Por razones tácticas y de respeto al orden de la naturaleza misma, sus subalternos tenían la prohibición terminante de cortar las raíces de los bejucos que se elevaban por los tallos de los árboles hasta entramarse sobre los copos, pero además no permitía la tala de bosques sin justificación o la cacería de animales del monte, salvo en caso de extrema necesidad, esto es, para alimentarse en aquellos períodos donde la supervivencia de sus combatientes dependiera de ello.

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Estas actitudes de Marulanda no eran el resultado de un discurso aprendido en torno al respeto al hábitat, ni tampoco una pose glamorosa alrededor del consumo de alimentos orgánicos, sino más bien una actitud connatural a un hombre de costumbres sencillas, la de los campesinos, aquellos que lo veían pasar por sus míseros ranchos, y sin embargo no lo delataban, no tanto por el temor que ello implicara, sino porque “Tirofijo – como lo nombraban – era la representación misma de su marginalidad, lo veían como el “último mohicano” que resistía, el residuo de aquellos tiempos turbulentos de la violencia partidista, donde el sólo hecho de ser un desdichado labriego, liberal o conservador, era motivo suficiente para morir con la cabeza cortada a machete.

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Por esta razón, muchos campesinos se ufanaban de conocerlo o mentían entre ellos de haberlo visto algún día pasar por su granja, porque en últimas la figura tosca y perseverante de “Tirofijo” era la encarnación de los ilusiones de ellos mismos.


La biografía de Manuel Marulanda Vélez, cuando aún era el agricultor Pedro Antonio Marín podría ser francamente aburrida para aquellos lectores que gustan de folletines y de historias románticas, con pasajes plenos de aventuras extravagantes y viajes exóticos. Lo único que se sabe por boca de su centenaria tía Ana Francisca Marín es que de niño era un excelente e invencible jugador de trompo.


Que después apareció en una lista que por error el dirigente conservador de Génova Floro Yépez Gómez había dejado en el bolsillo de un saco de leva que envió a una lavandería de vapor.

“Liberales para matar” titulaba el papel encontrado por el lavandero, donde por supuesto estaba el nombre de Pedro Antonio Marín, y tachados por una cruz los que ya se habían cargado. “Desde que se fue con la chusma de Modesto Ávila ni más lo he vuelto a ver” le contó la anciana mujer que, cumple 101 años y vive en un barrio popular de Armenia, al periodista de El Espectador Miguel Ángel Rojas[4]

Continuar...

Quienes realmente convirtieron a Pedro Antonio Marín, tan pobre de solemnidad hasta ese entonces, en un auténtico personaje de biografía fueron los “ilustres” gobernantes de la época que se les ocurrió la brillante idea de que un pequeño grupo de campesinos analfabetas que gestionaban una comuna agrícola en el culo del mundo, eran la rediviva versión criolla de los bolcheviques que tomaron por asalto el palacio de invierno en San Petersburgo.

Eso fue en 1964, y lo atacaron, él se defendió con 48 hombres que le acompañaban y años después obligó a los descendientes de los agresores a negociar con una organización que reunía unos 20.000 combatientes a principios de 1998.

Sin embargo “Tirofijo” nunca se tomó en serio aquello de que era un importante dirigente revolucionario de América Latina, y siguió llevando al cinto una cubierta “chaparraluna” que guardaba un machete de dieciocho pulgadas, de las mismas con las que limpiaba la maleza en sus años mozos, cuando jornaleaba por unos cuantos reales, en las haciendas cafeteras del viejo Caldas.

Ni siquiera Marulanda hacía referencia al hecho de que el más grande icono mundial de todos los tiempos Ernesto “Che” Guevara lo mencionara de manera relevante en el famoso Mensaje de la Tricontinental escrito de su puño y letra en el año de 1966, y publicado al año siguiente, cinco meses antes de su muerte en Bolivia[5].

Manuel Marulanda Vélez no se tragó el cuento de la fama que lo presentaba como el “guerrillero más antiguo del mundo”, y a diferencia de los jóvenes combatientes que ostentaban vanidosamente ante las cámaras de televisión sus uniformes de campaña camuflados y sus fusiles de asalto, él seguía siendo el mismo Pedro Antonio Marín, por allí, conversando con un ordeñador de vacas acerca de la manera de curar la pata de un ternero que cojeaba.

Sin portar charreteras, calzando sus botas de arriero, su pantalón de dril barato y su camisa a cuadros de cuatro pesos, hacia poner en aprietos a los más encumbrados generales de la república aprisionados en sus lustrosos uniformes de fabricación estadounidense.

Pareciera que “Tirofijo” no era conciente de lo que representaba, que a pesar de que su fotografía aparecía en la primera plana de los más importantes periódicos del mundo, y que sus imágenes eran presentadas una y otra vez en vivo y en directo por las grandes cadenas de televisión por cable, su cotidianidad proseguía igual, como sí todavía fuera el pobre muchacho campesino que se fue con la “chusma” de Modesto Ávila porque los conservadores lo andaban buscando para matarlo.

“Tirofijo” ha muerto físicamente el 26 de marzo según explica el comunicado leído por Timochenko. De inmediato el ministro de Defensa ha dicho públicamente que el alma de quien fuera el fundador y jefe máximo de las FARC se encontraba desde ese día en el infierno (lo condenó a las tinieblas sin haber hecho escala en el purgatorio). Del comentario realizado por el ministro se ha de colegir que el paraíso está reservado para él y el suyos.

Para desgracia de Colombia, las grandes y encumbradas familias que sucesivamente se han repartido el botín, y que desde luego, sus alforjas están repletas, se han reservado el derecho de mandar no sólo en la tierra sino también en el más allá, arrebatándole atributos que hasta ahora se había guardado para sí, el mismísimo dios.

No hay duda de que la soberbia de los poderosos es uno de los mayores obstáculos para la reconciliación de los colombianos. Si le creyéramos al ministro de que el alma de “Tirofijo” está en los aposentos del diablo, bien podría el jefe de las FARC, seguir la máxima de Mark Twain, y sentirse cómodo adonde lo envió el alto funcionario de gobierno, al fin y al cabo como diría el escritor nacional norteamericano: “el paraíso lo prefiero por el clima; el infierno por la compañía”.
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A lo mejor, el que fuera el guerrillero más viejo del mundo, encontrará más de un personaje interesante de la Historia para conversar, para divertirse, para reírse, para darles consejos.


No sabemos sí tomar en serio o no el ofrecimiento que ha hecho el alto mando militar colombiano de ofrecer una jugosa recompensa de varios miles de dólares a quien dé informes acerca del lugar donde fue enterrado el cadáver de “Tirofijo”, a fin de “averiguar” por las causas de su muerte.

En Colombia todo parece ser serio pero al final todo resulta caricaturesco, tal como sucedió recientemente con el reloj de Raúl Reyes que fue presentado como un lujoso Rolex de varios miles de dólares, pero que a la final se comprobó que era un reloj “pirata” de los mismos que venden en el mercado de Tepito de Ciudad de México o en El Boliche de Barranquilla por unas cuantas calderillas.

En Colombia las noticias de la guerra han llegado a tal grado de banalidad hasta el colmo de que lo trágico se trasmuta, como por arte de magia, en algo cómico.

Fueron más de sesenta años, miles de muertos y millones de dólares que se emplearon para matar a “Tirofijo” y sin embargo no pudieron lograrlo. Ahora que se sabe que está bien muerto, la pregunta es: ¿Cuántos años, cuántos muertos y cuántos dólares se necesitarán para dar con los restos de “Tirofijo”?

La última vez que presencie físicamente a “Tirofijo” fue en el campamento de “hueco frío” donde funcionaba la Escuela Nacional de Cuadros “Hernando González Acosta” dirigida en ese entonces por Timochenko.

Habíamos finalizado una maniobra de entrenamiento con su columna de marcha, y Marulanda asistió personalmente a la reunión de balance y clausura del curso. Iba acompañado de un formidable perro ovejero bautizado con el nombre de “Danger”, y había abandonado recientemente el consumo de cigarrillos: los celebres “Pielrojas” que lo acompañaron durante muchísimos años en sus campañas.

En aquella jornada estuvieron también Jacobo Arenas y Alfonso Cano. Desde entonces han pasado veintitrés años y escribo estás notas a miles de kilómetros de aquel lugar, desde una escuela que estudia los conflictos armados en el mundo y propende por la resolución dialogada de los mismos.

He cerrado de mi vida el capítulo de la lucha armada luego de pasar un tiempo en la prisión, y desde este lugar pienso en Miguel Pascuas – apodado “El sargento Pascuas” por quienes frecuentan los círculos de la guerra – el único sobreviviente activo de aquellos cuarenta y ocho hombres que resistieron el ataque oficial contra Marquetalia en mayo de 1964.

Pienso también en Alfonso Cano, el nuevo comandante en jefe de las FARC, con quien comparto el gusto por la música salsa y el futbol.

En algunos momentos conversé con Pascuas en la zona montañosa de Corinto, territorio de los indígenas paeces, y también en un viejo campamento en El Pato, y la idea que me formé de él es que conserva el mismo componente de todos los marquetalianos: la humildad.

En la Segunda Conferencia Nacional de Organización de la Juventud Comunista en el año de 1977 coincidí con Cano, a la postre secretario de organización del regional de Bogotá para la época.

Algunos años después, militantes ambos en las filas de las FARC, charlábamos muy animadamente, y entre bromas, sobre el futuro de la organización.

Era Alfonso Cano miembro del Secretariado y yo responsable de un frente en el suroccidente del país y conmemorábamos para esos días el vigésimo aniversario de las FARC. En resumidas cuentas: Pascuas es la impronta viviente de un asunto campesino que aún está por resolver en Colombia, y Cano es la nueva generación de guerrilleros farianos llamados a sellar un pacto definitivo: una paz que beneficie al conjunto de la sociedad colombiana.
Mayo de 2008


[1] Véase revista Diners
[2] Vivir para contarla. Editorial Mondadori, página 553
[3] En 1980 durante una importante operación en la región del Guayabero, el ejército empleó un nuevo modo de operar contra la guerrilla, desplazándose a campo traviesa y sin dejarse detectar por la población civil. En respuesta las FARC contrapuso una nueva táctica que se materializó en su plan “Cisne 3”
[4] Véase diario El Espectador. Edición del 31 de mayo de 2008
[5] Ernesto “Che” Guevara. Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental. Abril de 1967


*Yesid Arteta Dávila, abogado y escritor. Fue combatiente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia FARC EP. durante 13 años. Luego de su captura, permaneció en las cárceles del país 10 años y 14 días, hasta que recuperó su libertad el 12 de julio de 2006.
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La imagen muestra al ex guerrillero Yesid Arteta al momento de abandonar definitivamente la prisión el 12 de julio de 2006.


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Gobierno ignora ‘olímpicamente’ a emberas desplazados
Con el pretexto de que no reúnen las condiciones para considerarlos desplazados el gobierno de Uribe le hace el quite a sus obligaciones con los 106 indígenas chocoanos que arribaron a Bogotá huyendo del hambre, del abandono y del conflicto
Por Camilo Raigozo. Voz

Al promedio de las 71 personas desplazadas que buscan refugio cada día en Bogotá, el pasado 28 de mayo se sumaron a esas estadísticas 60 niños, 12 mujeres y ocho hombres, indígenas Embera Chamí provenientes del resguardo Conondó, del municipio de Bagadó (Chocó).

Con la mirada perdida, ropas viejas y raídas, niños famélicos y descalzos, hicieron su arribo al terminal de transportes capitalino los 80 indígenas que tuvieron que abandonar sus tierras debido al hambre, al abandono y a los enfrentamientos armados entre el ejército y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC. Posteriormente se unieron 26 indígenas más.

Al menos una decena de niños tuvieron que ser atendidos de urgencias en el hospital Centro Oriente, donde los médicos revelaron que estaban infestados de parásitos, poseían un alto grado de desnutrición y que algunos presentaban síntomas de leishmaniasis.

Al cierre de esta edición, se conoció que en el Hospital de Kennedy permanecían tres niños en cuidados intensivos por los graves problemas de desnutrición que presentaban y uno de ellos se debatía entre la vida y la muerte.

El Gobierno del presidente Uribe por intermedio de la oficina de Acción Social, se negó a darle el estatus de desplazados a los emberas argumentando que en la zona de donde provienen no hay enfrentamientos armados y por lo tanto no tendrán los beneficios que ordena la ley para la población desplazada. El gobierno basó sus explicaciones en informes del ejército y de la alcaldía de Bagadó.

Sin embargo para la Personería Distrital no es comprensible que el Gobierno escuche las versiones del ejército y las autoridades civiles locales, y no tenga en cuenta los versiones y argumentos del Cabildo Gobernador de este resguardo embera.

Al respecto, la Personería le recordó al Gobierno Nacional que el Cabildo Gobernador es una figura de autoridad pública de carácter especial y que además es la primera fuente que debió ser consultada antes de tomar cualquier determinación.

Desconocimiento del Gobierno

“Lamentablemente, el Gobierno Nacional y Acción Social no quieren reconocer que estas familias vienen en situación de desplazamiento. Según el informe del Gobierno Nacional debido a que no están en combate, pero tenemos un informe de la Organización Regional Embera Chocó, en donde nos informan que sí hay combates y presencia de la guerrilla y el Ejército en la zona.

Donde impiden entrar los alimentos a los resguardos indígenas; donde no pueden salir a pescar, a cazar. Este lugar se convirtió en un corredor de los actores del conflicto”, dice un aparte del comunicado promulgado por el Personero de Bogotá, Francisco Rojas Birry.

Los 106 indígenas emberas, que frente a la negativa del Gobierno, están siendo atendidos por comunidades religiosas y particulares que generosamente les han brindado solidaridad, continúan esperando en hacinados alojamientos a que sus voces sean escuchadas y se les garantice la seguridad mínima en su región para poder retornar lo más pronto posible.

“Venimos a escuchar propuestas para resolver nuestro problema de inmediato y volver al resguardo, venimos porque no nos aguantamos el hambre y las enfermedades, venimos a reclamar nuestros derechos.

El Gobierno no está mirando a las comunidades indígenas. No nos podemos dejar engañar más del Estado. No tenemos salud, ni vías, ni educación”, aseveró Alfonso Manucama Arce, gobernador de la comunidad Conondó.
(Foto El Tiempo).


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lunes, junio 09, 2008

"Sobre mí ha recaído la macartización del establecimiento retardatario del país": P. Córdoba
La senadora Piedad Córdoba insiste en que 'Manuel Marulanda' es un ejemplo de resistencia. Dice que ella es más revolucionaria que las Farc, que el establecimiento quiere aniquilarla y que su contacto con la guerrilla le ha cambiado la perspectiva.
Semana. 06/07/2008

La senadora Piedad Córdoba sigue tan aguerrida como siempre. O tal vez más. En su apartamento en el corazón de Bogotá, en diálogo con SEMANA, se muestra sorprendida de que su elogiosa referencia a 'Manuel Marulanda', el líder de las Farc recién fallecido, haya causado tanto revuelo. "Y yo que pensé que estaba haciendo una metáfora bonita", dice tratando de dibujar un cierto gesto de ingenuidad.


No es la primera vez que levanta polémica, esta vez ya no sólo utilizó durísimas frases contra el presidente Álvaro Uribe, como lo había hecho en México, sino que en Medellín, el pasado lunes, dijo: "Aquí en Colombia necesitamos muchos gaitanes vivos, muchas policarpas salavarrieta vivas; muchas marías cano vivas; muchos camilos torres vivos, y muchos hombres que sean capaces de resistir la lucha, así como lo hizo también Manuel Marulanda".

SEMANA: ¿Qué está pasando con Piedad?

PIEDAD CÓRDOBA: Sobre mí ha recaído la macartización del establecimiento. Tratan de aniquilarme. De descalificarme. Así como han sido capaces de aniquilar todo pensamiento distinto, como fue el genocidio de la Unión Patriótica. Aunque no me hayan matado, así lo hayan querido, tratan de hacer de mí un antivalor y de buscar mi muerte política.

SEMANA: Pero en un país que ha padecido más de 40 años de violencia, usted sale a decir que ojalá hubiera más personas como 'Manuel Marulanda'. Incluso para quienes la aprecian, es como si hubiera pasado la línea.

P. C.: Yo siempre paso la línea. A este país no le gusta que le digan la verdad. Es un país hipócrita. Lo que me parece que ya pasó la raya fue la guerra. La degradación ética y moral. Yo tengo claro que cualquier discurso que yo haga, en medios como RCN me mostrarán como un ser despreciable. Yo no me arrepiento de lo que dije.

Yo creo que sería bueno que acopiáramos esa capacidad de resistir, esa tenacidad de personas como Gaitán, Camilo Torres y Policarpa, que ojalá esa gente estuviera viva luchando en democracia. Yo nunca he aceptado la lucha armada.

SEMANA: Pero hizo un elogio de 'Marulanda', que dedicó su vida a la lucha armada...

P. C.: Yo hice un elogio no de la lucha armada, sino de una persona que se ha enfrentado al establecimiento. Yo veo cómo se ofende el país porque yo hago un elogio de los que hacen resistencia, frente a la necesidad de cambio, pero hoy el país ha visto un señor que ayer decía que mató a 600 personas y hoy ya va en más de 850 y nadie se pellizca.

SEMANA: Por lo que dice, pareciera que creyera que las Farc deben existir...

P. C.: Es que las Farc no deberían existir si esto fuera un país distinto.

SEMANA: Es decir, ¿sí deben existir con el país que tenemos?

P. C.: Con el país que tenemos el Presidente puede ser el campeón de los asesinatos. Imagínese la capacidad moral que tiene un Presidente elegido por el paramilitarismo. Un país donde hay 18 millones de pobres y cuatro millones de desplazados. Las Farc existen como un resultado de la exclusión, de la injusticia.

SEMANA: Pero son un grave problema

P. C.: Yo no las defiendo. Es un problema que tiene el país. Yo defiendo la posibilidad de la paz y pasa porque todos aceptemos que hemos generado condiciones para que las Farc existan. Con lo del acuerdo humanitario yo llegué a la conclusión de que mantener esta guerra es una estrategia del establecimiento para que aquí no cambie nada.

Yo cómo voy a estar de acuerdo con los asesinatos de las Farc, ¡jamás! ni estoy de acuerdo con el secuestro. Yo soy de los pocos que están trabajando para sacar el secuestro del conflicto y eso no se logra tomando whisky en los clubes.

SEMANA:¿Algún juez podría decir que el elogio que hizo de 'Marulanda' es apología del delito?

P. C.: No creo. Porque si el juez escucha todo mi discurso, verá que eso no es cierto.

SEMANA:¿Lo que ha dicho la puede llevar a la cárcel?

P. C.: ¿A mí acaso me han elegido las Farc? Dígame una cosa con la que yo me esté beneficiando. Me doy una pela para que las Farc liberen siete personas y ahora soy la peor de este país.

SEMANA:¿Todo empezó cuando el Presidente la nombró facilitadora?

P. C.: Yo tuve contacto con 'Marulanda' y con el 'Mono Jojoy' cuando fuimos con los congresistas Jaime Dussán y Amílkar Acosta, en octubre del 98. Fuimos, entre otras cosas, presionando a Pastrana luego de que se había reunido con 'Marulanda'. A mí se me ve como el ogro, pero Juan Manuel Santos se fue a reunir con 'Marulanda' para tumbar a Samper y nadie dice nada.

SEMANA: A Santos le hicieron un debate en el Congreso.

P. C.: Ni SEMANA dijo nada de eso, ni La W. Aquí es según el marrano. Yo vi cómo empezó el Caguán y nunca más volví. Dije '¡esto va a ser una farsa!'. Pasaron casi 10 años en que no volví a hablar con las Farc.

SEMANA:¿La idea de invitar a Chávez al intercambio humanitario fue suya?

P. C.: No. De Luis Carlos Restrepo. De hecho, yo propuse a Ecuador.

SEMANA:¿Y la idea de ser facilitadora?

P. C.: Yo fui a hablar con Uribe como cosa mía, y le dije, usted tiene que hacer algo. Cualquier cosa se me habría ocurrido menos que me pidiera a mí ser facilitadora. Ahora me parece que fue todo un plan. Ellos pensaron que yo tenía relación con las Farc.

Yo le dije a Uribe que no. Y me puse a buscar el contacto. A la primera persona que llamé cuando llegué a Colombia luego de ver a 'Reyes' fue al Alto Comisionado. Eso produjo una indignación total porque yo no llevé un helicóptero para aterrizar en el campamento. Yo creo que el Ministro de Defensa habría sido feliz si me hubiera puesto un chip en el tobillo para saber para dónde iba yo.

SEMANA:¿Por qué ha dicho que el computador de 'Raúl Reyes' es falso?

P. C.: A mí me tienen que llevar a ver otro operativo de esos y ver cómo quedan buenos los computadores. Yo no escribí 900 correos.

SEMANA: Muchos no son escritos por usted, sino que la mencionan. ¿Usted escribió algún correo a Reyes?

P. C.: Yo no. Yo tenía correos humanos, para qué iba a escribir. Para mí todo es mentira. Todo es un montaje del ministro Santos.

SEMANA: Pero es casi imposible que monten tantos correos...

P. C.: ¿Y no han montado falsos positivos?

SEMANA: Escribir con la lógica con la que aparecen los correos es casi imposible...

P. C.: Es que no saben que el Alto Comisionado está yendo a La Modelo para hablar con guerrilleros que están descontentos y los tiene convencidos para que digan que yo iba a los campamentos y hacía entrenamiento militar. Y la CIA los ha llevado a un sitio que tienen ofreciéndoles 300.000 dólares y visa y trabajo para que hablen contra mí.

SEMANA: Pero no suena lógico que el Estado dedique a escribir tantos correos que la involucren cuando con 10 alcanzaría y cuando supuestamente tendría un enemigo más poderoso como el presidente Hugo Chávez...

P. C.: ¿Le parece serio que la Corte Suprema diga que con lo que mandaron no hay mérito para investigar? ¿Que Uribe le diga a Chávez en Unasur que el problema de ellos dos no son las Farc sino Piedad Córdoba?

SEMANA:¿Cree que la solución son las Farc?

P. C.: No, ni las Farc, ni el Ministro de Defensa. Aquí tiene que haber una salida. Tenemos que buscar la manera de contactar a las Farc para comenzar un proceso de paz.

SEMANA: El Caguán fue desastroso...

P. C.: Pero también lo que ha pasado con los paramilitares fue desastroso.
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SEMANA: Pero hablamos de las Farc...

P. C.: ¿Por qué para unos asesinos hay una cualificación y para otros otra? ¿Por qué los paramilitares mantienen el status quo?

SEMANA: Las Farc siguieron secuestrando...

P. C.: ¿Y por qué no terminamos Santa Fe Ralito cuando sabíamos que seguían narcotraficando y secuestrando?

SEMANA: Pero algo se le contagió con su contacto con las Farc. Antes su discurso era más de la socialdemocracia, ahora habla bien del programa de 10 puntos de las Farc y dice que 'Marulanda' es un modelo.

P. C.: Si coge los 10 puntos de las Farc respecto a lo que dice el Partido Liberal, es más de izquierda el Partido Liberal. Yo los comparé. Yo soy mucho más revolucionaria que ellos. Por ejemplo, si aquí no se toca el sistema financiero. Hay bancos españoles que no pueden cobrar en su país las tasas que cobran aquí.
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¿Eso es de las Farc? Es de la conciencia de quienes creemos que el país es de nosotros. Es claro que mi cercanía en el acuerdo humanitario con las Farc me tiene que abrir otra perspectiva. Entre los espíritus libertarios, unos optamos por recibir varilla aquí, y otros, por irse a la selva.

SEMANA:¿Va a seguir en el Congreso?

P. C.: Sí, y voy a salir elegida más fácilmente que las otras veces. Vamos a tener listas.

SEMANA:¿Ha vuelto a tener contacto con las Farc?
P. C.: No, pero lo estoy buscando.

SEMANA: ¿Para qué?

P. C.: Para que liberen a la otra gente. Yo no pierdo la esperanza. Se acordará de mí. Espero que en diciembre se haya sacado el secuestro del conflicto. Y por eso no voy a dejar de decir las cosas que me pueden llevar a lograrlo. Aunque en la cárcel esté.

SEMANA:¿Cree que en seis meses puede?

P. C.: Sí, por eso estoy buscando hablar con ellos. Si eso me genera ir a la cárcel, pues yo no creo porque el DIH me cobija para buscar las posibilidades de salvar una vida.

SEMANA: Eso es lo que necesitan las Farc para lograr la beligerancia...

P. C.: Claro. Estoy segura de que se dan las liberaciones y más de un país de Latinoamérica les da la beligerancia. Hablen con el Presidente de República Dominicana, que está ofreciendo su territorio para las liberaciones. Hablen con Cristina Kirchner.
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Ella me dijo en Lima: "Yo me la juego toda. Si hay que hablar con ellos, hablo". Yo tengo una ventaja, y es que a mí esas cosas no me paralizan. ¿Qué significa el estatus de beligerancia frente a la posibilidad de parar la guerra en este país?

Una especulación infame
Por maureén maya

Las infundadas acusaciones, disfrazadas bajo el vulgar e insustancial chisme por parte del columnista Enrique Pilonieta de Vanguardia Liberal, deben ser rectificadas y el grupo facebook ¿Secuestrada Ingrid Betancourt?, que las reproduce, debe ser a lo mínimo amonestado y llamado a la responsabilidad informativa.


La libertad de opinión y de prensa, son indispensables en todo sistema social y garantías de que efectivamente existe en algo un orden democrático; no obstante, cuando nos atrevemos a transitar en el ámbito de lo especulativo, se debe ser muy cuidadoso respecto a lo que se afirma porque no es demostrable y puede traer graves consecuencias.

Sólo pensando en un país enfermo de odio -bien a causa de unas instituciones deficientes, de un accionar débil por parte de la justicia, de un sistema imperante que practica la corrupción y el asesinato sistemático, de la exclusión social y la legitimidad de la impunidad y de la manipulación mediática- es posible –medianamente- explicar el sentido de un grupo y de un columnista de Vanguardia Liberal (Enrique Pilonieta), obviamente ya desprovisto de todo respeto y credibilidad, que se atreven a afirmar que Ingrid Betancourt no está secuestrada sino que es una activa combatiente de las FARC.

¿Pueden demostrarlo? Lo dudo. Los testimonios de los liberados o fugados, y la lógica en la dinámica de este sensible caso demuestran la falsedad de sus temerarias imputaciones.

La indolencia en Colombia no es tema nuevo, al contrario es recurrente y ello contribuye en buena medida a que las acciones de los violentos sean cada vez más espantosas y degradantes; pero pretender pasar por alto el sufrimiento de una familia, la “orfandad” de unos muchachos obligados a transitar por el mundo para pedir auxilio con la esperanza de volver a ver a su madre secuestrada desde hace más de seis años, acusar a una víctima de posar de serlo en lo que sería el fraude mejor craneado en la historia mundial, es a lo mínimo enfermo, perverso y criminal.

Y para sustentar tamaña afirmación, el columnista y el grupo se fundamentan en chismes dañinos propagados quien sabe por quien y con qué fines, y en un sin valor “dicen por ahí” sin considerar el daño que se desprende de tan osadas y viles afirmaciones.

Apostándole a la audacia de encontrar una “verdad” antes que cualquier otro, terminan por hacerle el mandado a los mismos personajillos colombianos y extranjeros que históricamente se han caracterizado por su negativa a ceder el poder para lo cual han pactado y pactan toda suerte de acciones criminales a fin de garantizar la exclusión, sus privilegios y la supremacia de sus mezquinas ambiciones.

Irresponsable e infame el contenido de las acusaciones que se lanzan contra Ingrid Betancourt que, entre otras, sólo sirven para evidenciar dos cosas. El miedo de la oligarquía colombiana a ser sustituida en el control nacional – ahora le temen a Ingrid- y la ignorancia de un pueblo, en su mayoría resentido, de fácil manipulación.

Esto también demuestra entonces, que tener acceso a Internet, y quizás a unos estudios universitarios, no significa tener una verdadera formación intelectual o el desarrollo de una mente apta para el análisis crítico y la reflexión. Es claro, que no todas las mentes son aptas para pensar.

De otra parte, no se si efectivamente el columnista afirma, como escribe el grupo, que el Presidente de Venezuela “financia a el Polo Democrático, una parranda de guerrilleros disimulados”, pero de ser cierto esto, o incluso para quien así lo afirma en el grupo, se deben impulsar las debidas acciones judiciales porque no sólo se constituyen en graves calumnias que ponen en riesgo la vida de quienes militan en este partido de oposición, sino que además se configura en un falseamiento histórico de imprevisibles consecuencias.

La tergiversación de la historia no puede pasar impune ni inadvertida. Eric Hobsbawm, uno de los mejores historiadores de nuestro tiempo, lo exponía de manera contundente: “La mala historia no es historia inofensiva. Es peligrosa. Frases aparentemente inocuas pueden resultar sentencias de muerte”.

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domingo, junio 08, 2008

¡Aberrante Presidente!/ Polémica por manual de redacción de la Secretaría de Prensa de la Casa de Nariño
De: Presidencia, para: los periodistas
El documento será ‘donado’ a las facultades de comunicación del país. Estudiantes y docentes ven este ‘regalo’ una iniciativa tonta pero no inocente. La Secretaría de Prensa de la Casa de Nariño lleva tres meses elaborando el manual

Por: Andrea Forero Aguirre. El Espectador

En las universidades creen que el presidente Álvaro Uribe lo que quiere es llevar su doctrina de la seguridad democrática a las facultades de periodismo.

La Secretaría de Prensa de la Presidencia de la República está elaborando un manual de redacción para unificar los contenidos periodísticos de sus colaboradores. Hasta allí todo es absolutamente normal.

Pero que dicho trabajo vaya a ser entregado como un regalo para periodistas de diferentes medios de comunicación y a facultades de comunicación social y periodismo en todo el país, esa es una idea que escandaliza a más de uno.

El texto de dicho manual, que quedará listo esta semana, ha sido descrito en los pasillos de la Casa de Nariño como “una guía de forma en cuanto al uso correcto de comas, números, mayúsculas y minúsculas, pero con cero carga editorial”. Tanto así que es catalogado como “no marca Álvaro Uribe, sino Gobierno Nacional”.

Pero curiosamente una de las reglas establecidas dice que la palabra ‘patria’, tan constante en los discursos del Primer Mandatario, deberá escribirse con mayúscula (‘Patria’). El argumento es que según los eruditos de la escritura en el país, las palabras ‘Nación’, ‘Gobierno’ y ‘Patria’ deben ser escritos de esta manera cuando se trata de ‘Colombia’.

Lo cierto es que el manual de estilo de la Oficina de Prensa de Palacio ya ha comenzado a generar polémica, no por el hecho de que ‘patria’ vaya o no con mayúscula, sino por la intención de regar dicha ‘directriz’ en las facultades de comunicación social del país y en los mismos medios. Según los especialistas en lingüística, cosas tan simples como que el presidente Uribe no diga ‘las Farc’ sino ‘la Farc’, tiene mucho de trasfondo.

Al hablar en plural, se estaría refiriendo a ‘las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia’, pero en singular, lo que quiere dar a entender es que se trata de ‘un grupo terrorista’.

La elaboración del manual duró tres meses y estuvo a cargo de la periodista Nubia Camacho, quien tuvo en cuenta diferentes manuales de redacción de periódicos como El País de España y El Tiempo, además de La Gramática Simpática, de Gabriel Fonnegra, y algunos trabajos de expertos como Luis Fernando Ávila.

El Espectador contactó a la periodista, quien dijo no estar autorizada para ahondar en detalles y sólo defendió su trabajo diciendo que “no se trata de algo sacado debajo de la manga. Lo que se busca es que los periodistas sean objetivos a la hora de informar”.

La última bendición al proyecto, al menos en el tema lingüístico, está a cargo del profesor Gildardo Lotero, de la Facultad de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, quien precisamente durante este fin de semana tiene la tarea de revisar el contenido.

“El lunes doy mi opinión del análisis que haga. Sólo puedo decir que tiene lo mismo que todos los manuales. Incluye la parte periodística, lingüística, ética y la línea doctrinaria”, indicó, también sin dar mayores explicaciones.

Rechazo generalizado

Más allá de las buenas intenciones, la noticia de que el manual de estilo periodístico de la Presidencia vaya a ser repartido en las universidades ha hecho levantar las voces de protesta de estudiantes y algunos docentes.

Lo ven como “un abuso”, una “falta de respeto”, al querer señalarles “un nuevo camino en la formación de los futuros profesionales del periodismo”.

El director del Programa de Periodismo de la Universidad Javeriana de Bogotá, Mario Morales, cree que se trata de una intromisión en un tema que al Gobierno no le corresponde.

“Es a todas luces una forma endulzada o disfrazada de censura y de intento de control del ejercicio profesional, con la carga del lenguaje de la seguridad democrática. Que lo guarden y lo usen en beneficio propio y que la platica de los regalos la dediquen a la educación de los analfabetas”, enfatizó.

Por cierto, El Espectador pudo establecer que la idea inicial era tener el manual como una herramienta de trabajo sólo para el cubrimiento de las actuaciones del Presidente, pero a alguien en la Casa de Nariño se le ocurrió “darlo como un obsequio” a las facultades universitarias. Y, por lo que se ve, va a ser la de Troya.

Para el periodista y profesor universitario Alberto Salcedo Ramos, no está bien recibir regalos de una fuente sobre la cual se informa y menos si el “detalle” es un manual de redacción. Y es allí donde ve el ‘veneno’.

“Me parece que es una iniciativa tonta, pero no inocente, porque busca controlar el lenguaje que usamos con fines políticos que no nos incumben a nosotros”. En este sentido, sugirió que el dinero que van a invertir en la impresión se destine a otros problemas, como la erradicación de las minas antipersona.

Por su parte, el coordinador del programa de Periodismo y Opinión Pública de la Universidad del Rosario, Germán Ortiz, cree que el producto es perjudicial solo si tiene “una carga ideológica uribista”, de lo contrario, la interpreta como “un llamado a mejorar el trabajo que se hace hoy por parte de los periodistas”.

Sin embargo, Alberto Martínez, decano de Comunicación de la Universidad del Norte, piensa que a pesar de las “aparentes buenas intenciones”, hubiese sido mejor contar con la asesoría de la Real Academia en la elaboración del manual.

Por último, el escritor y periodista Óscar Collazos intenta descifrar el artífice de la estrategia: “Cuando alguien se cura en salud diciendo que sus actos no tienen malas intenciones, dude de esos actos. No me extraña que la idea sea de José Obdulio Gaviria”.

Claro que El Espectador habló con el asesor presidencial, quien fue categórico en afirmar que no tenía “ni idea” que dicho manual de estilo se estuviera elaborando. La polémica está servida.


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