La muerte de los policías en la Guajira deben pesar en la conciencia de quienes se niegan a un cese bilateral del fuego
Por: Camilo Raigozo
Por: Camilo Raigozo
En los últimos cuatro días el demencial conflicto aupado
por el régimen ha arrojado como saldo trágico: 4 soldados muertos y dos
gravemente heridos en Nariño; 1 guerrillero muerto en Córdoba y 3 policías
muertos en la Guajira.
La muerte de estos ocho colombianos y las que vendrán,
son responsabilidad exclusiva del presidente Santos, de su ministro de Defensa,
Juan Carlos Pinzón, del expresidente Uribe, de la cúpula militar, de la
dictadura mediática y en general de todos los guerreristas, quienes se niegan a
parar los muertos decretando un simple cese bilateral de fuegos.
Una semana antes las FARC privaron de la libertad (no
secuestrados como afirma el régimen y sus medios, según el DIH) a dos policías en acciones del conflicto en el
Cauca. Ahora el Gobierno de forma irracional quiere rescatarlos a sangre y fuego sin el menor respeto por la
vida y la integridad de los dos agentes.
Sin embargo el presidente Santos sigue afirmando que, “Si
las Farc creen que a través de los secuestros —que prometieron que no iban a
realizar— van a tratar de presionar al Gobierno para aspirar a un cese al fuego
dentro del proceso de diálogos, se equivocan.
“Aquí no hay contemplación de ninguna naturaleza, así
estemos dialogando. Los generales saben que tienen que triplicar el número de
acciones hasta que terminemos esta guerra por las buenas o por la malas”.
Algunas de las afirmaciones del Presidente son falsas: primero
los agentes del Estado privados de la libertad en poder de la insurgencia por
causas del conflicto no tienen el estatus de “secuestrados” (Artículo 3 común a
los Convenios de Ginebra de 1949 y el Protocolo adicional II).
Es inaudito que un jefe de Estado no haya leído las
estipulaciones del Derecho Internacional Humanitario y peor aún si las leyó,
las entendió, pero decide mentirle al país y al mundo descaradamente, como lo
hacen los medios.
Por otro lado las FARC se comprometieron a no volver a
secuestrar o retener civiles con fines económicos o por otra índole, pero
siempre han afirmado que en medio de los combates y de la confrontación
privarán de la libertad a sus adversarios dominados en combate.
Las mentiras y las manipulaciones no conllevan a ganar la
guerra, pero si contribuyen a la degradación de esta, a la polarización y al
escalamiento del conflicto.