La paz no es la meta final, sino un paso indispensable
para luchar dentro de la democracia por un país más justo.
Por: Daniel Samper Pizano. El Tiempo
Por: Daniel Samper Pizano. El Tiempo
Oslo es una sede perfecta para las conversaciones de paz
que acaban de empezar.
Del tamaño de Pereira, con pocos atractivos, que se limitan a edificios históricos y museos, barquitos de día-
Del tamaño de Pereira, con pocos atractivos, que se limitan a edificios históricos y museos, barquitos de día-
y cervecerías de
noche, tiene fama de ser bastante aburrida, asaz fría (ocho grados en promedio
esta semana), nublada, lluviosa y con pocas horas de luz. Ideal para recogerse
y hablar, hablar, hablar.
En su primera declaración ante la prensa, el jefe de la
delegación oficial, Humberto de la Calle, precisó desde Oslo que "el
modelo económico no está en discusión".
Al tenor de los rigores de la
agenda, eso es verdad. De allí que la referencia a lo que está y lo que no está
en discusión constituye ocasión inmejorable para explicar lo que se debe y lo
que no se debe esperar de los diálogos de paz.
Alcanzar la paz no puede ser la meta final que se fije el
país. La paz es una etapa fundamental para buscar dicha meta, que es una
sociedad más justa e igualitaria, pero no conviene equivocarse y creer que si
se consigue la paz se ha logrado todo.
Llevamos dos siglos viendo que la violencia agrava todos
los problemas, deteriora todas las situaciones e impone sacrificios cada vez
más onerosos.
La paz -ese sueño que han acariciado ya varias generaciones de
colombianos sin traducirlo a la realidad- es, pues, indispensable. Pero no
habremos llegado a Disneylandia, ni estaremos en el final, sino en el comienzo
del camino.
Eso sí: de conseguir la paz -y el día esté cercano-,
habremos dado un paso clave para que el país tome rumbos positivos. Ese será el
momento de poner en discusión el modelo económico.
Porque sin modificarlo no podremos construir un país que
resulte vivible para todos. Y, si esto no se logra, la paz podría quebrarse
como una oblea.
Dice la escritora Gabriela Cañas que "la desigualdad
y la injusticia intrínseca producen las mayores tensiones". Más aún que la
pobreza.
Habrá que abrir un juicio al actual modelo económico
colombiano cuando se pueda discutir en paz y dentro de las normas de la
democracia.
Tenemos que buscar y encontrar un esquema de desarrollo
diferente al neoliberal que nos impusieron como panacea salvadora desde hace
algo más de veinte años y que ha significado la prosperidad de los ricos y la
ruina de los más pobres.
Una evaluación realizada en el 2004 en Montevideo con
patrocinio, entre otros, de la muy liberal Fundación Friedrich Ebert condenó
"el desastre neoliberal continental" que, en el caso colombiano,
manifiesta un "retroceso social escandaloso, tal como lo expresa la última
versión del informe de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas".
Un documento publicado allí señala que "los peores
resultados económicos del último siglo se presentan en la gestión del actual
Gobierno [URIBE I]" y dice que-
"la economía burbuja ha disparado las
ganancias del sector financiero y asegurador de servicios, configurando un
estereotipo de crecimiento económico que ha aislado del verdadero desarrollo al
65 por ciento de la población".
La receta neoliberal que inauguró César Gaviria en 1990
se basa en reducir, maniatar y marginar al Estado y entregar las riendas del
desarrollo a la iniciativa privada.
Estados Unidos y Europa padecen hoy lo que
ocurre cuando los poderes económicos particulares imponen su ley. La crisis es
hija suya, y la receta propuesta ha sido la de sacrificar aún más a los
sectores populares.
En Colombia, el modelo neoliberal produjo una distancia
cada vez mayor entre ricos y pobres; convirtió en negocio particular la salud
pública;-
privatizó empresas que el sector público había levantado con gran
esfuerzo durante décadas; potenció el sector financiero por encima del sector
productivo;-
arruinó actividades agropecuarias que habían sido rentables;
comprometió el medio ambiente; entró a saco en los recursos naturales y ahora
quiere soltarle el freno a la minería multinacional.
Después de la paz debe seguir la justicia social. Y en
ese momento habrá que discutir y reemplazar el modelo económico.