Terrorismo made in USA/
“Los que estaban cerca de mi, ya no parecían seres humanos”
Por Camilo Raigozo
Por Camilo Raigozo
Yamaoka Michikio, adolescente de 15 años, quién al momento de la explosión se hallaba a unos dos kilómetros del hipocentro de la bomba, describió el infierno de Dantes que se abatió en Hiroshima así:
“Cuando me acercaba al río, escuché levemente motores de avión. Segundos después, ocurrió. No se oyó nada. Noté algo muy extraño, muy intenso. Remolinos ondulantes de viento se coloreaban en gamas que no se podría decir que eran amarillas pero tampoco azules.
“No era calor. En esos momentos pensé que iba a morir, pero que sería la única, y me dije, adiós mamá, adiós familia, adiós amigos. Pensé en mi novio y me pregunté si volvería a verlo algún día. No fue posible, porque él y toda su familia murieron instantáneamente lo mismo que parte de la mía.
“Dicen que soportamos temperaturas de siete mil grados centígrados. Mis senos, apenas florecientes, fue lo primero que se derritió de mi cuerpo. Mis mejillas se transformaron en gelatina que se escurría por entre mis dedos sin piel.
"Los que estaban cerca de mi ya no perecían seres humanos, sino monstruos de películas de horror. Seguramente mi aspecto era el mismo y concebí pena. Sentí los párpados pesados y no podía abrirlos; me rasqué y uno de ellos se desprendió totalmente de su sitio y quedó pegado en mis dedos.
"Por la cavidad que quedó abierta, percibí una llamarada abrasadora que llegó hasta mi cerebro acercándome a la muerte.
“Yo creía que eran bombas incendiarias como las anteriores con que los estadounidenses nos habían atacado. Los pocos que estábamos vivos quedamos estupefactos. Habíamos perdido la facultad del habla. Aunque estábamos envueltos en llamas, nadie pudo gritar. Mis ropas ardían lo mismo que mi piel; partes de mi cuerpo estaban ya hechas jirones.
"Minutos antes mi madre me había hecho trenzas, pero ahora, mi cabello parecía la melena de un león chamuscado. Vi personas que hacían esfuerzos para respirar, otras intentaban colocarse los intestinos que se les había salido, algunos vomitaban sangre y pus, y muchos habían quedado ciegos. A algunos, el bombazo les arrancó las piernas de cuajo, a otros los decapitó.
"No había hospitales donde ir, ni donde atendieran a los heridos que éramos miles; tampoco habían médicos, ni enfermeras, ni nada. Mucha gente herida corrió al río. Sus aguas llevaban cientos, talvez miles de cadáveres seriamente destrozados.
“Infortunadamente, yo había sobrevivido y me tocó vivir aquel infierno que ojalá nunca, nunca, nunca mas, vuelva a ocurrir en ninguna parte del mundo”.
Mientras tanto, lejos de allí, en la Casa Blanca, el presidente Truman afirmó irónicamente en su discurso: “(...) esto se hizo para evitar hasta donde fuera posible la muerte de civiles” . “(...) este ataque es solo una advertencia de las cosas que vendrán”.
Sesenta y cinco años después el gobierno de los Estados Unidos continúa acelerando demencialmente su programa nuclear, invadiendo y amenazando a varios países en todo el mundo . Fotos Yosuke Yamahata