Terrorismo made in USA/ A65 años de Hiroshima y Nagasaki
“No eran costales ni trapos lo que arrastraban. Era su piel”
Por Camilo Raigozo
A varios kilómetros de distancia del hipocentro de la explosión, las ropas quedaron fundidas en la piel de la gente. Foto: YosukeYamahata
A las 8:15 de la mañana del 6 de agosto de 1945, en la ciudad japonesa de Hiroshima, casi todos los niños y adolescentes de escuelas y colegios, realizaban con entusiasmo y jolgorio un día de limpieza de la ciudad, programado por la secretaría de educación.
Las calles del centro estaban rebosantes de vida y alegría. Un minuto después, todo había desaparecido.
Unos niños se derritieron instantáneamente como si hubieran sido chocolatinas, otros se evaporaron de repente, miles quedaron carbonizados y de muchos solo se pudieron encontrar sus osamentas ahumadas. Decenas de millares quedaron gravemente heridos.
De la misma forma y en el mismo minuto, en Hiroshima murieron instantáneamente más de 140 mil personas, y una cantidad similar quedó delicadamente herida. La humanidad conoció por vez primera, gracias a la demencia estadounidense, el arma más diabólica y letal jamás imaginada por el hombre, para matar a us semejantes en masa.
“Minutos antes de las 8 de la mañana, se me había ordenado partir a las afueras de la ciudad, junto con otros compañeros de la policía, a supervisar unos trabajos en la ladera de una pequeña colina. Yo tenía en ese entonces 21 años.
“Cuando empezábamos la subidita, distante unos dos kilómetros del centro de la ciudad, una bola de fuego nos tiró con violencia como a diez metros adelante. Simultáneamente sucedió un resplandor tan grande e indescriptible, que muchos lo vimos a través de la nuca.
“Cuando nos repusimos del aturdimiento, los que estábamos vivos, vimos desde la pequeña cima, que Hiroshima era un desconocido océano de fuego. Atónitos, nadie pudo entender que estaba pasando, de donde había salido aquel infierno. Solo podíamos escuchar un gran silencio.
“Como tenía las heridas menos graves, fui elegido para volver a la ciudad y averiguar sobre la brutal destrucción. Fue difícil la tarea, porque todas las calles y sitios estaban anegados de fuego y de cadáveres.
“Por fin, a lo lejos, empecé a ver gente que trataba de salir del mar de llamas y caminaba hacia mi lentamente, como momias, arrastrando los pies. Fue curioso ver que todos traían algo así como costales o trapos colgando del brazo.
“Cuando los tuve cerca, se me hizo un nudo en la garganta, el mundo me dio vueltas, y estuve a punto de perder la razón. No eran costales, ni trapos lo que arrastraban. Era su piel.
"Sus cuerpos, habían perdido la piel. Esta caía como un trapo y estaba agarrada solo de las manos. Arrastraban su propia piel y no sabían que hacer con ella. Apenas gemían y pedían ¡agua, agua, agua!.
"Sí hubiera sabido que de todas maneras morirían, les habría suministrado el agua que tanto suplicaban, y yo me hubiera ahorrado el arrepentimiento toda mi vida”.
Takashi Morita, tiene 86 años y es presidente de la Asociación de Sobrevivientes de la Bomba Atómica, en Brasil, donde hay 140 de ellos.
Estados Unidos, jamás ha pedido perdón por lo que hizo, ni se vislumbra que su arrogancia le permita hacerlo algún día.
Por el contrario, ha demostrado que no vacilará en barrer nuclearmente a los pueblos que decidan dignamente liberarse de su órbita. Por eso, el peligro es latente para Cuba, Venezuela, Corea del Norte, Irán, China y todos aquellos que "amenacen" sus intereses imperiales.
Unos niños se derritieron instantáneamente como si hubieran sido chocolatinas, otros se evaporaron de repente, miles quedaron carbonizados y de muchos solo se pudieron encontrar sus osamentas ahumadas. Decenas de millares quedaron gravemente heridos.
De la misma forma y en el mismo minuto, en Hiroshima murieron instantáneamente más de 140 mil personas, y una cantidad similar quedó delicadamente herida. La humanidad conoció por vez primera, gracias a la demencia estadounidense, el arma más diabólica y letal jamás imaginada por el hombre, para matar a us semejantes en masa.
“Minutos antes de las 8 de la mañana, se me había ordenado partir a las afueras de la ciudad, junto con otros compañeros de la policía, a supervisar unos trabajos en la ladera de una pequeña colina. Yo tenía en ese entonces 21 años.
“Cuando empezábamos la subidita, distante unos dos kilómetros del centro de la ciudad, una bola de fuego nos tiró con violencia como a diez metros adelante. Simultáneamente sucedió un resplandor tan grande e indescriptible, que muchos lo vimos a través de la nuca.
“Cuando nos repusimos del aturdimiento, los que estábamos vivos, vimos desde la pequeña cima, que Hiroshima era un desconocido océano de fuego. Atónitos, nadie pudo entender que estaba pasando, de donde había salido aquel infierno. Solo podíamos escuchar un gran silencio.
“Como tenía las heridas menos graves, fui elegido para volver a la ciudad y averiguar sobre la brutal destrucción. Fue difícil la tarea, porque todas las calles y sitios estaban anegados de fuego y de cadáveres.
“Por fin, a lo lejos, empecé a ver gente que trataba de salir del mar de llamas y caminaba hacia mi lentamente, como momias, arrastrando los pies. Fue curioso ver que todos traían algo así como costales o trapos colgando del brazo.
“Cuando los tuve cerca, se me hizo un nudo en la garganta, el mundo me dio vueltas, y estuve a punto de perder la razón. No eran costales, ni trapos lo que arrastraban. Era su piel.
"Sus cuerpos, habían perdido la piel. Esta caía como un trapo y estaba agarrada solo de las manos. Arrastraban su propia piel y no sabían que hacer con ella. Apenas gemían y pedían ¡agua, agua, agua!.
"Sí hubiera sabido que de todas maneras morirían, les habría suministrado el agua que tanto suplicaban, y yo me hubiera ahorrado el arrepentimiento toda mi vida”.
Takashi Morita, tiene 86 años y es presidente de la Asociación de Sobrevivientes de la Bomba Atómica, en Brasil, donde hay 140 de ellos.
Estados Unidos, jamás ha pedido perdón por lo que hizo, ni se vislumbra que su arrogancia le permita hacerlo algún día.
Por el contrario, ha demostrado que no vacilará en barrer nuclearmente a los pueblos que decidan dignamente liberarse de su órbita. Por eso, el peligro es latente para Cuba, Venezuela, Corea del Norte, Irán, China y todos aquellos que "amenacen" sus intereses imperiales.
A 65 años del holocausto de Hiroshima y Nagasaki, el panorama para la humanidad, es dramáticamente desolador y sombrío, pues la supervivencia de la especie parece depender del capricho de tres gobiernos con poder nuclear y demencialmente belicosos por sus ambiciones hegemónicas: El estadounidense, el británico y el israelí. El verdadero Eje del Mal.