Cartas/
Ojo con la propaganda oficial en Colombia: militares
narcotraficantes y Megateo
Por: José Antonio
Gutiérrez
Sabido es que todo lo que dicen los medios colombianos
debe ser tomado con muchísima cautela. Cuando no mienten abiertamente,
distorsionan las cosas. Su afán jamás es esclarecer los hechos, sino confundir.
Esto no es un mero vicio profesional, sino que responde a
una estrategia comunicativa de la clase que posee y domina estos medios, la
oligarquía colombiana. La prensa colombiana, pese a adoptar un formato
supuestamente neutral, es una prensa militante de derecha que reproduce de
manera acrítica los discursos e ideología del bloque dominante.
Cierto es que, a veces, los medios comunicativos informan
sobre los crímenes del Estado, que a veces hay reportajes sobre los falsos
positivos, sobre el desplazamiento, sobre los vínculos entre las fuerzas
paramilitares y el ejército oficial, etcétera.
Pero inmediatamente informan de los hechos, los
descontextualizan, cuentan la verdad a medias o introducen mentiras para
confundir a los incautos. Por eso es que el ejercicio de leer la prensa
colombiana requiere de saber aplicar un tamiz que permita separar los hechos de
la ideología de la oligarquía.
Esto es conocido de todos en la izquierda, pero a veces
nosotros mismos caemos en la trampa de estos manipuladores profesionales de la
opinión pública, que nunca descansan y que no dan puntada sin hilo.
Recientemente el CTI capturó a Luis Rodolfo Mendoza
Ovalle, Luis Camilo Gamez y Miguel Gnecco Castilla, tres militares colombianos
sorprendidos in fraganti con 300 kilos de cocaína y 16 millones de pesos en
efectivo en el departamento de Magdalena.
Lo que una vez más viene a probar lo que todos sabemos:
los vínculos profundos del Estado colombiano, de la oligarquía y del Ejército
con la mafia narcotraficante, proceso que desde los años ’80 se ha dado por la
integración de la economía ilegal a la legal.
No podemos esperar, por cierto, de la prensa oficial,
revelaciones sobre las estructuras profundas de la economía mafiosa en el
establecimiento ni una investigación crítica sobre las causas del avanzado
estado de putrefacción de las instituciones colombianas.
Por eso es que una nota publicada por Camilo Raigozo, de
Notimundo (lea aquí la nota), quien realiza una impresionante y valiosa labor
en la comunicación popular, llevaba la noticia más allá del cuento chino de las
“manzanas podridas” y mostraba como este no era un caso aislado. Hasta ahí todo
bien.
El problema es que la nota señalada reproduce sin
cuestionamiento un pequeño petardo arrojado por la oligarquía; que
supuestamente estos militares trabajaban asociados con el “paramilitar”
Megateo.
Eso parecería un mero detalle sin mayor importancia, pero
sí que la tiene. Megateo no es ningún paramilitar sino el comandante del EPL en
Norte Santander. ¿Por qué los medios oficiales meten al baile a Megateo, sin
dar ninguna clase de evidencias?
Si bien a los militares los sorprendieron, como se dice,
con las manos en la masa, no hay nada que indique la participación de Megateo
en este caso. Más aún, ¿son los medios colombianos tan ignorantes como para no
saber que Megateo es comandante del EPL? ¿porqué entonces lo mencionan como un
“paramilitar”?
La impresión que me da es que la oligarquía a través de
sus medios trata de sacar ventaja de una noticia que le avergüenza e introducen
ese “detalle” aparentemente insignificante para sembrar un velo de confusión en
torno al caso.
Con él, a la vez que muestran a los soldados como
“manzanas podridas”, inmediatamente los vinculan a los “violentos”. Y al
referirse a los violentos, mezclan al paramilitarismo con un comandante de una
guerrilla pequeña pero significativa en la región, la cual viene pidiendo su participación
en los diálogos de paz.
En esa región, hasta donde sabemos, el EPL opera en
coordinación militar con las FARC-EP y con el ELN. Entonces, culpando a un
comandante del EPL, por asociación, se les unta a todos con el narcotráfico,
con “elementos corruptos” del Estado y con paramilitarismo.
La directiva en los medios oficiales es confundirlo todo
cuando se habla del conflicto colombiano: todos los “irregulares” son lo mismo,
las “bacrim” están aliadas con la guerrilla, es imposible distinguir los unos
de los otros, y otras falacias que no ayudan en nada a una mejor comprensión
del conflicto social y armado colombiano.
Incluso se transmite la impresión de que los “violentos”
(todos, no sólo los paramilitares) están copando espacios del Estado gracias a
funcionarios corruptos.
El fin de esta confusión es dar la impresión de un
“Estado” asediado por los “ilegales”, desplazando las contradicciones en
Colombia desde el plano real de la lucha de clases (contenido social del
conflicto), a una ficticia lucha entre el estado de derecho y los ilegales
(todos en el mismo saco, una mera cuestión de criminalidad rampante).
Este discurso, huelga aclarar, es un formidable obstáculo
para la paz, pues impide a amplios sectores de la población colombiana (sobre todo
a aquellos que no tienen relación directa con la realidad del conflicto armado)
comprender el vínculo que existe entre la confrontación armada y las causas
sociales-estructurales que lo originan.
De paso, buscan invalidar la búsqueda legítima de un espacio
en las negociaciones de paz por parte de un movimiento guerrillero que se
desmovilizó parcialmente en 1990.
No hace bien a Colombia limitar las negociaciones a las
FARC-EP o al ELN, pues cada insurgencia existe por razones específicas, aunque
también pueda decirse que exista en términos muy generales por las mismas
razones que las otras (exclusión política y despojo a las clases populares).
Cada movimiento guerrillero responde a aspectos
específicos del conflicto social colombiano, responde a causas estructurales y
a razones particulares que deben ser abordadas en un ejercicio de diálogo
político como el que se está llevando a cabo en La Habana.
De la misma manera que exigimos ampliar la participación
popular en la mesa, esto también implica ampliar la participación a otras
expresiones insurgentes.
Por todo esto es que no veo nada de inocente en este
petardo que arrojó la oligarquía en medio de esta noticia. Lo que nos recuerda
una vez más que hay que estar siempre muy atentos en corroborar la veracidad de
las noticias oficiales y aplicar un filtro crítico a todo lo que recibimos.
Hay que recibir toda noticia de estos medios con una
dosis de sano escepticismo –no rechazar utilizar estos medios de plano, sino
que aprender a trabajarlos entendiendo los subtextos siempre presentes y las
manipulaciones sutiles.
Camilo Raigozo ha rectificado el error sacando esa
mención del artículo publicado, pero no está de más una nota extra para
enfatizar lo cuidadosos que debemos ser con los medios oficiales, pues ninguno de
nosotros, por clara que tengamos la película, estamos libres de caer en la
trampa.
Aún Notimundo, un medio valioso, crítico, valiente,
mordió el anzuelo, pero afortunadamente supieron enmendar el error a tiempo. Un
cordial y fraternal saludo para ellos.
José Antonio Gutiérrez D.
29 de Mayo, 2013