miércoles, agosto 13, 2008

Araújos et al
Por Alfredo Molano Bravo. El Espectador

Seguro es que los araújo vallenatos no tienen sangre próxima común con los de Cartagena, aunque a un senador de Texas o a un representante sueco al Parlamento Europeo, la coincidencia les aflojará una sonrisita de lado.

El asunto no es de consanguinidad, sino de identidad en el modo de hacer negocios, aunque no sean socios. Ambas familias son de esa rancia cúspide regional acostumbrada a manejar haciendas, predios, casas comerciales y oficinas públicas, con los mismos criterios especulativos y endogámicos.

Los notables de Valledupar nacieron todos en la misma cuadra y se conocen los trapos íntimos desde niños. Han vivido del contrabando de café y ganado con Venezuela por Puerto López —el de Tite Socarrás—; después, sin duda, contrabandearon maracachafa por Bahía Portete; han escriturado, con parientes notarios, haciendas y predios urbanos a sus reconocidos nombres y les han quitado toda la tierra que pueden a los indígenas de la Sierra Nevada y sobre todo a los kankuamos.

Las campañas electorales de estos prohombres son —hoy todavía— un espectáculo deprimente: suben sus delegados en camión a la Sierra, digamos a Atanquez, y llevan a los indígenas enchirrinchados a donde necesitan inclinar a su favor la votación.

Una vez que, abrazo de por medio, los indígenas votan, los empujan en cualquier esquina para que amanezcan botados, vomitados y sin saber cómo devolverse a su tierra. El espectáculo se repite con la regularidad del Festival Vallenato. Con el mismo procedimiento los llevan a firmar escrituras. Lo que hace Jorge 40 no es mas que repetir la historia.

Pasa lo mismo con los nobles de La Heroica. Son un puñado. Conocidos de todos porque de alguna Miss Bolívar son parientes o, por lo menos, a una han coronado en el Hotel Caribe siendo gobernadores, alcaldes, secretarios de gobierno, almirantes de la Armada.

Tienen una larga y noble historia como que fueron los más ardientes enemigos de los piratas ingleses y franceses que venían a quitarles los chancucos comerciales con la Madre España. Siempre han sido comerciantes y, además, hacendados. Han comerciado con todo: aceite en botija, esclavos, géneros, azúcar, y, claro, tierras.

Indígenas no tienen a mano, si se exceptúan los que su parentela, los Guerra de la Espriella —otros también embollados con la Ley—, engañan y emborrachan en Sucre: Joselito, convicto del 8.000 y especializado en atropellar —digo lo menos— a los indígenas de San Andrés de Sotavento; su hermano Víctor, hoy delegado personal del presidente Uribe en la Corporación Autónoma de Sucre, organizó con paramilitares las Convivir regionales bautizadas con el significativo nombre de Orden y Desarrollo; Miguelito, el de Ralito; su hermana, ministra de Comunicaciones, y su padre, Julio César Guerra Tulena. Mejor dicho…

El nuevo Canciller estuvo untado en el negociado de Chambacú. Y salió bien librado. Explicable, siendo fiscal Luis Camilo Osorio, al que tarde o temprano veremos en los estrados. Pero el problema no es legal. Es social. Chambacú era un pueblo de negros tan auténtico como puede ser San Basilio.

Vestigios ambos de lo que fue la cultura africana en América. Pero a los casatenientes cartageneros no les gustaba el barrio hecho entre manglares con cartones y tejas de cinc. Le daba mal aspecto al Corralito.

Y decidieron sacar a la gente a la fuerza y botarla a vivir donde pudiera. Chambacú se volvió uno de los más costosos predios. El negocio fue redondo. Hasta construyeron un edificio inteligente. Los desalojados tuvieron que treparse a La Popa y las Loma de Peyé, terrenos hermosísimos con vista al mar.

Hay un nuevo plan para sacarlos de ahí también: la Avenida Perimetral. Limpias esas lomas, vendrá triunfal don Donald Trump, rey inmobiliario de Nueva York y dueño del Concurso Miss Universo, a inaugurar —quizás asociado con los Noguera, los Guerra de la Espriella y, por supuesto, con Jean Claude Bessudo, “El Aprendiz” —un gran vividero residencial para pensionados gringos—. De ahí las medidas adoptadas para la ciudad por el Vicepresidente y el Ministro de Defensa.


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