viernes, agosto 08, 2008

Acábenlos
Por Ramiro Bejarano Guzmán

La semana que pasó dijo muchas cosas el presidente Uribe, unas trascendieron, como su reto populista al Banco de la República para que maneje la economía oyendo al pueblo; y otras, igualmente importantes, no han merecido comentarios, como la extraña orden que impartió a unos generales en relación con lo que debían hacer con unos delincuentes.

En medio de un acto oficial en Medellín, rodeado del calor de sus paisanos –a los que ha consentido tanto en desmedro de otras regiones, como el Valle del Cauca– el Presidente impartió una orden perentoria a los generales que allí se encontraban. Con su estilito, entre arrogante y aparentemente descomplicado, Uribe sentenció: “A los bandidos que quedan aquí, de la Oficina de Envigado: un tal ‘Yiyo’ y un ‘Memín’. A esos acábenlos. ¡Y por cuenta mía, no se preocupen!”.

¿Puede el Presidente de una nación democrática, de cuya legislación está proscrita la pena de muerte, impartir la orden a unos generales de que acaben con unos delincuentes? La respuesta categórica es no. Por encima del 91% de la popularidad del Presidente está la Constitución, que no puede ser ignorada, ni siquiera para reprimir el delito.

Se equivocan aquellos que privada o públicamente sostienen que todo lo que haga Uribe para recobrar la paz es legítimo. Tal tesis ya la ensayaron los paramilitares, cuando creyeron que para combatir a la insurgencia todo valía. El tiempo demostró que cuando el delito se combate con más delito, no hay justicia ni tampoco paz.

A lo mejor, cuando el Presidente dio tan extraña orden no tuvo la intención de decretar la muerte de unos delincuentes, pero el tono, más el talante, dejaron el sabor de que bajo el temido “acábenlos” lo que se pedía a los generales no era otra cosa que el aniquilamiento físico de unos facinerosos, que por más que lo sean tienen derecho no sólo a un juicio rodeado de garantías sino además a que se les respete la vida, así hayan cometido crímenes atroces.

Si mañana, por desgracia, llegasen a aparecer muertos ‘Yiyo’ o ‘Memín’ o ambos, la duda mortal de la que habló para siempre Racine podría poner en aprietos al Mandatario que dio la orden de acabarlos y ponerlos en su cuenta. ¡Qué tal que se sobregire!

El Estado de Derecho no consiste en que una sola persona mande, gobierne, juzgue, absuelva, condene, controle y ejecute a los ciudadanos. Cuando un hombre puede y debe hacer todo él solo, ese Estado es totalitario y peligroso.

Si algo está extraviando a Uribe es ese 91% de popularidad que lo tiene convencido de que puede hacer y deshacer, al extremo de considerar que puede manejar el país, como lo hace con su finca ‘El Ubérrimo’, y hasta mentir, como quedó demostrado en el video de la operación Jaque.

Tal parece que el mal hizo metástasis, a juzgar por la altanera entrevista que concedió José Obdulio Gaviria a este periódico, en la que a la pregunta “¿Qué candidato le gusta?”, respondió que “el presidente Uribe o el uribismo determinarán el que sea el sucesor del Presidente”, aseveración que riñe con las buenas costumbres democráticas.

Con razón alguien dijo que cuando Dios quiere perder a un hombre, lo vuelve soberbio.


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