Conflicto social y armado
El fotógrafo Carlos Villalón (a la izq. en la foto al lado de Roméo Langlois) cuenta la odisea que vivió y destapa la historia detrás de la retención del comunicador.
Saludo de las FARC por su 48 aniversario
"Unidad y lucha para conseguir la paz": Colacho Mendoza
Roméo Langlois
antes de ser liberado
Por Carlos
Villalón y Karl Penhaul. Revista Cromos
En medio de la
confusión sobre el paradero del periodista francés, y mientras se creaban
comisiones diplomáticas para liberarlo, dos corresponsales internacionales no
tuvieron problema para internarse en las selvas del Caquetá y entrevistarlo aún
cautivo.
El fotógrafo Carlos Villalón (a la izq. en la foto al lado de Roméo Langlois) cuenta la odisea que vivió y destapa la historia detrás de la retención del comunicador.
"La
primera noticia que me llegó de Roméo
fue el sábado 28 de abril: se decía que estaba muerto. Con su socio y amigo
Simone Bruno, averiguamos con los militares y supimos que estaba perdido. Había
dos opciones: o estaba muerto o lo tenían los guerrilleros.
Cuando se supo
de un extraño comunicado que el Frente 15 hizo llegar a una emisora, en el que
lo declaraban prisionero de guerra, decidimos con mi amigo Karl Penhaul buscar
a las Farc. Queríamos decirles que Roméo
era periodista, estábamos seguros de que así todo se aclararía.
El jueves 3 de
mayo partimos a algún lugar en el Caquetá. Nos fuimos en el carro de Karl, que
es bueno para transitar por trochas. Nos encontramos, después de una década de
victorias y derrotas en el conflicto, con viejos conocidos, altos mandos del
Bloque Sur de las Farc.
Les aclaré que
Roméo era mi amigo, que era francés y que ya había hecho trabajos con la
guerrilla, que había entrevistado a Raúl Reyes y había hecho contactos con
ellos en el Cauca y en Antioquia.
Se mostraron
sorprendidos y dijeron que esa situación cambiaba el estatus de Roméo, que ellos pensaban que era gringo o
israelí y que era de la DEA.
En ese
momento, expedieron un comunicado, que se conoció el domingo 6 de mayo, en el
que aceptaron que Roméo sí era
periodista. Le mandamos a él la razón de que queríamos verlo.
Yo sabía que
podía tener interlocución con los comandantes guerrilleros porque desde que
llegué a Colombia en tiempos del proceso de paz del Caguán, hice contactos con
las Farc y ellos conocían mi trabajo.
Desde mi
llegada me impresionó mucho que en esa zona la pasta de coca fuera utilizada
como dinero.
Así que obtuve
permisos de Fabián Ramírez y Sonia para entrar a esos pueblos y corroborarlo.
Publiqué reportajes en The New York Times, Boston Globe, San Francisco
Chronicle y varias revistas en Europa.
Al final hice
una historia general que se publicó en julio de 2004 en National Geographic. La
portada llevaba por título Cocaine Country, y en español, Cocaína.
Les pedimos a
los comandantes que, si ya estaba clara la situación de Roméo, lo dejaran
libre; nosotros lo llevaríamos a Florencia. Uno de ellos estuvo de acuerdo, pero
advirtió que ya era tarde.
Explicó que
cuando los gobiernos francés y colombiano se metieron a hacer declaraciones,
enredaron todo.
Estaban
molestos porque había declaraciones en contra de ellos diciendo que habían
incumplido su promesa de no secuestrar. Según él, Roméo nunca estuvo
secuestrado.
Simplemente,
dijo, estaban investigando a un combatiente que se había entregado a sus tropas
en el campo de batalla; además, estaban obligados a curarle las heridas y
ponerlo en lugar seguro, mientras determinaban quién era.
Aclaró que el
tema ya estaba en manos del Secretariado y que cualquier decisión se tomaría
muy lentamente. ‘Roméo no se puede ir con ustedes’, concluyó.
Quedamos
frustrados. Volvimos a Caquetá el 15 de mayo. Hicimos una entrevista a Colacho,
uno de los comandantes del Frente 15, uno de los que dirigió el combate en el
que cayó retenido Roméo.
Nuestra idea era desentrañar lo que había
pasado, porque había mucha confusión. El general Navas había dicho que eran 15
los policías muertos, luego que eran cuatro; la guerrilla dijo que fueron 17 y
luego que 22. No parecía ser cierto eso de que en el laboratorio que
destruyeron había 400 kilos de cocaína.
Según los
pobladores de la zona, para producir un kilo de base de coca se necesitan 50
arrobas (568 kilos) de hoja de coca. Para producir esos 400 kilos reportados,
se habrían necesitado más de 227 toneladas de hoja, lo cual dejaba dos
conclusiones: o Roméo había aterrizado en un megacomplejo de cocaína o las
cifras oficiales no cuadraban.
Siguiendo
indicaciones de los mandos guerrilleros, transitamos durante dos días por
caminos de herradura que conectaban caseríos que no figuraban en ningún mapa.
Un olor
particular permeaba las calles. La pobreza era tal que muchas veces resultaba
más fácil conseguir un gramo de coca que un billete de cinco o diez mil pesos.
En los últimos
años, los lugareños han intentado subsistir con el queso fabricado con la leche
de vacas raquíticas. La tala de la selva para alimentar a los cocainómanos del
mundo ha producido estragos y las lluvias torrenciales convierten los caminos
en trampas naturales.
Salimos en
busca de Roméo. Cuando se acabaron las trochas, caminamos y luego continuamos
en mulas. De fondo, el ruido ocasional de helicópteros militares. Ya era 25 de
mayo.
Fue
emocionante verlo. Estaba más flaco de lo que lo vi días antes de su secuestro
en un café de La Macarena. Aseguró que no sabía en calidad de qué estaba allá,
porque le habían pedido disculpas y le habían dicho que era invitado.
Hablamos
durante horas sobre el combate y sus apreciaciones sobre la lucha antidrogas.
Grabamos una entrevista y un mensaje en francés para su familia.
Mencionó su
conversion religiosa que duró escasos cinco segundos y de los dos eternos
instantes en los que decidió quitarse el chaleco antibalas y rendirse ante un
grupo de jóvenes guerrilleros. La
entrevista fue maravillosa, fue una reflexión muy personal. Acordamos que la
publicaríamos cuando él estuviera libre.
Poco antes del
anochecer, la guerrilla nos informó que tenían que irse con nuestro amigo.
‘Macondiano, esto es loco, muy colombiano’, dijo Roméo sacudiendo su cabeza.
Después de la
entrevista, fuimos a recuperar el carro porque se había quedado enterrado en
uno de esos caminos. Yo nunca en mi vida había visto algo semejante.
He viajado
mucho por los lugares más apartados de este continente, pero esos caminos que
tuvimos que recorrer no son carreteras, no son trochas, no son nada, no tienen
nombre. Como a las diez de la noche logramos recuperarlo.
En el camino a
Florencia nos enterramos otras cinco veces, teníamos que buscar palos y piedras
para hacer palancas. Fue una odisea increíble.
Supimos que la
intención de la guerrila era liberar a Roméo el 27 de mayo, día del 48
aniversario de las Farc, pero nos informaron que para esa fecha no alcanzaban a
sacrificar las vacas e invitar a las delegaciones. La nueva fecha era 30 de
mayo. Sería en San Isidro, así que resolvimos devolvernos.
Salimos de
Florencia a las cuatro de la tarde y llegamos a la una de la mañana. Entre
Unión Peneya y San Isidro hay 17 kilómetros y nos demoramos más de cuatro
horas. Fue agotador.
El pueblo
tiene una sola calle de 300 metros bordeada por unas 50 casas de madera y se
notaba que algo iba a pasar.
Había mucho
movimiento, una excitación general. En la escuela estaban construyendo una
tarima, ya habían matado cuatro vacas y venían dos más en camino; los
campesinos decían que llegarían dos mil personas. Ya era 29 de mayo.
Pasadas las
seis de la tarde, hora en que oficialmente se suspendían las operaciones
militares, empezó a llegar la guerrilla.
No veíamos esa
imagen desde el Caguán: los guerrilleros caminando por las calles, conviviendo
con los civiles, comiendo helado. No se veía mucha sorpresa en los campesinos.
Por el contrario, aseguraban: ‘El Gobierno
solo viene a echarnos veneno (glifosato) y plomo, no han hecho las carreteras
ni las arreglan, nos están matando de hambre. Nuestro gobierno es la guerrilla’.
También es
claro que en estos pueblos del Caquetá viven muchas personas que son familiares
de guerrilleros. La gente vive de la
coca, ¿qué más pueden sacar por esos caminos?
Ese fue un
tema recurrente. Los otros periodistas que llegaron a la liberación, de AP,
AFP, Telesur, todos hablaban de la tortura de transitar por esas trochas.
Para la
liberación llegaron muchas camionetas con civiles. Supongo que las Farc
invitaron gente de las veredas; lo cierto es que la carne de las seis vacas no
alcanzó para todos. Según ellos, había más de 2.000 personas. La única
panadería del caserío se quedó sin pan, ya no había comida.
Roméo apareció
como a las tres de la tarde, con una cámara de video que le había prestado la
guerrilla. Ya llevábamos varias horas de discursos, después del himno de
Colombia y del himno de las Farc.
Lo sentaron en
una mesa con Piedad Córdoba y el delegado de la Cruz Roja, y enseguida se puso
a filmar.
Habló la mamá
de un guerrillero que murió en el enfrentamiento donde cayó Roméo. Fue muy emotivo porque ella decía que
sentía lo mismo que la madre de los soldados que mueren en los combates.
También habló
el campesino dueño del laboratorio de procesamiento que fue quemado antes del
combate y contó que era una pequeña cocina y que no tenía cómo procesar 400
kilos de base, y menos cocaína. Fueron casi cinco horas. Todo terminó cuando
Roméo se subió a los carros de la Cruz Roja.
Las Farc
aprovecharon la entrega de Roméo para dar a conocer su postura frente al
conflicto. Llevaban más de 10 años metidos en el monte sin dar una declaración.
No se sabe qué
piensan, el país no entiende qué pasa con ellos. Querían aprovechar ese
acontecimiento para mandar un mensaje. Hablaron de su aniversario, le pidieron
perdón a Roméo y Jairo Martínez habló de la paz.
Cuando hay un
conflicto la gente usa los medios para enviar su mensaje, todos lo hacen, los
gobiernos, los políticos. Creo que la principal crítica para las Farc no es el
show que hicieron ese día. Hay cosas realmente más graves.
Es la primera
vez que la víctima es un amigo mío, un colega. Yo me preguntaba: si uno va a
África y le hace fotos a la gente que muere de hambre, o en un conflicto
cualquiera toma fotos después de una bomba o habla del sufrimiento de la gente,
¿por qué uno no lo puede hacer con un colega? ¿Cuál es la diferencia? No lo sé.
Lo cierto es que este trabajo hizo que me
confrontara mucho sobre lo que debía hacer. Hasta ahora nadie ha visto la
entrevista, pero yo estoy muy satisfecho porque logré mi meta, llegué a la
persona que todo el mundo quería ver”.
Video inédito en: Cromos .
Video inédito en: Cromos .
El reportero
de esta odisea
Carlos
Villalón
Es: Fotógrafo
Edad: 46 años
Nacionalidad:
Chileno
Lleva 12 años
viviendo entre Colombia y Nueva York. Llegó al país a cubrir los diálogos de
paz del Caguán como corresponsal de Getty Images, pero se interesó en el tema
de la coca al ver que muchos pueblos caqueteños usaban la base como medio de
pago.
Ha publicado
estos trabajos en The New York Times, Boston Globe, San Francisco Chronicle,
National Geographic, Newsweek, The Guardian, The London Times, entre otros.
“Me he
dedicado a la problemática de la coca y la cocaína, y he viajado por América
Latina para comprobar cómo esa planta, sagrada para algunas culturas, ha
marcado la historia de este continente. La leyenda indígena dice que Dios les
quita la hoja a ellos y se la da al hombre blanco y que eso traerá ríos de
sangre”.
En los últimos
años ha viajado a México, Bolivia, Perú, Chile. Dentro de sus planes está hacer
un libro y abrir la discusión sobre el narcotráfico y la legalización en
América Latina.
www.villalonsantamaria.com
Fotos y texto
: Carlos Villalón/ Video: Karl Penhaul y Carlos Villalón. Cromos.com.co
Vea y lea
también:
Liberación del periodista Romeo Langlios. Solucionado el impase
Desagravio de las FARC al periodista Romeo Langlois.wmv
"Quiero decir gracias a las FARC": Romeo Langlois.wmv Liberación del periodista Romeo Langlios. Solucionado el impase
Desagravio de las FARC al periodista Romeo Langlois.wmv
Saludo de las FARC por su 48 aniversario
"Unidad y lucha para conseguir la paz": Colacho Mendoza