domingo, marzo 29, 2009

Que veinte años no es nada
Por: Ramiro Bejarano Guzmán. El Espectador

Conozco al ex ministro Juan Lozano desde 1982, desde sus felices días como aventajado e inteligente estudiante de la Facultad de Derecho de los Andes, donde fue mi alumno.
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Por aquella época la vida y él sonreían mutuamente, él con el excelente buen humor que conserva.

Juan se hizo abogado, además economista, y obedeciendo a la huella de su sangre, muy pronto se volvió político, como concejal en Bojacá, cuando con otro imberbe político, Germán Vargas Lleras, hicieron historia en esa grata población de la sabana, hasta convertirse en un destacado hombre público.

Esa vocación pública aproximó a Lozano al caudillo Luis Carlos Galán, de quien fue su secretario privado hasta el día de su aleve asesinato en Soacha, el 18 de agosto de 1989, es decir, hace 20 años.

Desde entonces, en la retina de los colombianos ha quedado grabada la imagen de que Juan Lozano, por encima de todo y para siempre, era un galanista pura sangre.

Después del crimen de Galán vinieron los días luminosos de Juan Lozano como columnista de El Tiempo, más tarde su audaz campaña para ser Alcalde de Bogotá, en la que obtuvo una impresionante votación, y recientemente su cercana vinculación con el gobierno de Uribe, del que ha sido primero consejero, luego ministro, y al parecer, cabeza de lista para el Senado por el uribismo recalcitrante.

Siendo director del DAS recibí una llamada angustiosa de Juan, en la que me advirtió de una celada de la que fue víctima, porque como jurado de algún concurso, sin su consentimiento lo pusieron a compartir tribuna con Pastor Perafán, conocido narco.

Obviamente encontré legítima la preocupación, pues era obvio que alguien quiso aprovecharse de la presencia desprevenida del inmaculado periodista.

Por eso y por mucho más, los colombianos nos sorprendimos hace unos días, cuando en este periódico el saliente ministro Lozano afirmó: “Soy uribista desde hace 20 años”. Yo le creo, aunque me sorprende no haberlo sabido antes, y, además, que tan importante militancia la hubiese mantenido en secreto tantos años.
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Ante tal revelación, la memoria inevitablemente ha de regresar al pasado. ¿Dónde estaba Álvaro Uribe Vélez hace 20 años, cuando Juan Lozano era el único uribista que había en Bogotá? Juan debe saberlo, porque es persona bien informada. A lo mejor no lo recuerda, pero no todos lo hemos olvidado.

Hace 20 años, unos días después de que cayera acribillado Galán, Álvaro Uribe y su primo Mario estaban aprobando en el Senado un narco-mico para someter la extradición a consulta popular.

Ese perverso e inmoral proyecto, que para nada honraba la memoria de Galán, fue abortado por el ministro Carlos Lemos Simmonds, en otro de sus gestos valientes y corajudos.

De haberse aprobado la tal consulta popular para preguntar a los colombianos si estaban de acuerdo o no con extraditar a los narcotraficantes, lo más seguro es que Pablo Escobar y sus aliados la habrían ganado de lejos.

Nadie sabe para quién trabaja, pues si esa consulta hubiere sido aprobada en las urnas, Uribe no habría podido registrar el impresionante récord de extraditados de los que con razón se ufana todos los días.

Pero el tiempo sepultó y borró todo, porque un galanista de primera línea como Juan Lozano, al paso que cerraba con dolor la tumba de su jefe, también se hizo silenciosamente uribista, cuando no se usaba, pues entonces en la vida del joven caudillo Álvaro Uribe Vélez sólo había nubarrones negros y sospechas gravísimas.

Adenda. ¿Será que en el Congreso aprueban el referendo reeleccionista, que está sub iúdice en la Fiscalía y en el Consejo Electoral?

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