6 de marzo homenaje a las víctimas
"Hasta el cielo está llorando la masacre”
Por Camilo Raigozo. Voz
Jaime Peña frente a la cancha de fútbol donde empezó la masacre. Foto Notimundo.
“Yo recuerdo que el sol de aquel día fatídico fue esplendoroso y brillante. Nadie podía imaginarse que aquel desborde festivo de alegría, jolgorio, risa y baile, se convertiría horas más tarde, en una de las tragedias más crueles y dolorosas que ha padecido no solo Barrancabermeja, sino el país entero, infligida por el narco-paramilitarismo y el terrorismo de Estado.
“Desde muy tempranas horas, la muchachada y en general la comunidad de los tres barrios que confluyen en esta cancha de fútbol, nos congregamos en el parque para realizar lo que habíamos estado preparando desde días atrás: un bazar cuyo objetivo era recolectar fondos para celebrarles decorosamente a nuestras mujeres, El Día de la Madre.
“Así pues, ni una sola nube había empañado la celebración y la fiesta de los habitantes de los barrios El Camping, María Eugenia y El Divino Niño, cuyo epicentro común es la cancha de fútbol.
“Como a las nueve y media de la noche, cuando aún quedaban unas 250 a 300 personas en el parque, incursionaron al sitio, dos camiones 350 carpados y una camioneta Toyota doble cabina de platón, con al menos 50 paramilitares armados hasta los dientes.
“Estos descendieron de los automotores rápidamente, obligaron a la muchedumbre a concentrarse en la cancha de fútbol y a tenderse bocabajo. Caminaron por encima de las personas, las patearon y las golpearon sin importar sí eran niños, ancianos o mujeres embarazadas. Varias personas fueron sujetadas por el cabello y arrastradas.
“Partida de guerrilleros hijueputas, ahora sí va a empezar la guerra. Hoy se mueren malparidos”, le gritaban a la población, que todavía aturdida no lograba entender lo que estaba ocurriendo.
“A esa hora, yo ya estaba en mi casa, que dista unos 30 metros del parque, donde estaban ocurriendo los hechos. Inclusive ya tenía la piyama puesta y estaba a punto de acostarme cuando escuché unos disparos.
“Me asomé a la ventana y vi que un paramilitar llevaba a mi hijo apuntándole a la nuca con el fusil. Asustado le grité a mi hijo: ¿Yesid, qué sucede?. Cuando él intento voltear para contestarme, el ‘para’ lo empujó y le pegó con la trompetilla del arma y le dijo algo que no pude percibir y siguieron la marcha.
“Yo seguía ajeno a la gravedad de lo que estaba pasando. Se me ocurrió que era cuestión de documentos y con tranquilidad pensé en ir a llevarle los papeles de identidad a mi pelao y reclamarlo.
“Me vestí nuevamente y salí a la calle. Cuando alcancé la esquina, me topé con el cuerpo de un muchacho al que los criminales acababan de degollar. Lo reconocí de inmediato; era hijo de un vecino, muy amigo de mi hijo y tenía su misma edad. 16 años.
“Dios mío, ¿qué es lo que está pasando?, me pregunté, al tiempo que empezaba a darme cuenta de la magnitud de la tragedia.
“Nervioso, pensando en mi hijo, regresé a la casa. Por el camino un vecino me dijo: “Al joven lo degollaron por negarse a subir a los camiones”.
"Efectivamente, cuando lo obligaron a que se subiera a uno de los camiones, este les gritó: “Yo no me subo, si me van a matar, háganlo aquí”.
"Inmediatamente uno de los asesinos le pasó el puñal por el cuello, acabando de un solo tajo con un mundo de ilusiones y dejando sembrado para siempre el dolor y la congoja en esa familia.
“Mija, levántese rápido por que se llevaron al pelao, le dije a mi esposa. Con las palabras atropelladas le fui contando lo que acababa de ver y oír. Luego salí corriendo por el camino que había tomado la camioneta doble cabina.
“Cuando había recorrido algo así como medio kilómetro, escuché ráfagas de fusil y gritos que decían: “¡a tierra guerrilleros hijueputas!, ¡esta noche se mueren partida de malparidos!, ¡bocabajo todo el mundo!.
“Yo solo pensaba en la vida de mi hijo y seguía corriendo. Un señor llegó hasta mi lado y me agarró por la ropa obligándome a detenerme. Me dijo: “¡vecino no siga, no siga por que lo matan!, venga para acá”.
“Cuando llevaba unos 20 minutos resguardado ahí, llegó mi esposa. Entonces cogimos un taxi y nos fuimos a poner la denuncia ante las autoridades, y a pedirles protección y ayuda, porque todavía se escuchaban los disparos en el sector.
“Cuando llegamos a la Policía, la sorpresa fue muy grande. No nos prestaron atención.
“El policía que encontramos de turno, sin inmutarse ante nuestras súplicas, burlándose de la angustia que padecíamos y sin mirarnos balbuceó: “¿A sí?, ¿y eso qué pasó?, ¿donde fue eso?”. Finalmente, soltó su veredicto: “Por algo sería”.
“Ante la ignominia de los agentes, resolvimos acudir al DAS en el mismo taxi. Pero allá la sorpresa fue aún mayor, pues estaban en una fiesta en la que había trago por montones.
“Cuando logré hablar con uno de los agentes, este me dijo como quién ya sabía la historia: “¡A sí, eso es carne fresca!”.
“Fue de esa manera tan brutal como caímos en cuenta que el Estado era cómplice de lo que estaba sucediendo en Barrancabermeja y de que todos los pobladores estábamos indefensos a merced de los paramilitares y del terrorismo de Estado.
“El Estado es cómplice por omisión, en la muerte de siete jóvenes y el secuestro y posterior desaparición de otras 25 personas esa noche en Barrancabermeja, por que cuando los familiares acudimos ante la Fuerza Pública en demanda protección y ayuda, estas nos fueron negadas.
“En vista de que no fuimos atendido por las autoridades, decidimos seguir buscando a nuestro hijo por cuenta propia hasta las dos de la mañana. Fuimos hasta el aeropuerto y a otros lugares pero nada.
“Al retornar al barrio apareció ante nuestros ojos la magnitud de la tragedia que padecíamos innumerables familias. Mujeres, niños, ancianos, todos corrían de un lado para otro, gritando, llorando, buscando a algún ser querido hecho víctima.
“Nuestro bazar se había transformado repentinamente aquel 16 de mayo de 1998, en un océano de lágrimas, padecimiento y dolor, inflingido por el propio Estado. Para nosotros, ya nada volverá ha ser igual. Dentro de poco cumpliremos 10 años de padecimiento, ignominia, dolor, e impunidad, por el asesinato, secuestro y desaparición, de nuestros seres queridos. Pero tengan la plena seguridad, que siempre nos mantendremos en resistencia contra el olvido.
“Los vecinos nos acabaron de completar el mapa de aquel sombrío panorama. Los criminales no contentos con la gente que estaba en la calle, entraron a los establecimientos adyacentes y sacaron a las personas que en ellos se encontraban”.
Hora y media despues, los camiones con los matarifes a bordo continuaron su marcha sangrienta.
Al llegar al barrio Nueve de abril, cuya entrada es también la de la termoeléctrica, retuvieron un taxi y lo atravesaron en la carretera. Las personas que se encontraban cerca trataron de conseguir refugio en la bolichera, pero los paramilitares les dispararon indiscriminadamente.
Los disparos se escucharon a más de dos kilómetros a la redonda, pero en la base militar que presta vigilancia a la termoeléctrica, la cual se encuentra a menos de 180 metros de donde los ‘paras’ le disparaban a la población civil inerme, nadie oyó nada.
Unos trescientos metros mas adelante, en unas canchas de mini tejo, los asesinos se acercaron a las personas que allí departían y jugaban. Las tendieron en el piso y las golpearon. En esos precisos momentos llegaron los hermanos Melquisedec y Germán León Quintero, quienes al darse cuenta del peligro pretendieron huir.
En el intento, Germán fue herido en una pierna. En su estado de indefensión, lo agarraron del cabello, lo arrastraron varios metros por la carretera y luego lo remataron de varios tiros en la cabeza. A Melquisidec se lo llevaron y tanto de él como de las otras 24 personas secuestradas esa noche, no se sabe nada desde entonces.
Hora y media después de la entrada del grupo paramilitar a Barrancabermeja, los camiones pasaron por el retén de las Fuerzas Armadas que controla el acceso a la ciudad y continuaron su camino hacia Bucaramanga.
Los victimarios abandonaron Barrancabermeja alrededor de las diez y media de la noche, y en su recorrido, en el sitio conocido como Patio Bonito, asesinaron a Eliecer Javier Quintero Orozco, Neir Enrique Guzmán, Luis Jesús Arguello, José Javier Jaramillo Y Diomidio Hernández.
“Completamente acongojados mi esposa y yo regresamos a la casa. Como a las tres de la madrugada se precipitó sobre Barrancabermeja un aguacero muy duro. Como pocos hemos visto en esta ciudad. Parado frente a la ventana pensaba en la suerte de las víctimas, entre las que estaba mi hijo. Le dije a mi esposa: “hasta el cielo está llorando la masacre”. Llorando, con el alma en vilo respondió como preguntándole a Dios: “¿a donde estará el cuerpo de nuestro hijo en este momento, empapándose con estas lágrimas del cielo?.
“Apenas amaneció fui al comercio de las funerarias con la esperanza de encontrar alguna pista. Nadie sabía nada, sin embargo alguien dijo, “váyase para la morgue que allá hay varios cuerpos, pueda que ahí esté el de la persona que busca”.
“Cuando en la morgue nos enseñaron las bandejas con los cuerpos nos dimos cuenta de que ninguno de los asesinados pasaba de los 23 años. Cada uno tenía al menos 15 balazos en las piernas por lo que dedujimos que los mataron cuando ellos estaban corriendo, tal vez intentando escapar de sus verdugos.
“Al llegar al sitio Patio Bonito, la carretera estaba llena de sangre. A pesar del torrencial aguacero los charcos aun parecían más de sangre que de agua. Más de 100 vainillas de tiros de fusil estaban esparcidas por el sitio, pero ahí tampoco encontré rastros de mi hijo.
“Llevo nueve años, ocho meses y tres días esperando hallar algún indicio de él. En las mismas circunstancias se encuentran las otras 24 familias a las que les arrebataron parte de sus vidas al desaparecerles esa noche a sus seres queridos”.
De los sucesos del 16 de mayo de 1998 en Barrancabermeja, los paramilitares no han dicho nada en sus versiones libres. Tanto el Estado como los victimarios solo han jugado con la dignidad de las victimas y de los familiares.
“Después de nueve años de perpetrada la masacre, el desmovilizado comandante alias “Julián Bolívar”, viene y nos dice, “esa masacre aquí fue un error, por que todos eran civiles inocentes”, y siguiendo la estrategia de inculpar a los muertos, por que ya no podrán ser juzgados, señaló a alias “Camilo Morantes”, de ser el responsable. A ese sujeto, ellos mismos lo mataron”.
Por persistir en que se haga justicia, han sido asesinadas otras cinco personas, familiares o testigos de esos hechos vergonzosos para el país. Así como, el 1 y 2 de agosto de 2001, después de que la Comisión de la Verdad informó que varios miembros de las fuerzas de seguridad del Estado estaban siendo sometidos a investigaciones penales y disciplinarias, los paramilitares mataron a diez personas en Barrancabermeja, incluyendo a dos testigos de la incursión paramilitar del 16 de mayo de 1998, que habían declarado ante las autoridades.
Varios funcionarios judiciales también han sido amenazados de muerte, con la intención de obstruir el progreso de las investigaciones. El fiscal con identidad reservada que dirigió la primera fase del proceso se vio forzado a abandonar el país como consecuencia de las amenazas contra su vida e integridad.
“Sin embargo, nada nos detendrá, ya que ante la imposibilidad de que en el país se aplique la justicia con rigurosidad, hemos tenido que apelar a las instancias internacionales. El caso hace trámite en estos momentos en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA. Luego, esperamos que sea admitida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
“No aceptaremos negociar con la Comisión Nacional de Reparación por que no estamos de acuerdo con la Ley 975 del 2005, por cuanto las víctimas no nos sentimos incluidas en esa Ley. La Ley de Justicia y Paz, respetando lo que ha podido hacer la Corte Suprema de Justicia hasta el momento, es una ley que no solo se burla de manera grotesca de las víctimas, sino que es también un monumento a la impunidad”.
En el marco de los eventos realizados en la ciudad de Barrancabermeja los pasados días 19 y 20 de enero, en conmemoración y por la memoria de Manuel Gustavo Chacón Sarmiento, en los 20 años de su asesinato en una calle de esta misma ciudad, Voz habló con Jaime Peña, padre de Jaime Yesid Peña Rodríguez, de 16 años, estudiante de noveno grado del colegio Jhon F. Kennedy, secuestrado por paramilitares el 16 de mayo de 1998, quién nos relató los anteriores hechos.
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