domingo, febrero 24, 2008

Lo que el fuego se llevó
Por Camilo Raigozo. Voz

Sucedió en Alejandría, ciudad fundada en Egipto por Alejandro Magno en el año 332 antes de nuestra era, cuando la humanidad había emprendido la aventura intelectual que hoy nos permite chapalear en la orilla del vasto océano cósmico, en busca de saber entre otras inquietudes, ¿quienes somos?, ¿de donde venimos?.

Más de 500 mil volúmenes y libros, formaron la maravilla mayor de la ciudad y del mundo por aquel entonces: La Biblioteca de Alejandría y su correspondiente museo, dedicado a las especialidades de las Nueve Musas. Un templo contiguo consagrado totalmente al conocimiento de los fenómenos naturales y sociales.

Allí se estudiaba el cosmos entero. Cosmos es una palabra griega que significa, el orden del universo. En cierto modo, lo opuesto al caos.
Obras completas de Tales, Pitágoras, Demócrito, Platón, Sófocles, Homero, Esquilo, Eurípides, Aristóteles, Aristarco, Diógenes, Anaximandro, Eratóstenes, Hiparco, Euclides, Dionisio de Tracia, Herófilo, Herón de Alejandría, Apolonio, Galeno, Arquímedes, Tolomeo y de cientos de autores más, reposaban en los estantes de la biblioteca.

Hubo allí una comunidad de eruditos, que exploraron la física, la literatura, la química, la medicina, la astronomía, la filosofía, la geografía, las matemáticas, la biología y la ingeniería.

La Biblioteca de Alejandría, fue el lugar donde la humanidad reunió por primera vez de modo serio y sistemático el conocimiento del mundo. Su
último director fue una matemática, astrónoma, física y jefa de la Escuela Neoplatónica de Filosofía, de exuberante belleza. Su nombre: Hipatia, nacida en esa misma ciudad en el año 370 de nuestra era.

Por aquella época, la ciudad había caído bajo el imperio romano. La creciente Iglesia Cristiana, estaba consolidando su poder e intentando para ello, extirpar la influencia y las culturas paganas.

Tanto la biblioteca, como Hipatia, estaban en el ojo del huracán. Cirilo, el arzobispo de Alejandría, las despreciaba por que la ciencia y la cultura representaban un verdadero peligro para la hegemonía y el poder de la iglesia, razón suficiente para identificarlas con el paganismo no tolerable y así lo proclamaba desde su púlpito.

Una mañana del año 415 de n.e., una turba de fanáticos de Cirilo, arrancaron a Hipatia de su carruaje, deshicieron su vestido y armados con conchas marinas la azotaron hasta desollarla y arrancarle la carne de los huesos.

Sus restos fueron quemados, sus obras destruidas, su nombre olvidado. La maravillosa biblioteca, corrió la misma suerte y sus últimos vestigios fueron consumidos lentamente por el fuego. Cirilo, fue proclamado Santo.

La gloria de la Biblioteca de Alejandría, es un recuerdo vago y lejano. La opresión y el miedo al saber, arrasaron con casi todas las maravillosas obras que reposaban en el que fue, el primer instituto de investigación de la historia del universo.

La civilización humana, sufrió un cercenamiento cerebral infligido por su propia mano, de modo que quedaron irrevocablemente extinguidos la mayoría de sus memorias, descubrimientos, ideas y pasiones.

La humanidad fue condenada a más de 12 siglos de estancamiento intelectual, hasta la aparición de Galileo, Colón, da Vinci, Copérnico y todo el renacimiento que por fortuna floreció a pesar de la iglesia.

La pérdida fue incalculable. En los casos más alentadores, sólo conocemos los atormentadores títulos de los tesoros destruidos. De la mayoría no conocemos ni los títulos, ni los autores.

Como ejemplo de la tragedia, de las 123 obras teatrales de Sófocles existentes en la Biblioteca, milagrosamente sobrevivieron siete. Una de ellas: Edipo rey.


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