Villavicencio, Meta
Entregaron los restos de 18 personas, varias de ellas
asesinadas a sangre fría por el Ejército
Por: Camilo Raigozo. Notimundo
Gracias al trabajo de los congresistas Gloria Inés
Ramírez, Iván Cepeda, las comunidades y organizaciones defensoras de derechos
humanos, fue posible que el pasado viernes 10 de mayo fueran entregados a sus
familiares los restos mortales de las primeras 18 personas enterradas como desconocidas,
en los cementerios de La Macarena y Granada, Meta.
Un día antes, 9 de mayo, Ramírez y Cepeda conversaron con
las familias de las 18 víctimas y les ofrecieron sus condolencias, solidaridad
y respaldo, ante el dolor que las embarga. Así mismo se comprometieron a
continuar la lucha para que los probables crímenes de sus familiares no queden
en la impunidad y a que haya verdad, justicia, reparación integral y garantía
de no repetición.
Como respuesta a la grave crisis humanitaria, el 22 de
Julio de 2010 se realizó en La Macarena la Audiencia Pública Crisis Humanitaria
en los Llanos Orientales, convocada por la senadora Gloria Inés Ramírez, en
coordinación con las organizaciones sociales de la región.
Allí se conocieron decenas de denuncias sobre crímenes
cometidos por tropas del Ejército contra la población civil y también se evidenció
la existencia de una gigantesca fosa
común aledaña a la guarnición militar y al cementerio del municipio.
Los mismos comandantes castrenses habían reconocido ante
la prensa local que en dicho cementerio habían inhumado 564 cuerpos de
supuestos “guerrilleros dados de Baja en Combate”.
Una investigación de la Unidad Nacional de Justicia y Paz
de la Fiscalía General de la Nación, en junio de 2010, arrojó como resultado
que en 454 de los 1.123 municipios que tiene el país, hay al menos 20.453
cadáveres de personas sin identificar.
Notimundo habló con varios familiares y pudo constatar
que un buen número de las 18 personas fueron civiles asesinados a sangre fría
por tropas del Ejército y luego reportadas como “guerrilleros dados de baja en
combates”, en lo que se conoce como “falsos positivos”.
Luisa Fernanda Marroquín*, hermana de una de las 18 personas
cuyos restos le serían entregados al siguiente día, le dijo a Notimundo que “Testigos
nos dijeron que a mi hermano lo recogió un helicóptero del Ejército el 21 de
marzo de 2006 y desde entonces no volvimos a saber de él.
“Por indicaciones de las comunidades, en abril del mismo
año lo buscamos en el cementerio de La Macarena y ahí lo encontramos. El
Ejército lo asesinó y lo reportó como guerrillero dado de baja en combate. Mi
hermano era un agricultor que trabajaba en la finca”, contó en medio del llanto
Luisa Fernanda.
También le dijo a este medio que “Cuando estuvimos
haciendo las averiguaciones en La Macarena sujetos desconocidos nos abordaron y
nos dijeron, ‘Es mejor que dejen eso quieto por la seguridad de ustedes’”.
A doña Martha Arango* le ocurrió algo similar: “Mi esposo
salió de la casa a las 8 y media de la mañana del 24 de agosto de 2007 rumbo a
la escuela de la vereda vecina y aunque había quedado de regresar antes del medio
día no volvimos a saber de él.
“Al día siguiente, 25 de agosto, unos vecinos de la
vereda que pasaban por el camino, vieron que unos militares tenían el cuerpo sin
vida de mi esposo tirado en el piso. Los
uniformados les preguntaron: ‘¿Ustedes conocen a este gran hijueputa
guerrillero que tenemos muerto aquí?’”
Aunque los labriegos conocieron a la víctima, por
instinto de conservación les contestaron a los criminales que no y así pudieron
seguir su ruta y llegar con vida a su destino.
“En esos días vi en las noticias que el Ejército lo reportó
como guerrillero y confirmé que era el mismo Ejército quien lo había matado.
“A los 8 días del desaparecimiento de mi esposo, llegaron
a mi casa militares de la Brigada 19 y me trataron mal, me dijeron que tenía
que irme porque el marido mío era un guerrillero”, recordó Martha, quién no se
desplazó porque sola y con sus tres niños no tenía a donde ir.
Al cabo de un mes Arango salió al casco urbano del
municipio de La Julia y allí se encontró con los vecinos quienes le dijeron: “Mona,
a su marido lo mataron. Nosotros lo vimos cuando los militares lo tenían muerto
en el camino y lo presentaron como guerrillero muerto en combate”.
Ella tomó valor y fue a la base militar y habló con un
capitán quién le negó los hechos. Le dijo que el muerto era un guerrillero de
19 años y que no molestara más.
Desde entonces no volvió a saber de su esposo, hasta ahora
que la llamaron para que recibiera los despojos mortales del mismo, el cual
había sido enterrado por las militares como guerrillero dado de baja en
combate, en La Macarena.
“Soy Alfonso Quesada*, hermano de una de las 18 víctimas de
las que recibiremos sus restos mañana. Él se fue de la casa en 1998 a trabajar
como raspachín de hoja de coca a los lados del Guaviare.
“En los documentos que nos entregaron ayer dice que fue
muerto en combate en la toma de Puerto Lleras, Meta, ocurrida en julio de 1999.
“Nosotros no estamos conformes con esa información y quisiéramos
que se dieran a conocer más detalles, porque mi hermano no pertenecía a ningún
grupo armado. No entendemos porqué si murió en Puerto Lleras, sus restos
aparecieron en las fosas de Granada”, le dijo Quesada a Notimundo.
“Mi nombre es Patricia Ruiz*. Llevábamos 15 años viviendo
en Tauramena, hasta que los paramilitares asesinaron a mis hijos mayores. El
menor estudiaba y era un joven lleno de vida. Me vine a enterrarlos acá.
“A los dos meses de estar en Villavicencio, mi hijo menor
desapareció. Cuando cumplió los 18 años fue a sacar la cédula y nunca más lo volví
a ver, hasta cuando me lo encontraron y me dijeron que era víctima de un ‘falso
positivo’ del Ejército.
“Los militares lo asesinaron en el municipio de San
Martín, luego de dos meses de haberlo mantenido secuestrado. Un señor del CTI de
la Fiscalía fue a la casa y me dijo que habían encontrado a mi hijo lastimosamente
muerto”.
Con un dolor inmenso, bañada en lágrimas, doña Patricia
esculcó en su bolso y extrajo el retrato
de un joven, casi un niño. Su sufrimiento y sus lágrimas se multiplicaron. “Acá
tengo la foto de mi hijo. Tenía el ojito y la boca reventada y señales de haber
estado amarrado y torturado.
“Me lo enterraron como NN, con armamento. Reportaron que
era un paramilitar abatido en combates con el Ejército. A la defensora del
pueblo de acá la llamaron y ella también afirmó que hubo un enfrentamiento
entre paramilitares de San Martín y el Ejército.
“Ese día mataron a mi hijo y a un compañerito de 14 años que
andaba con él. En este caso no los hicieron pasar como guerrilleros, sino como
paramilitares. Yo fui a Granada hace cuatro años y le puse una crucecita donde
él quedó, pero fui amenazada y no volví más porque me dio miedo.
“Un señor en la puerta del batalló me dijo: ‘no vuelva
más por aquí porque le conocemos su familia, ¿o es que usted quiere que les desaparezcamos
también a sus nietos?
“Durante todo el
tiempo el Ejército me envolató. Me mandaron a Bogotá, me mandaron al Ejército
de aquí, me mandaron de un lado para otro y me envolataban de una parte para
otra. Y así pasaron todos estos años.
“La última vez me dijeron que no volviera a hacer esas
vueltas porque desaparecían a las personas que empezaban a molestar tanto. Mi
hijo ya nadie me lo puede devolver. Acabaron con la vida mía al matarme a mi hijo que
era el menorcito que me quedaba.
“En Granada hay una infinidad de personas NN. Uno siempre
oye hablar de NN a decenas de familias. Después de tantos años de sufrimiento y
de incertidumbre por fin voy a poder sepultar a mi hijo para que descanse en
paz, para que no quede por ahí miserablemente como estaba.
“Les digo a las familias que viven las mismas
circunstancias que denuncien pase lo que pase. Que no dejen que esas muertes
queden impunes, porque esto no puede continuar así”, dijo finalmente doña Patricia
sin parar el llanto.
Después de conversar con las familias los dos
congresistas comprometidos con la defensa de los derechos humanos se reunieron
con el gobernador del Meta, Alan Jara, quién se mostró receptivo a cooperar y
gestionar recursos de variada índole para poder continuar con el trabajo en
otros cementerios donde hay un gran número de personas enterradas como NN o
reportados por el Ejército como guerrilleros muertos en combates, que, como los casos anteriores, pueden ser asesinatos a
sangre fría, mal llamados “falsos positivos”.
*Nombres cambiados para la protección de las fuentes.