Infamia de Rcn, ‘los tres caínes’
Consideran a Gustavo Bolívar personaje de ingrata
recordación
Por: Notimundo
Lía Hernández, madre de un joven de 20 años asesinado por
la estrategia paramilitar del régimen en 1987 dentro de su propia casa en
Medellín, reclama al canal Rcn respeto a
la dignidad de la memoria de su hijo y de millones de personas asesinadas,
desaparecidas, torturadas, violadas y desplazadas, víctimas de la demencial maniobra
de la oligarquía, revictimizadas hoy por el siniestro canal de televisión de Ardila
Lulle .
A continuación el reclamo de doña Lía Hernández escrito
en una bella crónica:
Yo no vine a tomar
Vino, vine a tomar la Palabra
Hoy yo, exijo respeto por la memoria de los caídos y por
la dignidad de sus familiares que siguen llevando a cuestas, el fardo del
dolor, con las heridas que son cicatrices que sangran a diario.
La invitación me llegó a través dela Internet, decía:
“Medios, Historia, y Memoria”, Invita a un debate parala
Paz, a propósito de la serie: Los tres Caines. Planetario Distrital
Auditorio-Oriol Rangel, Viernes 26 de abril de 2013.
Allí estuve puntual, eran las 5 p.m. de una tarde
lluviosa pero prometedora, ya que en dicho debate una vez más tomaría la
palabra para decir lo que pienso frente a la chatarra con lo que día a día los
canales privados de televisión intoxican al televidente.
En la entrada unas personas entregaban una hoja, las
había en distintos colores, a mí me correspondió una de color vivo, pensé ufff,
que color tan bonito y alegre como para calentar el alma.
Me senté y pocos minutos después el salón se llenó, no
cabía duda que el tema que allí se debatiría era sensible a muchos, una persona
manifestó que en la hoja de papel que nos habían entregado íbamos a escribir
tres preguntas, y procedió a dictarlas, yo muy juiciosa y atenta escribí:
1. ¿Cómo debe ser la información entregada por
los medios de comunicación?
2.
¿Cuál es la paz que usted quisiera?
3. ¿Cómo ayudar a construir memoria?
Inmediatamente la señora quien coordinaba la actividad,
nos invitó a que cerráramos los ojos para poder pensar en el cómo se construye
la memoria. Yo los cerré, y lo que vi, fue el cuerpo de mi hijo Víctor Hugo que
yacía en un charco de sangre.
Dieron la palabra a una mujer familiar de un miembro
asesinado de la Unión Patriótica, la de ayer, la de la década de los 80s y 90s,
la aniquilada física y políticamente, hablaron varios dolientes también, entre
los que se encontraban la hija de Carlos Pizarro León Gómez, buena esa, habló
la incansable Gloria, que siempre lleva a cuestas las fotos de algunas de las
victimas desaparecidas y nunca regresadas.
Lo que sería anuncio de lo que vendría es que otorgaron
la palabra, cuantas veces la pidieron a los libretistas, sobre todo a Gustavo
Bolívar, padre de la criatura los Tres Caínes. Este señor que a lo menos para
mí desde hoy será de ingrata recordación, se situó a la defensiva por el hecho
de que allí se decía que los Castaño y sus herederos fueron y siguen siendo
victimarios.
El tiempo que es inexorable, seguía transcurriendo, el
derecho a la palabra se había instalado para quedarse ahí en la mesa desde
donde se pretendió orientar un debate que nunca llegó, ya que cuando se quiso
permitir la palabra a los asistentes de la sala, ya el público desfilaba en
busca de la salida, cansada de esperar,-
y se marchaba, yo también salí rumbo a mi destino, me acerque a la señora
que había dictado las preguntas y que durante todo el tiempo permaneció una
escala abajo del Olimpo, y le reclamé por el hecho bochornoso de solo haberle
dado la palabra a los medios de comunicación allí presentes, ella me respondió,
¡tómese un vino! Buen intento, pero
no!!
Me fui pensando en una perla que escuché en el auditorio,
la dijo la señora que habló al principio y que le tocó enterrar a su esposo.
Afirmó “que antes las luchas de los estudiantes eran distintas a las de hoy”
claro pensaba yo mientras la escuchaba, hoy en el siglo XXI, los estudiantes,
no solo han tomado las experiencias de las luchas estudiantiles de generaciones
pasadas, si no que han creado y han inventado y recreado sus propias formas de
lucha a la luz de un nuevo contexto que corresponden a una nueva época.
Ellos, son al igual que los de ayer, la sabia de las
luchas sociales y políticas que el momento requiere, son como los de Paris en
el 68, como lo fueron los de la plaza Tlatelolco en México también en el 68,
pero lo son también como los de la plaza de Tiananmen en Pekín, pues si cada
época histórica trae sus propias formas de asumir las resistencias, es porque
nada se queda estático.
En vista a que no me fue posible tomar la palabra, hoy 27
de abril lo hago tal y como lo hubiera hecho en el salón Oriol Rangel.
Soy, Lía Hernández Muñoz, huérfana de un hijo de escasos
20 años, asesinado en mayo de 1987, en la ciudad de Medellín al interior de
nuestra propia casa, por pensar diferente al sistema imperante y ser
estudiante. En dicho episodio yo también soy herida.
Soy sobreviviente
de la masacre de la Juco seis meses después del asesinato de mi hijo, compañera
de vida y camino, de Mario Giraldo Vélez, el cual al año del asesinato del
hijo, sufre un atentado que lo tuvo al borde de la muerte, muerto en el 2008
por lo que llaman muerte natural.
Aporto a la construcción de la memoria. La memoria, es
sembrar, construir caminos, ayudar a formar masa crítica, es no callar cuando
hay que hablar, por que como dice la canción si se calla el cantor, calla la
vida.
El periodista, Holman Morris director de Canal Capital,
quien considero cumple bien con su deber de comunicar, veraz y oportunamente,
sin inclinarse ante el señor dinero, afirmaba el día 26 allí en el salón Oriol
Rangel, dirigiéndose a Gustavo Bolívar y a Fernando Gaitán libretistas, “que
eran muy valientes por haberse hecho presentes para el debate”, ese que no se
dio.
¡No, los libretistas no son los valientes! Los valientes
son los hombres y mujeres del país, que recogieron y siguen recogido los
cuerpos de sus hijos e hijas, de sus hermanos y hermanas, de sus esposos y
esposas, de los familiares en cualquier grado de consaguinidad, de sus amigos y
amigas, de sus compañeros y compañeras de militancia, desde cualquier grupo o
movimiento de izquierda, opositor al régimen violador de los derechos humanos,
y asesino de la esperanza de los habitantes del país.
Gustavo Bolívar, refiriéndose a lo que él llama
“historia” donde sus Tres Caines dan voz a los hermanos Castaño, decía
dirigiéndose a la audiencia, “los llamados victimarios que ustedes dicen”. Pues
sí Bolívar, VICTIMARIOS con mayúsculas. Es que usted no tiene por qué saber lo
que es para una madre el hecho de que le asesinen a su hijo e hija, usted no
sabe el cómo en ese momento a esas mujeres madres biológicas, les son vaciados
sus vientres y extirpadas sus entrañas al igual que se arranca un árbol.
No señor Bolívar, usted no tiene por qué saberlo, no es
mujer, pero lo que si estaría obligado a saber, como lo hacen otros hombres, es
que a la sangre derramada por los muertos, nuestros muertos, hay que
respetarla, y así estaría construyendo memoria usted también.
Bolívar, usted sabe que estaba allí en el salón Oriol
Rangel, no por valiente, que no lo es, usted estaba allí porque no le quedó más
de otra, porque sabe… hoy no es ayer, cuando libretistas como usted, igualitos,
no tenían ningún problema con sus novelas, seriados, o culebrones como los
quiera llamar, y se habían acostumbrado a que nadie les protestaba,-
como le decía, hoy no es ayer, ¿sabe por qué? Porque los televidentes
ya no quieren ser borregos, porque hoy no solo usted cuenta con la Internet y
las redes sociales, también nosotros, esos a los que siempre nos han tratado
como circo, y que muy a pesar de la manipulación que hacen los dueños del poder
de los medios masivos de comunicación privados, pues si, ¡hoy no callamos!.
Señor Gustavo Bolívar, usted dijo ese día 26, “si, creo
que me equivoque”, como para salir del paso, más sin embargo, yo, una de las
tantas madres huérfanas de sus hijos e hijas asesinados, le digo, ¡no, usted
fue muy consiente cundo elaboró ese libreto, usted sabe muy bien que los dueños
del capital, los señores dueños de RCN y CARACOL usted lo sabía, usted es
conocedor del producto que ellos piden a los libretistas, para darle pan y circo
al pueblo, y usted Bolívar, lo supo hornear muy bien, tal y como le gusta a los
envenenadores de conciencias, les presentó y les vendió lo que ellos
necesitaban.
¿Bolívar, se ha preguntado usted alguna vez, lo que
sentimos en nuestro ser de dolientes, nosotros los que siempre a través de la
historia esa si verdadera, hemos puesto y seguimos poniendo los muertos? No
verdad, porque de haberlo hecho estoy segura que usted hubiera preferido no
ganarse unos milloncitos con ese su trabajo, pero hubiera ganado dignidad, de
esa que las victimas tenemos tanta y que nos ayuda a vivir.
Otra de las muchas razones que tienen los dueños de los
canales privados para, mandar a hacer y luego comprar estas siniestras formas
de ver la historia del conflicto que padece Colombia, y que es social,
político, económico, ecológico y armado, es introducirse en la psiquis
del televidente, allí en la intimidad de sus hogares, y en pequeñas pero
fuertes dosis todos los días, le
martillan, y le dicen: Ah! con que tú quieres la paz con justicia
social, ah con que tú quieres que no te asesinen a tus hijos e hijas, que no
maten más gente en el país, y te organizas para exigirlo, pues sabes esto que te estamos mostrando, te puede pasar a ti. ¿Si Bolívar, sabía usted
que a esto en el mundo se le conoce como guerra psicológica?
Pensaba yo en estos días, que eso de que “hijo de tigre
sale pintado” no es tan cierto, porque Julián Román, no salió como su padre, y
al aceptar el papel en la serie, nos está diciendo a gritos que él no tiene ni
una raya por tanto aquí no aplica, que lastima Julián.
Usted libretista Bolívar, nos muestra en su obrita, a un
Bernardo Jaramillo hablando con sus verdugos, que canallada, que villanía, que
forma de enlodar la memoria de Bernardo, él fue un revolucionario de cuerpo
completo, de esos que no se arrodillan ni siquiera para suplicar por su vida,
Bernardo no solo se enfrentó a la derecha siniestra que maneja el país, y lo
hizo con la palabra, sino que lo hizo con las capillas cerradas de pensamiento
congelado, que tenía a su alrededor y que no dejaban fluir las ideas
renovadoras.
Hoy yo, exijo respeto por la memoria de los caídos y por
la dignidad de sus familiares que siguen llevando a cuestas, el fardo del
dolor, con las heridas que son cicatrices que sangran a diario.
Lía Hernández Muñoz
Bogotá / 26 de abril de 2013