domingo, junio 12, 2011

Seguridad narcocrática/
Se cumplieron cuatro años de la masacre de Balsillas
Dos soldados del antiguo batallón Colombia, alcoholizados, acribillaron a 6 personas en un colegio
Por John Montaño. El Tiempo

La tragedia tuvo lugar en el único colegio del pueblo. Hoy la institución aún funciona en un improvisado pesebre. El Tiempo visitó esta comunidad en el Caquetá.

Doce chozas montadas con lona, palos y lata hacen las veces de aulas de clase para los 365 alumnos del colegio Guillermo Ríos Mejía de Balsillas, un pueblito, donde ventea hasta congelar, ubicado en el límite entre los departamentos de  Huila y Caquetá.

Sólo dos de los ranchos donde reciben clase los estudiantes tienen asfalto. El resto de alumnos tiene como prenda obligatoria las botas pantaneras, pues la mayoría asiste a clases sobre el lodazal.

Cada salón alberga entre 12 y 15 estudiantes, pero los aguaceros que son comunes en esta llanura vulneran las goteras y obligan a que hasta tres cursos reciban clases apeñuscados en cualquier rincón.

El precario material en que fueron montados los salones no favorece la concentración de los educandos. "Por ejemplo, en cualquier momento la clase de química de décimo es interrumpida por el ruido de artes en el vecino salón de octavo, o por la alharaca de los niños de sexto que se quedaron solos unos minutos", cuenta Avemaín Gutiérrez, rectora de la institución.

Sólo hay dos edificios hechos en concreto. Uno es la rectoría, donde además funcionan toda la administración, la biblioteca y la sala de sistemas. Esta última cuenta con 15 computadores pero sólo sirven tres.

El otro cubo de ladrillo es para los baños, pero sólo hay agua cuatro horas al día.

Pese a que el horario de clases es entre las 8 a.m. y las 2 p.m., hay un acuerdo tácito con algunos alumnos de la veredas más lejanas que tienen que hacer hasta una hora de camino para ir al colegio; casi todos llegan a pie y a la hora que pueden. Uno que otro llega a caballo (un lujo para este territorio con caminos de herradura).

En los últimos cuatro años, la comunidad del colegio Guillermo Ríos Mejía ha luchado para que la institución no desaparezca. Sus niños han recibido clases en las calles del pueblo, en las casas de los padres de familia y hasta en una  taberna del pueblo, que por cuestiones de moral fue reemplazada hace dos años por el lote donde hoy se estudia.

Pero este colegio no siempre fue errante. A cuatro kilómetros de donde hoy funciona tuvo instalaciones decorosas y salones de verdad. Tenía su cancha de baloncesto en todo el centro y allí se gozaban los recreos, se celebraban las fiestas patrias y los encuentros deportivos.

El colegio tuvo una gran puerta, segura y con reja. No la cerca para encerrar ganado, adornada con una bandera de Colombia, que hoy da la bienvenida a los niños.

En su mejor época, este colegio llegó a tener 700 estudiantes y una plantilla completa de profesores. Pero su historia cambió el 10 de junio del 2007.

La masacre de Balsillas

La madrugada del domingo 10 de junio del 2007 en el patio del colegio Guillermo Ríos Mejía se celebraba el tradicional San Pedrito; una fiesta popular que organizaban padres de familia y profesores para conseguir recursos destinados a mejoras en la institución.

A la una de la mañana, los soldados Yeimer Alberto Jiménez Rodríguez y Jair Farfán Moore (toto 1), quienes prestaban el servicio en la base militar del batallón Colombia, vecina del colegio, llegaron hasta la fiesta. Los dos hombres estaban ebrios, vestidos de civil y con los fusiles de dotación.

"Querían que les vendiéramos trago. Pero cuando Marlene Berrío, rectora entonces del colegio, los vio armados y borrachos se negó, y les dijo que ya íbamos a cerrar y que la fiesta se había terminado", cuenta Maximiliano Rojas, habitante de Balsillas.

Ante la negativa, los militares acribillaron a Marlene, de 55 años; a Jair Giraldo, de 28, y a Lucas Manuel Corredor, de 33. Dos hombres más fueron alcanzados por las ráfagas y quedaron heridos pero se hicieron los muertos, ahí, en el mismo patio que era el epicentro del recreo estudiantil.

En su huida, los dos soldados, que estaban ebrios, como dirían las investigaciones posteriores, llegaron hasta la hacienda 'La Blanca', donde descansaba el matrimonio Velásquez Campos, que había estado en la fiesta pero se había ido temprano. "Pedían plata y las llaves de una moto. Gritaban que les abrieran la puerta de la casa y como no respondieron la tumbaron", agrega Rojas.

En su cama acribillaron a Miller Velásquez, de 38 años, y a su esposa, Melani Campos. Los dos pequeños hijos de la familia corrieron por atrás del rancho pero las balas de los asesinos alcanzaron a Alejandro, de 9 años; el otro logró escapar y se escondió en la manigua.

Los dos militares fueron capturados ese mismo día y fueron condenados a purgar 40 años de prisión por los delitos de homicidio agravado y porte ilegal de armas de uso exclusivo de las Fuerzas Militares. Según el fallo judicial, los soldados se encontraban en plenas facultades mentales al momento de cometer la horrenda masacre de Balsillas.

El lunes siguiente los alumnos sacaron los pupitres del colegio para no volver.

Cuentan que caminaron varios kilómetros y que hoy no paran de caminar y cargar pupitres.

Donde antes quedaba el colegio hoy hay desolación. A la cancha se la está tragando la maleza y los salones se fueron al piso. El puesto del Ejército sí continúa donde siempre, pero ahora es de la Novena Brigada.

Con dineros de la Gobernación del Caquetá, desde hace dos años se construyen cuatro salones y un internado para los estudiantes de las veredas; pero la plata no ha alcanzado y las obras han quedado suspendidas varias veces.

El Gobernador del departamento, Germán Medina Treviño, afirma que las obras para la reconstrucción del colegio tienen un costo de 1.500 millones pesos y que toda la infraestructura debe estar finalizada a finales de esta año. Fotos El Tiempo y Notimundo


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