sábado, febrero 26, 2011

Parauribismo/
El asesinato de Francisco Villalba.  Álvaro Uribe y la masacre de El Aro
Por Guillermo González Uribe

Su nombre era Francisco Enrique Villalba Hernández, alias «Cristian Barreto». Lo condenaron junto con dos de los máximos jefes paramilitares, Carlos Castaño y Salvatore Mancuso, por la masacre de El Aro; estos últimos a 40 años de cárcel, y Villalba a 33 años y 4 meses.

Alias Cristian Barreto se entregó a la justicia el 13 de febrero de 1998, tres meses después de dicha masacre, para aliviar su conciencia2. Luego de los testimonios que ofreció en el año 2008 ante la Fiscalía General de la Nación y el Congreso de la República, lo asesinaron el 23 de abril del 2009.

La masacre de El Aro ha sido una de las más crueles perpetradas por los paramilitares: durante una semana se pasearon libremente por la zona, cometiendo desmanes contra sus habitantes y sus posesiones:

«Con toda la parsimonia del caso, como a sabiendas de que nada les impediría su calculada carnicería, cazaron, torturaron y vejaron a sus 17 víctimas, quemaron 42 de las 60 viviendas, se robaron 1.200 reses y forzaron a 702 habitantes a salir huyendo para salvar la vida»3.

Los relatos de los hechos son espeluznantes: descuartizamientos, violaciones, saqueos. Al tendero del pueblo, Marco Aurelio Areiza (64 años), lo amarraron, lo torturaron, le sacaron el corazón4, los ojos y los testículos.

El testimonio inicial de Villalba y otros más se corroboraron en la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que condenó al Estado colombiano por los hechos, en pronunciamiento que sintetiza el horror de la violencia paramilitar en el país5.

Incluso la sentencia señala que «Colombia reconoció su responsabilidad internacional… en vista de la participación de agentes suyos en los hechos».

Los textos citados que reconstruyen los sucesos hablan de cómo se pidió apoyo a la gobernación de Antioquia, así como al ejército y a la policía, pero las autoridades no ayudaron a los pobladores, e incluso «Miembros del ejército iban arreando el ganado»6 robado a los campesinos.

Este hecho formó parte de la sangrienta estrategia paramilitar para combatir a la guerrilla, despojar de bienes y tierras a campesinos, proteger a los terratenientes y tomar el control de regiones claves para el narcotráfico.

Las masacres de los corregimientos de El Aro y La Granja, municipio de Ituango, se cometieron en desarrollo de la lucha por el Nudo de Paramillo, zona vital para el dominio del departamento de Antioquia y de la región, que estaba bajo la influencia de la guerrilla, según lo reconoció el propio líder paramilitar Salvatore Mancuso7.

Admitió también él que los paramilitares son hijos del Estado colombiano, y que recibieron adiestramiento y armas por parte de las fuerzas regulares del Estado8. Esta estrategia encontró un terreno fértil para su desarrollo en las cooperativas privadas llamadas Convivir, legalizadas y respaldadas en el departamento de Antioquia en los años noventa, durante la gobernación de Álvaro Uribe9.

Francisco Villalba, el protagonista de este recuento, estudió hasta quinto de primaria. Siendo un niño de diez años conoció a Dandenys Muñoz Mosquera, alias La Quica, quien llegaría a ser lugarteniente del capo más poderoso que ha existido en Colombia, Pablo Escobar Gaviria.

Cuando tenía dieciséis, La Quica lo mandó a trabajar con Fidel Castaño, uno de los paramilitares más sanguinarios10. De ahí en adelante la historia de Villalba es semejante a la de otros paramilitares: asesinatos, masacres, torturas, traiciones.

Pese a lo relatado, la noticia del asesinato de Villalba no tendría mayor trascendencia en un país copado por la violencia. Lo que la hace singular es que en sus testimonios vinculó al hoy expresidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez, con una masacre.

Villalba lo afirmó ante la Fiscalía en febrero del 200811 y lo ratificó luego ante la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes, en noviembre del mismo año.

El 22 de abril del 2009, pocos meses después de su testimonio ante el Congreso de la República, y cuando había pasado apenas algunos días en prisión domiciliaria, sicarios que utilizaron armas con silenciadores12, lo asesinaron frente a su casa, en el municipio de La Estrella, adjunto a Medellín13, cuando estaba acompañado de su esposa y su hija de cuatro años.

Dice Villalba en su testimonio ante el Congreso de la República14 que en la reunión en que se planeó la acción sobre El Aro estuvieron presentes «Álvaro Uribe y Santiago Uribe, el señor Mancuso, Cobra, Noventa, Carlos Castaño, mi persona, Junior y los 22 hombres que yo tenía bajo mi mando».

Agrega que luego de la matanza se celebró otra reunión en la que además de varios jefes paramilitares, como Mancuso y Carlos Castaño, estaban Álvaro y Santiago Uribe, y que el entonces gobernador de Antioquia «Nos felicitó y todo a nosotros».

Añade que la operación se realizó para liberar a varios secuestrados, entre ellos a Mario, primo de Álvaro Uribe. Habla además de cómo el helicóptero de la gobernación sobrevoló la zona durante la masacre. Afirma que el hermano de Álvaro, Santiago Uribe, es el dueño del grupo paramilitar Los Doce Apóstoles.

Se refiere luego a una supuesta carta suya al presidente Álvaro Uribe, en la que se retracta de sus acusaciones, pero indica que esa carta es falsa: «Yo nunca me voy a retractar, yo lo que dije me quedo ahí, si me van a matar que me maten…». Habla también de otra carta dirigida al presidente Uribe, en la que el paramilitar Junior dice que Villalba no fue autor intelectual ni material de la masacre.

Al respecto, alias Cristian Barreto responde que en la cárcel les propusieron a varios desmentir sus acusaciones, y que el único que aceptó fue Junior. «Hay una contradicción del señor Junior. Él dice que yo no participé en la masacre de El Aro.

Si yo no participé entonces por qué estoy detenido, primero que todo porque me hicieron reconocimiento los familiares de las víctimas…», explica.

Cuando le dicen en el interrogatorio que no hay registro del vuelo del helicóptero de la gobernación en la zona durante los días de la acción paramilitar, responde que esto proviene de «el monopolio del país, el monopolio que quieren ocultar cosas y dejarlo a uno como un mentiroso como que está echando mentiras, yo siempre he pedido una veeduría internacional…».

Una última cita de este documento; luego de afirmar que ha sido objeto de varios atentados, Villalba agrega: «… así me maten que lo logren hacer van a callar pero las pruebas saldrán después… Son muchas pruebas que hay ocultas que muy pronto van ha (sic) salir».

No es fácil creer este testimonio de Villalba, pero los hechos generan por lo menos varias preguntas:

Si era un testigo tan excepcional, que había sido objeto de atentados y afirmaba que lo iban a matar, ¿por qué se le dio prisión domiciliaria sin brindarle protección?

Si se le creyó a Villalba cuando confesó la masacre de El Aro, y por eso la justicia colombiana lo condenó, junto con Mancuso y Castaño, ¿por qué ahora se le da credibilidad a la carta de otro paramilitar en la que se asevera que Villalba no tenía mando ni participó en los hechos?

¿Por qué aparece de pronto, en la Presidencia de la República, una carta supuestamente de Villalba en la que asegura que era mentira lo que dijo del presidente, pero el propio Villalba enfatiza que él no la escribió?

¿Por qué se le da amplia difusión y credibilidad a esa carta que, según investigación de Noticias Uno, y dictamen de un grafólogo, no la escribió Villalba sino otro preso que por interpuesta persona la hizo llegar a la Presidencia de la República de ese entonces?15.

¿Por qué la defensa dice que no hay constancia de que el helicóptero de la gobernación estuvo en El Aro durante la masacre porque no aparece en los registros de la gobernación, pero además del testimonio de Villalba, el jefe paramilitar Salvatore Mancuso sostuvo en su versión libre del 18 de noviembre del 2008 que «un helicóptero de la gobernación de Antioquia sobrevoló El Aro durante la masacre»16.

¿Por qué en esa misma declaración Mancuso afirma que «… el entonces secretario de Gobierno de la gobernación de Antioquia, Pedro Juan Moreno, se enteró de lo que iba a pasar en El Aro en una reunión que tuvo con Carlos Castaño a la que asistió Salvatore Mancuso en Tierralta, Córdoba, previa a la masacre.

Moreno había pedido personalmente a Castaño una cita para hablar sobre las Convivir de Urabá, de las que fue uno (de los) defensores en Antioquia»?

¿Quién o quiénes deben responder ante el Estado colombiano por los $3.500 millones que la Corte Interamericana de Derechos Humanos lo condenó a pagar a los familiares de las víctimas de las matanzas de El Aro y La Granja?17.

La masacre de El Aro es un caso salpicado de hechos, coincidencias, interrogantes, patrones de comportamiento que no dejan de preocupar.

Al defensor de derechos humanos Jesús María Valle Jaramillo, quien había denunciado en repetidas ocasiones el accionar paramilitar ligado al ejército en La Granja y El Aro, lo señaló el entonces gobernador Álvaro Uribe Vélez como «enemigo de las fuerzas armadas»18, y la IV Brigada lo denunció penalmente. En su defensa, Valle Jaramillo manifestó:

«Yo siempre vi, y así lo reflexioné, que había como un acuerdo tácito o como un ostensible comportamiento omisivo, hábilmente urdido entre el comandante de la IV Brigada, el comandante de la policía de Antioquia, el doctor Álvaro Uribe Vélez, el doctor Pedro Juan Moreno y Carlos Castaño.

Todo el poder de los grupos de autodefensa se ha consolidado por el apoyo que ese grupo ha tenido con personas vinculadas al gobierno, al estamento castrense, al estamento policivo y a prestantes ganaderos y banqueros del departamento de Antioquia y el país»19.
Al poco tiempo de hacer esta declaración, a Jesús María Valle Jaramillo lo asesinaron.

Por último, cabe señalar que Salvatore Mancuso, uno de los implicados en el testimonio de Francisco Villalba, y quien fue extraditado por el presidente Uribe hace más de un año a Estados Unidos, en entrevista a la revista Cambio titulada «Conmigo extraditaron la verdad», dice20:

«Si a las autodefensas, que supuestamente eran amigas del gobierno, y a Mancuso, el amigo personal de Uribe, les hacen esto (las extraditan), qué no les harán a las Farc, que asesinaron al padre del presidente».

Palabras del propio Mancuso, citándose él mismo en tercera persona como amigo traicionado del presidente Uribe. Esa relación de «amigo personal» del hasta hace poco máximo comandante de los paramilitares con el presidente no la habían reconocido hasta ahora ni el presidente ni Mancuso.

Sostiene además Mancuso en dicha entrevista, al hablar de la elección presidencial de Álvaro Uribe: «La gran mayoría de nosotros apoyamos a Uribe porque recibimos instrucciones de los comandantes y así lo hicimos en todos los departamentos con influencia del bloque Norte».

A la pregunta sobre la razón de su extradición, Mancuso responde: «El gobierno se asustó con las actividades de algunos comandantes y porque estábamos reconstruyendo la verdad».
Nuevos datos

En su edición de marzo del 2010 la revista Semana publica un artículo con nuevas revelaciones sobre las llamadas chuzadas del DAS. En uno de los apartes señala:

“El DAS siempre aseguró que nunca había tenido contacto previo con los enviados de 'Don Berna' y que esta había sido una reunión ocasional. Sin embargo, un cruce de correos entre la cúpula del DAS deja ver algo muy diferente.

"Martha es necesario saber quién es Francisco Villalba, miembro de las AUC quien se encuentra detenido en Itagüí y al parecer tiene algo que compromete al jefe. Será que los amigos de la reunión saben algo de él y lo que tiene. Me avisas con info a la sra directora".

Este correo electrónico fue enviado por el ex director de inteligencia Fernando Tabárez a Leal y la directora del DAS a las 6:30 de la tarde del 23 de abril (del 2008). Villalba era un paramilitar quien declaró ante la justicia que el presidente Uribe estaba vinculado a la masacre de El Aro ocurrida en Antioquia en 1997, cuando él era gobernador.

Villalba fue asesinado pocos días después de que le dieran casa por cárcel en abril del año pasado...  Los "amigos" a los que se refiere Tabárez son alias 'Job', con quien Leal se reunió en la Casa de Nariño, y su acompañante..."

Así que el paramilitar que acuso al presidente Uribe de participar en una masacre fue investigado por el DAS antes de ser asesinado. Un dato interesante para que las autoridades sigan adelante con estas pesquisas.

Apéndice

En su voto razonado sobre las masacres de El Aro y La Granja, el juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos Antônio Augusto Cançado Trindade escribió, citando a Ionesco21:

«Estamos ahora subyugados por la razón de Estado que permite todo: los genocidios, los asesinatos, el meter en cintura a los intelectuales… El Estado es la defensa del crimen. El Estado impulsa el crimen, justifica el crimen… La cultura, que es la única que podría dejar al hombre respirar y darle un poco de libertad, está devorada por el Estado».


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