Unión Peneya, La Montañita, Caquetá
Comunidades denuncian actos criminales del Ejército
Varios campesinos han sido detenidos arbitrariamente, golpeados, torturados, amenazados y puestos como escudos humanos, entre otros abusos, por parte militares del Batallón Diosas del Chairá
Por Camilo Raigozo. Voz
Soy Humberto Medina, identificado con la cédula de ciudadanía número 96.341 974 expedida en La Montañita, Caquetá. Resido en la vereda Los Corazones, jurisdicción del municipio La Montañita, donde me desempeño en labores del campo.
Denuncio ante la opinión pública nacional e internacional, las autoridades competentes, el Ministerio Público y ante las organizaciones defensoras de derechos humanos, que el pasado martes 22 de junio, cuando me dirigía con los campesinos, Eimer Audor y Marcos Antonio Cardona, hacia donde Humberto Torres a negociar un trapiche, fuimos detenidos por tropas pertenecientes al Batallón Diosas del Chairá.
La detención se produjo a las dos y media de la tarde, en el momento en que transitábamos por un camino real. Los militares nos abordaron violentamente y nos acusaron de que éramos enviados por la guerrilla para espiar su ubicación.
“Perros, gonorreas, hijueputas”, nos decían entre otras groserías mientras nos pegaban y quitaban los documentos. Así nos hicieron permanecer hasta las seis de la tarde insistiendo en que teníamos que decirles qué guerrilleros nos habían mandado a localizarlos.
A las seis de la tarde nos hicieron internar en la montaña, a donde llegó un capitán quién nos saludó golpeándonos en el pecho, tumbándonos sin resuello. Nos quitaron las camisas y nos obligaron a caminar delante de ellos y a cada rato nos hacían tender y luego caminar.
Después nos separaron. A mí me obligaron a avanzar arrastrándome, casi desnudo. “¿Le estorba la ropa? gonorrea hijueputa”, me decían. Con mi propio machete me rompieron el pantalón por todos lados. Me dieron patadas por todo el cuerpo mientras me decían, “sapo guerrillero hijueputa”.
Más tarde me taparon la cabeza con una carpa. Se montaron encima de mí y halaban la carpa hacia atrás asfixiándome casi por completo, mientras que otro tapó mi nariz y también doblaba mi cabeza hacia atrás intensificando el método de tortura y acrecentando el dolor. Me sometieron a esos suplicios porque no les decía quién me había mandado a buscarlos.
Varias veces me dieron planazos en la cabeza con el machete. Otras veces me pasaban la trompetilla del fusil y el filo de la peinilla por la nuca y me preguntaban: “¿le huele a guerrilla?”. Como no les contestaba, entonces me golpeaban con saña y brincaban encima de mi cuerpo. Luego un uniformado cortó una vara y me encendió a garrotazos.
“Tiene cinco segundos para que se pierda o sí no lo llenamos de plomo”
Finalmente los soldados de la patria se quedaron con la carpa de la víctima lo hicieron ir para la casa en ropa interior, no sin antes destrozarle la jáquima y los aperos del caballo. “No se vaya a mover de la casa porque lo vamos a tener vigilado, a ver a quién es que le da la información”, le dijeron riéndose.
A los otros dos campesinos les fue peor en las manos de los militares. Esto fue lo que narró Marcos Antonio Cardona: Después de que nos separaron los maltratos físicos y verbales no pararon.
Me hicieron tender bocabajo y con los machetes despedazaron la ropa, botas y todo lo que tenía. Me pegaron planazos con machete, patadas y puños, mientras decían, “malparido, gonorrea guerrillero”. Me taparon la boca y la nariz para asfixiarme y amenazaron con abusar sexualmente de mí. Varias veces pusieron el cañón del fusil en mi cabeza y me obligaron a caminar con los ojos vendados.
Cuando me caía me arrastraban y me machacaban los dedos de los pies. Después hicieron que me levantara y acto seguido, sin dejar de pegarme con la peinilla, dispararon al pie de mis oídos, por lo que posiblemente pierda uno de ellos.
A Eimer Audor: Me hicieron quitar la ropa y me propinaron una golpiza brutal de planazos, patadas y puños, por todas partes del cuerpo. Me metieron la camisa a la boca, me envolvieron un cable en el cuello y dijeron que me iban a ahorcar, sin dejar de pegarme con el machete y darme puntapiés y puños.
Despedazaron mi ropa, botas y todo. Me obligaron a caminar con los ojos vendados y me dijeron que me iban a vestir con sus ropas militares para decir que era un guerrillero dado de baja. También pusieron una granada en mi mano e hicieron que permaneciera con ella apretada.
Los militares nos robaron los machetes, y un millón quinientos mil pesos que llevábamos para negociar el trapiche. Igual que a mis compañeros, como a las 8 y 30 de la noche me dijeron: “Tiene cinco segundos para que se pierda o sí no lo llenamos de plomo”.
La ampliación de estas denuncias, respaldadas por la juntas de acción comunal de las veredas Los Corazones y Horizonte, de La Montañita, donde residen las víctimas, fueron puestas en conocimiento de la Defensoría Regional del Pueblo, Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, El Comité Internacional de la Cruz Roja y el Comité Permanente para la Defensa de los Derechos Humanos.
En el Primer Foro por los Derechos Humanos realizado el pasado 27 de febrero en el caserío San Isidro del mismo municipio, las comunidades hicieron al menos 30 denuncias de violaciones a los derechos humanos similares al anterior caso, las que fueron sumadas a otras 88 debidamente documentadas.