Retrato de Manuel Marulanda
Por: Ricardo Sánchez Ángel. Profesor Universidad Nacional. Especial para Un Pasquín
Recuerdo un verso del poeta Manuel Cepeda Vargas: "Quédate callado, quédate quieto. Que no hay pena de muerte para el viento." El libro en que se publicó fue Vencerás Marquetalia, que circuló cuando la ofensiva militarista contra esta zona de colonización al frente de un campesino - guerrillero.
Sí, Manuel Marulanda fue como el viento. Recorrió selvas, bosques, ríos, parcelas, aldeas, pueblos, regiones. La Colombia profunda fue su escenario, siempre a la huída de las persecuciones liberal-conservadoras, de paramilitares y fuerzas del orden.
Cuando creyó que encontraba el reposo, como sucedió con la amnistía que le concedieron en el gobierno de Alberto Lleras, quisieron muy pronto "darlo de baja", en una larga tradición de engaños con los que se ha tratado a los rebeldes y guerrilleros por los poderes económicos y políticos. Él se había ilusionado con la gesta popular de Gaitán y su asesinato lo conmovió, buscando la resistencia armada liberal.
Cuando de nuevo acarició con Jacobo Arenas y los otros jefes insurrectos, una tregua y un proceso de paz con los acuerdos de La Uribe y la fundación de la Unión Patriótica, a lo que se asistió fue a un baño de sangre de los miembros de esa organización.
A la conformación de nuevos grupos paramilitares, a la ofensiva militar contra Casa Verde en el gobierno del presidente César Gaviria, en el momento en que se expedía la nueva Constitución. Comenzar un nuevo deambular guerrillero, crecer cuantitativamente en forma impresionante -el Ministro Rafael Pardo había anunciado fantasiosamente su derrota-.
Manuel Marulanda siempre renacía como el Ave Fénix, tan solo que para desarrollar su ejército: las FARC. Había madurado políticamente con la influencia de las ideas comunistas que debió estudiar con las experiencias de las revoluciones campesinas en China y Vietnam. Con los textos sobre la guerra de guerrillas de Mao, Giap, el Ché. Marulanda escribió unas reflexiones en Cuadernos de campaña (Bogotá, 1973), para destacar su propia experiencia.
Marulanda y las FARC ensayaron un nuevo proceso de paz con el gobierno de Andrés Pastrana, sólo para corroborar que no había decisiones de fondo, sino una tregua sin perspectivas. El presidente prefirió romper los acuerdos en vez de asumir cambios de fondo en materia agraria.
Y comenzó de nuevo el periplo de Marulanda y las FARC, ya comprometida a fondo con los secuestros extorsivos y de presión política. Evolucionaron peligrosamente hacía negocios con el narcotráfico y exhibieron una conducta polpotiana al practicar formas despóticas y terroristas.
Quien primero entendió ¡y de qué manera!, a Marulanda, a quien conoció en su militancia guerrillera, fue el escritor Arturo Alape. El cual publicó no uno sino cuatro libros sobre el líder guerrillero: Manuel Marulanda, Tirofijo: Colombia: 40 años de lucha guerrillera (Txlaparta, 2000); Las muertes de Tirofijo (Bogotá 1998); Tirofijo: los sueños y las montañas 1964-1984 (Buenos Aires 1998); Las vidas de Pedro Antonio Marín, Manuel Marulanda Vélez Tirofijo (Bogotá1989). Alape escribió también, La paz, la violencia: testigos de excepción. Hechos y testimonios sobre 40 años de violencia y paz que vuelven a ser hoy palpitante actualidad (Bogotá, 1985).
En estos escrutinios, memoria histórica y crónica de Alape, quedó un valioso aporte para encontrar las claves del viento, libros que a juzgar por las conductas de los gobiernos, no fueron leídos por éstos, o los desestimaron en forma cínica y frívola.
Una larga guerra en la que se combina la reivindicación de "las gallinas y los cerdos" con la lucha por el poder político y la revolución, con un programa de reformas, la asumió como praxis el viejo guerrillero. Encontró una respuesta sistemática en el gobierno del señor presidente Álvaro Uribe, quien dedicó buena parte de sus esfuerzos, recursos y políticas a la derrota definitiva de las FARC, obteniendo éxitos notables en este año de gracia del 2008.
Manuel Marulanda murió de viejo, tras una larga épica de rebeldía campesina, estaba y estuvo atrapado en la guerra permanente, sin salida distinta a la de continuar ante la intransigencia de los de arriba. Asumió esa condición y educó a sus seguidores en esa conducta. Después de docenas de muertes mediáticas el viento descansa en paz, pero dejó la siembra y la cosecha de la ira armada.
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