'Un proceso de paz con las FARC no puede ser secreto ni a espaldas del país': 'Timoleón Jiménez’
Con el título de “Sin más ases bajo la manga, Santos”, el
máximo comandante de las FARC, “Timoleón Jiménez”, ratifica la disposición de
ese grupo insurgente-
a realizar diálogos de paz con el Gobierno para darle una
solución política al conflicto social y armado que ha venido desangrando al
país desde hace casi medio siglo.
A continuación transcribimos en su integridad la carta fechada
el 14 de abril de 2012 y firmada en las montañas de Colombia:
Sin más ases bajo la manga, Santos
Es sabido que el talante conservador de Aristófanes, el
gran dramaturgo ateniense, lo llevó a satirizar a Sócrates, cuyas reservas
sobre los valores griegos tradicionales le parecieron peligrosas para el
Estado.
Pese a ello, gran parte de su obra es una condena a la
guerra, en particular a las llamadas guerras del Peloponeso libradas largamente
entre su ciudad natal y Esparta. Acontecimientos recientes traen al recuerdo su
comedia La Paz y ponen de presente su vigencia.
Trigeo, nativo de Atmón, viñador honrado, enemigo de
pleitos y delaciones, como se presenta ante Hermes en las puertas del Olimpo, decide, en ausencia
de Zeus y aprovechando que el artífice de las guerra duerme,-
ejecutar la audaz
hazaña de desenterrar a La Paz, la diosa perseguida que ha sido confinada en la
profundidad de una caverna bajo los más grandes peñascos, en donde la custodia
además Cerbero, el fiero y monstruoso can de tres cabezas.
Para conseguirlo se ve obligado a aplacar la furia de
Hermes, dispuesto a cumplir la orden de Zeus de asesinar a quien lo intente.
Para ello se apoya en el Coro, conjunto virtual de voces que representan el
sentir de gran parte de los pobladores de Grecia.
El rescate de La Paz resulta una experiencia reveladora
acerca de los verdaderos orígenes de la guerra, los pretextos que se buscan
para hacerla y las ambivalentes
posiciones de muchos de quienes afirman desear la concordia cuando en realidad
la odian.
Conviene develar qué grandes negocios han logrado
ocultarse tras la guerra en Colombia. Para referenciar uno solo de ellos,
conviene leer la reciente crónica de
Alfredo Molano titulada Paramilitarismo y palma en el Catatumbo.
Una certeza parece danzar en su trasfondo. Cuando el empresario palmero Carlos Murgas
fungió como Ministro de Agricultura de Andrés Pastrana, ese gobierno decidió
implementar un proyecto nacional de expansión de la agroindustria de la palma.
Para ello creó el Banco Agrario e ideó las alianzas
productivas. En la misma Administración
se cumplió la incursión de Salvatore Mancuso y sus hordas asesinas al
Catatumbo.
Tras asesinar, amenazar y desterrar a miles de campesinos
y familias, con evidente complicidad policial y militar, esas bandas criminales
pasaron a controlar la propiedad de la tierra en amplias zonas del Norte de
Santander.
Sobrevino entonces la subasta al por mayor de pequeños y
medianos predios. Esto ocurría en tiempos del despeje.
Dispuesta por Uribe la desmovilización paramilitar, las
empresas palmeras del señor Murgas se convierten en principales adquirentes de
esas tierras. También en los montes de María, donde había ocurrido lo mismo.
Aceleran a fondo sus proyectos agropecuarios,
fortalecidos por decretos que imponen que el veinte por ciento del combustible
usado en el país debe contener biocombustible derivado de la palma, asegurando
así el mercado y el beneficio a los pacíficos y ecologistas empresarios.
Ahora que Santos habla de restituir tierras a las
víctimas, está claro que los terceros adquirentes de buena fe que adelantan
proyectos agroindustriales no serán afectados de ningún modo. Todos felices con
el negocio redondo.
Las FARC, que combatimos con energía y coraje la
avalancha militar y paramilitar, fuimos elevados a la oprobiosa categoría de
terroristas y narcotraficantes, y transformados en los enemigos número uno del
país y del progreso. Satán tenía su nido en el Caguán.
Recuerdo ahora a la respetable cacica Consuelo Araujo
Noguera, cuya vida se perdió en el demencial intento militar por rescatarla de
manos de un frente de las FARC. Cuánto se dijo y sentenció contra nosotros.
Muchísimo, pero muchísimo más que lo que se dijo cuándo
el país se enteró que su hijo Hernandito, gobernador del Cesar, era un
reconocido jefe paramilitar. O cuando se publicó que su hermano, sus sobrinos y
su cuñado estaban metidos hasta el cuello con “Jorge 40”.
Eran los tiempos en los que el Presidente Uribe no perdía
oportunidad de viajar a Valledupar. Muy
bien asistido por su director del DAS, horroroso capítulo sobre el que los
poderes establecidos consideran haber conseguido echar tierra suficiente.
Se equivocan. Un proceso de paz con las FARC no puede ser
secreto ni a espaldas del país, ha de ser el escenario en el que el pueblo
colombiano pueda volver a denunciar y conseguir por fin justicia por tanta
barbaridad sufrida.
A cosas así las llaman con desprecio en la gran prensa
shows mediáticos, seguramente con la correspondiente indicación de las alturas.
Cada vez que los de abajo pronunciamos las palabras democracia, justicia o
equidad social,-
se irritan furibundos los poderosos mercaderes que asimilan el
crecimiento de sus fortunas a la suerte general de los demás nacionales. Si ya
todo eso está logrado, repiten orondos y burlones. Eso, precisamente, es lo que
discutimos.
El enriquecimiento desaforado y salvaje de unos cuantos
ha significado el envilecimiento de las condiciones de vida de la mayoría.
Y el aparato estatal de gobierno, legislación, justicia y
fuerza desempeña el exclusivo papel de aplastar la inconformidad al precio que
sea.
Por encima de tanta infamia mediática, ninguna otra causa
produce la guerra que se libra en Colombia. Son esas las realidades que deben
abordarse y situarse en vías de solución en una mesa de diálogos.
Con esa convicción estamos dispuestos a conversar de paz
con el actual gobierno. Para que no se diga después que las FARC le mentimos al
país.
No tememos en absoluto debatir y demostrar que han sido
los grandes empresarios del capital y la tierra quienes han renovado una y otra vez su carnicera
brutalidad, a fin de firmar grandes negocios sobre la sangre de los
desposeídos.
Si un importante sector de inversionistas muestra interés
en dar el paso hacia la paz, lo acompañamos. Eso sí, muy alertas.
El día de su posesión, Santos farfulló acerca de su
intención de diálogo con las FARC. Unos
días después molía a bombas el campamento del Comandante Jorge Briceño.
Durante más de un año abusó con su ficción de la llave,
lo cual no excluyó el ataque mortal al Camarada Alfonso Cano, el hombre que tomaba
más en serio el asunto y movía al resto del Secretariado a posibilitar
contactos.
Santos sabía muy bien eso, lo que no le impidió llorar
emocionado. La doble moral siempre ha sido imputada a nosotros.
Por nuestra parte, sentarse a conversar no apunta a
ningún tipo de rendición y entrega. La reincorporación a la vida civil implica
y exige una Colombia distinta.
El gran capital inversionista tendrá que asumir que la
realidad puesta de presente por la crisis, requiere un cambio profundo en su
modo de actuar, una nueva manera de relacionarse con los pueblos.
Confiamos en que sea esa la voluntad oficial. Así, sin
duda, podremos entre todos desenterrar la Paz. Sin más ases bajo la manga,
Santos.
Timoleón Jiménez
Comandante del Estado Mayor Central de las FARC-EPMontañas de Colombia, abril 14 de 2012
Fuente: http://anncolprov.blogspot.com/2012/04/comandante-de-las-farc-renueva-su.html
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