miércoles, febrero 01, 2012

Historia y realidad de los niños indígenas que mueren de hambre en Caño Mochuelo, Casanare
Por: Ismael Paredes

“Las comunidades indígenas con el acompañamiento de nuestras autoridades hemos trabajado hacia la recuperación, apropiación de conocimientos y prácticas de producción de alimentos.

Hemos traído algunas pocas de las semillas que necesitamos, las distribuimos en cada comunidad para diversificar los sembríos, así reafirmamos nuestro conocimiento propio.

Y para preservar las semillas recuperadas, hemos iniciado la instalación de cinco bancos de semillas comunitarias, desde donde las redistribuiremos a las familias del resguardo hasta que todos tengamos lo suficiente…”,-

este es un gran avance de las comunidades de este sector que se enfrentan a una aguda crisis humanitaria y que la semana pasada vieron morir a cinco de sus niños por inanición…

El proyecto antes descrito lo ha trabajado el reguardo Caño Mochuelo del municipio Hato Corozal, Casanare a través de la Escuela Comunitaria de Gestión Territorial.

A continuación presentamos algunos apartes del informe que entrega este resguardo con ocasión de la situación de los niños en su resguardo y en otras comunidades indígenas del país donde los niños mueren por inanición, desnutrición y otras enfermedades prevenibles y curables, como indicó la ONIC en su informe: Ver informe ONIC  

“Estamos seguros que uniendo esfuerzos y compartiendo puntos de vista sobre los problemas que nos aquejan, seremos capaces de pervivir como pueblos indígenas con identidad, orgullosos de lo que somos y aportando al país con ejemplos de convivencia pacífica en la diversidad.

Por ello queremos ofrecer nuestra visión y que hacer frente a lo que está sucediendo en el Resguardo Caño Mochuelo…

“El problema alimentario en las comunidades de Caño Mochuelo se ha presentado de tiempo atrás. Cuando en 19742 el Incora reconoce parte de nuestro territorio como Reserva indígena de Caño Mochuelo, lo hace en respuesta al exterminio indígena generado por las guajibiadas del llano, una medida que nos salvó la vida pero que no fue pensada para asegurar nuestra pervivencia.

“El espacio resguardado era suficiente para salvarnos de las balas de los colonos que nos cazaban pero no para darnos el sustento alimentario en el mediano y largo plazo- inicialmente las comunidades-

teníamos suficientes recursos para satisfacer nuestras necesidades alimentarias, había pesca, cacería, recolectábamos lo que necesitábamos, teníamos pocos vecinos y podíamos usar amplios espacios por fuera del resguardo para satisfacer nuestras necesidades.

“La población indígena nos fuimos recuperando de la violencia que casi nos extermina, las familias aumentaron, incluso los Tsiripus que habían tomado la decisión de no tener más hijos y que la-

habían mantenido durante varios años, vieron en ese momento una nueva oportunidad para seguir viviendo, gracias a esa decisión aún existen los tsiripus en Caño Mochuelo, únicos sobrevivientes de este pueblo.

Pero los recursos naturales disponibles en el resguardo también fueron cada vez más limitados, los vecinos se multiplicaron, cercaron sus propiedades -nuestro territorio tradicional-, cada vez se hizo más difícil el acceso a nuestros lugares de cacería,-

pesca y recolección, cada vez que lo hacemos entramos en conflicto con nuestros vecinos porque ellos no entienden que acabaron de llegar a nuestro territorio y así se provocan nuevas tensiones entre unos y otros.

De esta manera se incubó el problema alimentario, que con el correr del tiempo se nos convirtió en crisis, ahora vivimos un problema crónico.

“Al mismo tiempo en que crecía la hambruna en las comunidades, diferentes instituciones desarrollaron proyectos de apoyo para atender el problema alimentario; nos trajeron paquetes productivos, pensando que lo único que necesitábamos los indígenas era que se nos enseñaran a cultivar para salir de ese supuesto estado inferior -aparente origen de la crisis alimentaria-.

“De esta manera se vino una época de proyectos en donde instituciones del Estado y ONG nos trajeron soluciones pensadas desde afuera, siempre con las mejores intenciones pero con poco entendimiento de la realidad indígena, atendieron las ramas pero no entendieron la raíz del problema.

Mientras tanto, los casos de tuberculosis, desnutrición y otras enfermedades aparecieron con más frecuencia en las comunidades...”

“Hemos calculado en cada comunidad el área que tenemos para sembrar los conucos y encontramos que ninguna comunidad tiene la disponibilidad de tierras aptas para sembrar el alimento que necesitan nuestras familias.

Para explicar la magnitud del problema: encontramos que cada familia indígena del resguardo solo cuenta, en promedio, con menos de un cuarto de UAF; o sea que ni siquiera podemos vivir como campesinos.

Esta situación es la verdadera raíz del problema que nos está condenando a morir poco a poco de hambre y nos va a llevar a desaparecer como pueblos indígenas…”. Foto Llanera.com.


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