Entrevista exclusiva a 'Timoleón Jiménez', máximo comandante de las FARC-EP, realizada por Carlos Lozano
Timoleón Jiménez, comandante en Jefe del Estado Mayor Central de las FARC– EP, es la cabeza visible del legendario movimiento guerrillero, hoy comprometido en la búsqueda de la paz democrática, mediante un nuevo diálogo con el Gobierno Nacional.
Se podría decir, sin falso optimismo, que la paz está más cerca que antes, pero todavía hay mucho recorrido por delante. Todo el país espera que no sea una nueva frustración.
se dará cuenta de que la inmensa mayoría de los colombianos no comparte la salida militar, entre otras cosas porque con mayor cordura que sus gobernantes, sabe que no será posible.
Si el despeje del proceso pasado hubiera estado acompañado de un mecanismo de esa naturaleza, otra hubiera sido la suerte del mismo.
para impedir que se consagre la impunidad, para exigir la satisfacción de los viejos clamores por los que fue violentada de modo tan generalizado y atroz.
Los relevos no se improvisan. 48 años de lucha continua han producido un formidable engranaje.
La campaña mediática insiste en presentarnos como una organización derrotada y sin futuro. Igual ha sido siempre.
Es que ese es el conflicto. Una guerra se libra según las circunstancias, no existen modalidades operativas válidas para todas las situaciones.
Timoleón Jiménez, comandante en Jefe del Estado Mayor Central de las FARC– EP, es la cabeza visible del legendario movimiento guerrillero, hoy comprometido en la búsqueda de la paz democrática, mediante un nuevo diálogo con el Gobierno Nacional.
Es la continuidad de una orientación de la guerrilla de
las FARC– EP. Se lo había dicho Manuel Marulanda a Voz, durante los diálogos
del Caguán: “La paz es una bandera de los revolucionarios”.
Esta entrevista se da en un momento histórico, ad portas
de un nuevo esfuerzo para lograr la paz en Colombia. Aquí están las respuestas
de Timoleón Jiménez, concretas, precisas.
Se podría decir, sin falso optimismo, que la paz está más cerca que antes, pero todavía hay mucho recorrido por delante. Todo el país espera que no sea una nueva frustración.
Comienza un nuevo proceso de diálogo con un Gobierno de
alguna manera heredero de la “seguridad democrática” uribista. ¿Cómo lo
abordan las FARC?
Nosotros siempre hemos estado dispuestos a la búsqueda
de soluciones distintas a la guerra. Con Uribe no fue posible, por su abierto
desconocimiento de nuestra condición política.
Santos no es solo heredero de la seguridad democrática,
sino además uno de sus protagonistas estelares. De hecho, con maquillajes al
nombre, ha continuado con ella.
Pero como él mismo lo dice, decidió asumir los riesgos de
dialogar y dio pasos positivos en ese sentido.
Cualquier colombiano diría que el verdadero riesgo es la guerra
y no el diálogo, por eso no vacilamos en aceptar las conversaciones para buscar
la paz.
En cuanto al modo de abordar el nuevo proceso, diría que
lo hacemos con grandes expectativas de alcanzar el fin del conflicto.
El Presidente repite que no piensa cometer los errores
del pasado y confiamos en que así sea.
Usted sabe que el principal error de todos los procesos
anteriores ha sido el de llegar a la mesa a exigir rendiciones, sin voluntad
real de atender a la solución de las causas que dieron origen y siguen
alimentando la confrontación.
La agenda contempla el tema de la “dejación de armas”,
que sería el punto de llegada de un acuerdo o pacto de paz. ¿Qué expectativas
tienen las FARC al respecto?
Carecería de sentido iniciar un proceso encaminado a
conseguir la terminación definitiva del conflicto, sin contemplar la dejación
de armas como punto de llegada.
Dejación de armas consiste en la abolición del empleo de
la fuerza, de la apelación a cualquier tipo de violencias, para la consecución
de fines económicos o políticos.
Es un verdadero adiós a las armas. Si lográramos que en
Colombia eso fuera una realidad, nuestro país daría un salto enorme hacia
adelante.
Confiamos nuevamente en que la administración Santos, y
todos los sectores empeñados en la violencia como método de acción económica y
política, coincidan en este criterio con nosotros.
Los “errores del pasado”
El Presidente Santos ha dicho que su Gobierno requiere
que este proceso de diálogo “no repita los errores del pasado”; que exista la
garantía que va a conducir al fin del conflicto; y que el Gobierno mantendrá
los operativos militares y la presión militar sobre las FARC. ¿Cuáles son los
presupuestos de la insurgencia para que el proceso culmine con éxito?
La oligarquía dominante en Colombia, apoyada sólidamente
por los Gobiernos de los Estados Unidos, lleva ya casi 50 años apostándole al
exterminio de las guerrillas.
Doce presidentes, uno con mandato repetido, han
prometido invariablemente nuestro fin y dado manos libres al aparato militar
para cumplirlo.
Cuando Santos ordena incrementar las operaciones no está
dando satisfacciones a los sectores de extrema derecha, lo hace porque cree
con ellos, como todos los anteriores gobiernos, que de veras podrá rendirnos
por obra de la fuerza.
Precisamente es ese el círculo vicioso que se necesita
romper. Si usted observa el plebiscito general de aprobación a las
conversaciones de paz,-
se dará cuenta de que la inmensa mayoría de los colombianos no comparte la salida militar, entre otras cosas porque con mayor cordura que sus gobernantes, sabe que no será posible.
Nosotros partimos de la idea de que este proceso será
exitoso, en la medida en que esas grandes mayorías que se inclinan por la
solución política tengan oportunidad de hablar, de movilizarse, de influir, de
decidir al respecto. Y las estamos invitando a hacerlo.
En varios sectores que apoyan el diálogo se está
planteando la propuesta de tregua, cese de fuegos y ceses de hostilidades.
¿Qué opinan las FARC– EP?
Estamos completamente de acuerdo. Siempre ha sido uno de
nuestros primeros planteamientos al producirse aproximaciones con los
distintos gobiernos.
Desafortunadamente, la oligarquía colombiana se ha
inclinado porque los diálogos se produzcan en medio de la confrontación.
Si el despeje del proceso pasado hubiera estado acompañado de un mecanismo de esa naturaleza, otra hubiera sido la suerte del mismo.
En Colombia, las clases dominantes, su clase política y
sus medios de comunicación sufren la manía de mirar solo a uno de los lados.
Informar de la matanza de 30 guerrilleros en un bombardeo
aéreo despierta sus aplausos, mientras que las bajas oficiales en combate se
repudian como asesinatos.
Con dicha manipulación se busca además presionarnos
groseramente en las mesas de diálogos.
Ustedes, como medio alternativo de heroica
perdurabilidad, son quizás quienes de manera más honrada han informado al
país, desde décadas atrás, de la infame persecución criminal practicada en
Colombia contra ese tipo de organizaciones.
De los archivos de Voz podría elaborarse la más
fidedigna historia de los crímenes de Estado en contra del pueblo de este
país.
El número de víctimas en Colombia se equipara al
espantoso holocausto judío en la Europa ocupada por los nazis.
Entonces adquiere singular importancia el papel de los
distintos movimientos sociales, sindicales, agrarios, populares, que el
Estado colombiano pretende ignorar al abordar con migajas de manera individual
uno que otro caso emblemático.
Esa Colombia ignorada y victimizada es la que tiene que
ponerse de pie ahora para reclamar por sus muertos y desaparecidos, para exigir
el fin definitivo de la guerra,-
para impedir que se consagre la impunidad, para exigir la satisfacción de los viejos clamores por los que fue violentada de modo tan generalizado y atroz.
Se trata de una expectativa que él está generando por su
cuenta, en contravía de lo pactado en la letra y el espíritu del Encuentro
Exploratorio.
Allí se concertó no poner fechas fatales, ni siquiera la
palabra meses, así que lo expresado por el Presidente nos indica lo difícil que
va a ser este camino que emprendemos.
De paso, evidencia de manera clara la estrategia que van
a implementar: cuando no logren algo en la mesa intentarán imponerlo en los
medios.
Para llegar a La Habana y realizar el Encuentro Exploratorio duramos
dos años, cuando inicialmente se creyó que sería cuestión de semanas.
Y no fue precisamente por causa de la insurgencia, tema
del cual no quiero dar pormenores por respeto el compromiso de mantener por el
momento en reserva los detalles al respecto, aunque por las crónicas que han
salido en los medios, la contraparte parece haberse olvidado de ello.
Un asunto de los colombianos
Movilizarse en torno a la terminación definitiva del
conflicto. La guerra o la paz son asuntos que nos conciernen a todos los
colombianos y estamos obligados a pronunciarnos.
El Gobierno pretende que los diálogos se realicen
exclusivamente entre sus voceros y los nuestros, de modo discretísimo, sin
bochinches, como repite insistentemente.
Como cuando Laureano Gómez y Lleras Camargo firmaron en
Europa los acuerdos de Sitges y Benidorm. Además, pretende que las FARC demos
allá el espaldarazo a sus planes de gobierno, como lo más conveniente para el
país.
Es decir, que se desconozca otra vez a la población
colombiana, que se pacte a sus espaldas lo que en verdad solo interesa y
conviene a las transnacionales, banqueros, empresarios y terratenientes.
Eso no puede suceder más en este país. Las grandes
mayorías deben ser escuchadas y atendidas. Nuestra propuesta apunta a eso.
¿Por qué se decidieron las FARC a asumir este nuevo
intento de paz? ¿Debilidad? ¿Estrategia? ¿Realismo?
Quienes afirman que la presión militar ha sido definitiva
para movernos a una negociación política, olvidan que esta década de guerra se
desató cuando Pastrana puso fin de manera unilateral al proceso de paz que se
celebraba en el Caguán.
Es el Estado quien regresa a la Mesa de Diálogos con las
FARC, para lo cual habrá hecho sus valoraciones internas.
Una de ellas, así no la haga pública, tiene que ser el
reconocimiento de que el enorme esfuerzo realizado para vencernos ha
resultado inútil.
Las FARC seguimos ahí, combatiendo, resistiendo,
avanzando. Ahora volvemos al escenario natural de la política, los diálogos
civilizados.
Es absurdo afirmar que nos han obligado a sentarnos a la
Mesa, cuando fue el Estado quien se levantó furioso de ella. Dialogamos, porque
la solución política ha sido siempre una bandera nuestra y del movimiento
popular.
Serios golpes
¿Pero entonces no han recibido las FARC golpes severos
durante estos diez últimos años?
No puede negarse que hemos recibido serios golpes. Y
sumamente dolorosos. Las muertes de cuatro miembros del Secretariado Nacional
no pueden ser minimizadas.
Son muy duras también las muertes de combatientes bajo el
fuego de los bombardeos. Sin embargo, hemos asimilado con coraje todos esos
casos.
Ninguno de los actuales miembros del Secretariado cuenta
con menos de treinta y cinco años de experiencia guerrillera, lo cual puede
aplicarse también a casi todo el Estado Mayor Central.
Los relevos no se improvisan. 48 años de lucha continua han producido un formidable engranaje.
Seguimos adelante, con dolor en el alma, pero más
avezados y convencidos de nuestras razones. En toda guerra hay muertos.
La campaña mediática insiste en presentarnos como una organización derrotada y sin futuro. Igual ha sido siempre.
Si se tratara de hacer frente a una fuerza vencida, no
estarían trabajando en incrementar aún más el pie de fuerza y el ya de por sí
enorme arsenal adquirido. Son verdades que el Estado y los medios ocultan
deliberadamente.
Entonces, aunque las FARC no ejecuten acciones del
calibre de las de catorce años atrás, ¿puede afirmarse que la confrontación
continúa siendo de grandes proporciones?
El Ministro de Defensa los minimiza a ustedes por
completo y alega que la confrontación persiste tan solo en el área rural de
diez municipios aislados del país.
Las FARC-EP operamos y nos movemos en los mismos territorios
que ellos ocupan. El supuesto control ejercido por los comandos conjuntos, fuerzas
de tarea, brigadas y batallones, es puesto en ascuas con frecuencia por la
actividad de las guerrillas móviles.
El número de bajas de las fuerzas armadas ha venido en
alza de tiempo atrás. Claro, también nosotros recibimos golpes, mucho más
publicitados por los medios.
Es que ese es el conflicto. Una guerra se libra según las circunstancias, no existen modalidades operativas válidas para todas las situaciones.
Es obvio que las condiciones de hoy no son iguales a las
de una década atrás, sobre todo por uso masivo de la aviación militar, pero se
combate diariamente.
En todos los Bloques de las FARC se trabaja en función de
variar esa ecuación en cualquier momento.
Sea como sea, la perduración del conflicto implicará
mayor muerte y destrucción, más luto y lágrimas, más pobreza y miseria para
unos y mayor riqueza para los otros.
Imagínese las vidas que se hubieran ahorrado estos diez
años. Por eso buscamos los diálogos, la solución incruenta, el entendimiento
por vías políticas.
Con ese propósito vamos a La Habana. Confiamos en que el
Gobierno Nacional también entiende la necesidad de poner fin a tan larga
violencia practicada contra el pueblo colombiano.