Aberrante Presidente/
Acerca de cómo magnificar lo insignificante y adornar lo escandaloso
Por Jorge Gómez Gallego*
Llama la atención la manera tan distinta como la cúpula gubernamental y sus amigos tratan dos hechos que deberían ser considerados con raseros al menos similares. Me refiero al aumento del salario mínimo, y al incremento de las ganancias de los monopolios financieros.
Mientras al miserable aumento del mínimo le colocan una lupa para hacerlo ver robusto, comenzando por el Presidente de la República quien mediante una declaración a los medios de comunicación de forma hiperbólica asegura que-
“el incremento es superior en un 70% a la inflación”; a las monstruosas ganancias del capital financiero las presenta como un síntoma de la “confianza” de los inversionistas en el país y augurio de progreso.
Lo que no dicen los titulares de prensa, limitados a presentar sin crítica alguna las declaraciones oficiales, es que para los colombianos de más pobres el control de la inflación es menos relevante que para las capas altas, pues a los primeros los afectan de manera más directa rubros que subieron muy por encima de la inflación.
Para citar un solo ejemplo, los servicios públicos domiciliarios, que representan para los estratos bajos un porcentaje mucho mayor de sus gastos, han aumentado, en el caso de la energía eléctrica hasta un 30%.
Y si se toma la canasta del DANE, la vivienda, la educación y la salud, que significan para ellos un gasto relativo mucho mayor, subieron entre dos y tres veces más que el índice de inflación, mientras rubros que empujan hacia abajo fuertemente el IPC, pero que prácticamente están excluidos del menú de los de menores ingresos, como el caso del esparcimiento, crecieron únicamente la tercera parte de la inflación.
Si se pondera la canasta familiar para estratos 1 y 2, a los que pertenecen prácticamente todos los trabajadores de salario mínimo, podemos decir que el IPC real para ese segmento de la población, está cercano al 3.3 %, luego no es cierto que el incremento del salario mínimo es un 70% superior a la inflación.
Si acaso, y siendo generosos con el alegre cálculo presidencial, llegará a un 10% por encima del crecimiento del IPC. Seiscientos pesos diarios de aumento, de los cuales sólo sesenta son incremento real. ¡Semejante algarabía por tan poca cosa!
El crecimiento de las utilidades del sector financiero, especialmente del que está en cabeza de los monopolios extranjeros, con cifras que oscilan entre el 22% y el 28% más que en el año 2008, contrasta de manera ofensiva con un progresivo desempleo, una alarmante parálisis de nuestra producción industrial y agraria y una caída enorme de nuestras exportaciones.
A pesar de eso, el hecho es presentado como fruto positivo de la “confianza inversionista” que promueve el gobierno al colmarlos de privilegios, y al tiempo como un signo alentador para el país.
En realidad es todo lo contrario, pues el bochornoso incremento de las ganancias de estos parásitos modernos se explica justamente por el sufrimiento de los trabajadores de salario mínimo y de quienes ni esa paga reciben por su esfuerzo, que es la mayoría de la fuerza laboral hoy en la informalidad.
Un salario o un ingreso miserable son la explicación del enriquecimiento de unos pocos y viceversa, el paraíso en que se ha convertido Colombia bajo el uribismo para la minoría oligárquica y para el capital monopolista extranjero, se erige sobre el infierno que padecen la inmensa mayoría de los colombianos.
Con un agravante, esa miseria sirve para convertir a amplios sectores en mendigos de un carnet del Sisben, un subsidio de Familias en Acción, o cualquier otra limosna tirada para atajar rebeldías y comprar conciencias famélicas, y así permitan perpetuar tan inicuo régimen.
Y no puede ser de otra manera en una economía en la que el salario no es un factor de ampliación del mercado interno, sino un lastre para la competitividad en los mercados externos y para el saqueo de nuestra riqueza.
*Diputado Asamblea Departamental de Antioquia Polo Democrático Alternativo
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